La Masacre del soldado universal

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El documental Jamás llegarán a viejos sobre la Primera Guerra Mundial no solo es una experiencia sensorial extraordinaria mediante filmaciones restauradas y coloreadas con más de 100 años, sino la mirada del recluta anónimo que experimenta la muerte, el horror y el sinsentido del campo de batalla.


"Sigo sin ver la justificación. Fue una auténtica pesadilla", dice la penúltima voz en off de este documental dirigido por Peter Jackson (58), quien accedió a 600 horas de entrevistas con más de 200 veteranos de la Primera Guerra Mundial, junto a 100 horas de filmaciones del Museo Imperial de la Guerra de Londres.

Hasta ahora el registro visual del primer conflicto bélico a escala global se reducía a tomas añosas en blanco y negro con velocidad acelerada, un mundo distante y hasta curioso como si los rápidos movimientos y la acción fueran parte de una película muda. Si bien han surgido documentales sobre la crisis desatada en 1914 con imágenes coloreadas y ralentizadas, el director neozelandés nos introduce a una experiencia extraordinaria, lo máximo que la tecnología puede brindar en un intento por aproximarse con fidelidad a los hechos históricos.

Quizás en el futuro podremos sentir físicamente el estruendo de un campo de batalla en nuevas reconstrucciones audiovisuales de la historia universal. Por mientras Jamás llegarán a viejos resulta sobrecogedora.

El concepto del soldado anónimo cobra vida gracias a la estructura de la narración. Jackson suprimió las fechas y las descripciones redundantes en anécdotas personales. "No quería historias individuales sobre individuos", explicó. Y para no atiborrar la pantalla con nombres, dejó solo las voces de ex combatientes entrevistados en los años 50 y 60 por la BBC. Los relatos construyen una historia coral con temas recurrentes. El equipo de Jackson se dio cuenta por ejemplo, que la calidad de la comida era uno de ellos.

Las filmaciones fueron restauradas completamente y es ahí donde el film se torna asombroso. Para efectos dramáticos la colorización irrumpe espectacular pasados 20 minutos, cuando los soldados británicos novatos llegan al entramado de trincheras en Bélgica y el color se abre paso en sitios devastados. Para confirmar los tonos de los uniformes hubo asesoría de historiadores, como fueron enviados equipos a fotografiar y filmar los campos de batalla para tener certeza respecto de los colores de los escenarios originales.

El puntillismo llega al detalle de recrear el sonido en las imágenes. Se escucha nítido el bombardeo, la metralla, el paso de caballos y tanques, incluso las moscas que revolotean sobre los cadáveres y el ligero estallido de los huevos de piojos cuando se les prende fuego. A su vez profesionales en lectura de labios descifraron qué conversaban las tropas. Por los acentos de distintas partes del Reino Unido, Jackson supo exactamente de dónde provenía cada compañía.

Al concentrarse en las experiencias de la infantería rasa, Jamás llegarán a viejos profundiza el concepto carne-de-cañón en el más amplio sentido. El contingente compuesto de adolescentes pobres y aldeanos apenas entendía las razones de pelear por la bandera británica. "En esa época los hombres no debían pensar mucho por sí mismos, debían obedecer órdenes y nada más", resume una voz. En seis semanas de entrenamiento una partida de "niños debiluchos, delgados y temerosos, los descartados del sistema industrial", se convertían en soldados listos para la batalla y así detener las ambiciones imperiales del Kaiser alemán, según entendían vagamente.

Los relatos y las secuencias de la vida en la trincheras son espeluznantes. Bajo condiciones higiénicas espantosas los soldados pasaban semanas sin bañarse y sometidos a continuos bombardeos con su reguero de hombres y caballos despedazados infestando cada rincón. Los cráteres producto de los estallidos se convertían en pozas tras las lluvias. Entre cuerpos descompuestos y semisumergidos -"el hedor de la muerte"-, los soldados sacaban agua para beber té. La podredumbre y la inmundicia -no había letrinas y los uniformados se limpiaban con la mano- eran la delicia de las ratas. Cazarlas se convirtió en un pasatiempo.

A la escasa comida, las pocas horas de sueño, la insalubridad y los relevos en la retaguardia donde en vez de descansar debían seguir trabajando, los soldados se enfrentaban a los propios avatares de la guerra, la inminencia de la muerte o sobrevivir con graves y dolorosas heridas sobrellevando esa presión psicológica producto del incesante fuego de artillería, minas, alambres de púas, lanzallamas, francotiradores, gases asfixiantes y enceguecedores, y librar sangrientas batallas cuerpo a cuerpo con bayoneta calada para aniquilar al enemigo. Las descripciones son brutales. La voz de un veterano se quiebra cuando evoca la imagen de un chico gritando desmembrado con los ojos colgando de las cuencas. Lo remató.

Terminadas las batallas los ingleses solían conversar con los prisioneros alemanes sobre la inutilidad de esa carnicería. "Nos llevábamos bien en realidad", confiesa un veterano.

En el regreso a casa a partir de noviembre de 1918 los soldados de la Primera Guerra Mundial enfrentaron el mismo trato que otros camaradas suyos en distintos momentos de la historia, como los veteranos de la Guerra del Pacífico o los ex combatientes de Vietnam. Los civiles no empatizaban con sus padecimientos y traumas, la guerra no era tema y así la integración a la vida corriente se complicaba en medio de la indiferencia. "A la mayoría no le interesaba en lo absoluto", evoca un sobreviviente. Les costaba encontrar trabajo y se enfrentaban a situaciones absurdas con familiares contradiciendo detalles de batallas en las que habían participado. "La gente no parecía darse cuenta que la guerra era algo terrible". Cuando los veteranos se reunían hablaban sobre la necesidad de no repetir un conflicto a esa escala. Sin embargo apenas 21 años después se iniciaba otra matanza global.

Peter Jackson, debutante en el cine con una sanguinaria comedia de horror como Bad Taste (1987), y que con las sagas épicas de El Señor de los Anillos (2001) y El Hobbit (2012) glorificó campos de batalla, dio con la manera de explicar la brutalidad de una guerra desde el interior y la cotidianidad, un relato ajeno a los datos historiográficos y los saldos geopolíticos de vencedores y vencidos. En Jamás llegarán a viejos no hay sensación de triunfo, sino la desolación de masacrar a una generación joven con toda la vida por delante.

*Disponible en HBO GO y Documaniatv.com

https://www.youtube.com/watch?v=IrabKK9Bhds

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