En buenas manos: alguien que renuncia y alguien que resiste

Pupille
Pupille.

La película francesa Pupille narra, centralmente, la vida de dos personas que se cruzan: una tuvo un bebé pero quiere darlo en adopción, otra lleva diez años tratando de adoptar. Alguien que renuncia, alguien que resiste. Todas las monedas tienen, siempre, esas dos caras.



La película francesa Pupille —traducida como En buenas manos— llega a los cines en un contexto en el que aparecen varios films en torno a la maternidad o la paternidad no deseada y, también, acerca de su espejo invertido: las ganas desesperadas por tener un hijo y la imposibilidad física para engendrarlo.

Amanda, también francesa, proponía una tesis dramática, casi insoportable: madre soltera que muere en un ataque terrorista y deja a una niña de siete años que se tiene que ir a vivir con su tío, un joven sin demasiado trabajo ni predisposición psíquica y emocional para hacerse cargo de algo así. La película es una indagación psicológica de lo que les sucede a dos personas cuya vida se modifica de manera tan drástica e irreversible. La escena en la que el tío le tiene que explicar a la niña que su madre ha muerto y no va a volver es de una densidad brutal.

Pupille, con las mismas armas con las que el cine francés encara siempre los problemas sociales y humanos —esa es una de las líneas centrales de su tradición, casi su marca de fábrica; escenas en oficinas estatales de ayuda social, diálogos en livings y habitaciones— penetra en todo lo que le pasa a las personas que quieren tener hijos y no pueden. Cómo un deseo que se sostiene durante mucho tiempo y no encuentra una realización puede convertirse en frustración y terminar destruyendo la vida de las personas. Esa frustración puede generar resentimiento, y sabemos que del resentimiento es muy difícil volver.

La película narra, centralmente, la vida de dos personas que se cruzan en la punta de su propia parábola: una tuvo un bebé pero quiere darlo en adopción, otra lleva diez años tratando de adoptar y en el camino se separó, cambió de trabajos y de departamentos, el castillo de naipes sobre el que estaba estructurada su vida tembló pero no se derrumbó. Alguien que renuncia, alguien que resiste. Todas las monedas tienen, siempre, esas dos caras.

¿Cómo se construye el vínculo entre madre e hijo? ¿Es esencialmente biológico o es, sobre todo, cultural? Pupille se hace esas preguntas sin enunciarlas, con la capacidad atextual que tiene a veces el cine para transmitir preguntas mayores, problemas complejos. La escena en la que la nueva madre al fin recibe al bebé y entran juntos a su casa y ella le saca la ropa y lo apoya en la cama y se acuesta junto a él y se miran es una escena sin palabras (nadie habla, se escucha el crepitar del silencio de la casa vacía) que contiene múltiples mensajes. Quizás el riesgo mayor de trabajar con materiales así es el de caer por el pozo sin fondo de la cursilería y de los lugares comunes. Pupille se acerca a ese pozo, se inclina para mirar sus profundidades (a veces abusa de la música para intensificar emociones), pero no se tira.

La infertilidad y sus derivados es un problema que hoy retorna con una nueva complejidad. El stress, la contaminación y la híper actividad de la vida moderna empiezan a mostrar sus efectos secundarios, sus heridas sobre el cuerpo. Al mismo tiempo, las bajas de natalidad mundiales —sobre todo en países desarrollados— crecen año a año, al punto de que hay países que están envejeciendo sin remedio y ofrecen grandes facilidades económicas para todo aquel que quiera traer alguien a ese mundo en peligro. Pero las nuevas generaciones parecen no querer, al menos por ahora. Si bien no es el centro gravitacional de sus preocupaciones estéticas, películas como Pupille y Amanda rozan este problema. ¿Y si la mayoría de los jóvenes deciden, al menos por el momento, que es mejor no tener hijos? Está el que no puede, pero también está el que no quiere, y esa ecuación imposible genera también un crujido. El extremo de la infertilidad, por supuesto, solo puede ser una distopía: Children of men, de Alfonso Cuarón, sobre un mundo que llevaba dos décadas sin un nuevo nacimiento, se sumergía en esas aguas turbias.

La paternidad o la maternidad, finalmente, responden a un deseo que no tiene una explicación muy clara. Ese deseo nace en un lugar impreciso, por razones inescrutables y, visto así, como algo que no tiene demasiada explicación, termina siendo algo absurdo, caprichoso, imposible de capturar. Por eso, quizás, siempre se van a editar películas o libros que traten de contestar esas preguntas retóricas.

https://www.youtube.com/watch?v=XgnGpRcJzhg

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