El encantador chiste corto

The marvelous Mrs. Maisel
The marvelous Mrs. Maisel.

The marvelous Mrs. Maisel es un encanto de ver por sus escenas individuales. Cada capítulo parece estar lleno de pequeños sketches absurdos y estupendos, que mantienen al espectador con una sonrisa y con el oído cansado de la cantidad de palabras que se lanzan por minuto.


En 2018, un año antes que Hollywood descubriera la genialidad de Phoebe Waller-Bridge y Fleabag, su brillante creación, la historia de otra chica en la pantalla de Amazon Prime se había convertido en la nueva favorita de la TV y sus premios. Se trataba de las aventuras de la señora Maisel, personaje titular de The marvelous Mrs. Maisel, una serie sobre una dueña de casa a fines de los 50 en Nueva York, que tras ser abandonada por su marido termina iniciando -casi por accidente- una carrera como comediante de stand-up, lo que se vuelve su nueva pasión.

Además de ser comedias centradas en irreverentes protagonistas femeninas, Flebag y Mrs. Maisel tienen poco y nada en común. Mientras la serie inglesa es una comedia oscura sobre personajes quebrados, liderados por una mujer llena de fallas, inseguridades y una durísima visión sobre sí misma y el mundo, The marvelous Mrs. Maisel es una ficción llena de liviandad, luz y color, con personajes extravagantes, adorables y que hablan demasiado rápido, y con problemas que nunca parecen demasiado grandes. También es una apuesta que demuestra que en la ficción televisiva actual hay espacio para todo tipo de humor, y que en distintos extremos puede haber historias y estilos geniales, porque claro, Mrs. Maisel no tiene nada que ver con Fleabag, pero eso no le quita una gota de genialidad. Y en su recién estrenado tercer ciclo eso se demuestra una vez más. La temporada abre con nuevos desafíos para todos los personajes: la señora Maisel se está convirtiendo en una comediante cada vez más conocida y se alista para salir en su primera gira, mientras se enfrenta a una crisis con su mánager (la gran Alex Borstein) cuando se entera que tomó como clienta a su archienemiga (Jane Lynch).

Mientras, su exmarido acaba de comprar un local sin saber que tiene un cuarto secreto que es una casa china de apuestas ilegales; su padre tiene un despertar político y entra en la contracultura neoyorquina, y su madre pone en jaque la cómoda vida familiar cuando decide enfrentarse a su familia, que le entregaba una buena suma de dinero mes a mes.

Y claro, estos son los arcos que hacen avanzar la serie -porque esta no es una sitcom donde se pueden ver los capítulos por separado-, pero también es cierto que, más allá de esas historias, Mrs. Maisel es un encanto de ver por sus escenas individuales. Cada capítulo parece estar lleno de pequeños sketches absurdos y estupendos, que mantienen al espectador con una sonrisa y con el oído cansado de la cantidad de palabras que se lanzan por minuto.

Aquí no hay apego a la realidad, cada capítulo está lleno de momentos disparatados y los diálogos son imposibles de pensar en un contexto que no sea el de esta serie. En su tercera temporada, Mrs. Maisel ya es una máquina bien aceitada de chistes cortos y momentos geniales. Un agrado de historia que tiene bien ganado su lugar.

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