Ana Tijoux: "No sé si quiero ser más conocida"

ana tijoux
Foto: Agencia Uno

La periodista argentina Leila Guerriero escribió un perfil sobre la cantante chilena para El País. El texto tiene la marca de la casa. Consigue indagar en los rincones íntimos con elegancia; la historia de su niñez como hija del exilio en Francia, el ascenso en el fulgurante hip hop de los 90' y su incomodidad con la exposición. Para ella la música, más que una vocación, "es mi terapia".


Fue durante una tarde de esas perdidas de los noventas. Cuando el Chile de la austeridad más propia del siglo XX, poco a poco daba paso al "jaguar" de Latinoamérica entre los viajes de Frei, la transición pactada y la guerra de las teleseries. En una plaza en Macul, con el pelo teñido azul y su pololo graffitero, la joven Anamaria Tijoux (tal cual, todo junto y sin tilde), encontró una solución a las crisis de pánico que le producían ahogos, mareos, taquicardia e inquietud.

"Empecé a ir y se acabaron las crisis de pánico. Era estar en la plaza, tomar cerveza, fumar porro. Después dejé de fumar, porque me desmayo. Pero en esa época el desmayo me parecía una huevada creativa. Un día me dijeron: 'Improvisa tú'. Y lo hice. Cuando terminé, silencio infernal. Puros hombres del barrio y yo en mi pijama. Y me dijeron: 'Bueeena'. Y ahí empezó. Estuve tiempo rimando en esa plaza. Todos ellos están presos o muertos, pero les tengo un cariño histórico. A eso se sumó que en el colegio teníamos una clase en la que había que definir una palabra. 'Dialéctica: dícese de no sé qué'. Yo no podía memorizar eso y me inventé una manera. Pensaba: 'Dialéctica. ¿A qué me suena? A bistec. Bistec, cocina, tal cosa'. Y empecé a dividir las palabras por sílabas y sonidos. Me empezó a ir bien. Y ahí dije: 'Chuta: yo tengo una huevada con las palabras'".

Fue el punto de origen para Ana, la artista.

Como pocas veces en su carrera, Tijoux accedió a detallar algunos episodios de su vida. En un extraordinario perfil escrito por la periodista argentina Leila Guerriero para el diario El País, se explaya sobre la memoria, la familia, la música y la fama. O más bien, sus costos.

La cantante hace poco dio a conocer que se radicará en París. "Un poco por amor y un poco porque ya tengo que cambiar un rato", explica ella misma en el texto. "Creo que está cansada -agrega su marido, el baterista Jon Grandcamp-. Está la mitad del año de gira y creo que ya no quiere popularidad sino armonía".

Pero ella misma lo escribió hace años. "A veces quisiera desaparecer del mapa/Volver donde yo nací/Pero no es tan papa". Francia -en específico la ciudad de Lille- es su tierra natal, pero su vida tenía un pie en el Chile de la resistencia. Ese que fue expulsado de la larga y angosta faja apenas la dictadura militar se dejó caer contra todo sospechoso de tener cierta militancia considerada subversiva.

Por ello, su madre -la socióloga María Emilia Tijoux- y su padre biológico llegaron al país europeo a mediados de los setentas como otros tantos chilenos. Ambos habían pertenecido al Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR. Y para las cabezas del régimen, imbuidas del ideario contrainsurgente de la Escuela de las Américas, ello era imperdonable.

Al hablar de su familia. Ana plantea una línea. A su padre biológico apenas lo conoció. Solo masculla algunos datos, como que era del MIR, iquiqueño y que se suicidó cuando tenía 12 años. A Roberto Merino, posterior pareja de su madre la calza mejor la palabra "padre". "Aquí hay una cuestión. Es tan tabú en mi familia. Pero es parte de mí, o sea que voy a hablar. Yo tengo un padre biológico y un padre que me crió. Mi madre se fue a Francia con mi padre biológico y quedó embarazada. Y mi papá se fue. Y Roberto llegó después. Pero Roberto es mi padre, no tengo dudas".

Desde pequeña los padres la acostumbraron a reuniones, y la actividad política. Nunca le compraron una barbie o un Monopoly. "Eran símbolo del capitalismo- cuenta Tijoux a Guerriero-. A los tres años, en el kínder, me pidieron que cantara una canción y canté 'La internacional'. Imagínate".

A los seis años, la familia se mudó a Paris. Entre los estudios universitarios y el trabajo de su madre, las idas a ver ballet, y los experimentos fotográficos en el laboratorio casero de Roberto, pasaban los días. Fue en las calles de los sectores marginales, donde María Emilia trabajaba con jóvenes, donde Anamaria conoció algo que le llamó la atención. Vio un grupo de chicos haciendo freestyle. Una forma de rap.

"Me encantó, pero me dio más por el baile. Me puse a aprender danza contemporánea, jazz. Hacía esgrima, también", cuenta.

Pero por entonces las palabras también podían ser una forma de defensa. Así lo hizo, cuando a punta de garabatos en francés enfrentó a un grupo de agentes de la DINA. A los seis años, quiso visitar a sus abuelos. Como los padres aún estaban impedidos de entrar al país, la enviaron sola.

"Pero cuando tomé el avión de vuelta me detuvo la DINA. Me bajaron del avión y fueron seis horas de interrogatorio. Ellos me hablaban en español y yo les contestaba en francés: 'Paco de mierda'. Mis padres me habían enseñado eso (...) Mis viejos siempre me decían: 'Nunca llores delante de un paco'. Y no lloré. Los pasajeros no dejaron salir el avión hasta que yo no subí. Al fin me dejaron ir. Y dos años después volví, pero entonces no pasó nada".

"La quisieron intercambiar -cuenta la madre, María Emilia-. Los militares la retuvieron porque querían que el padre y yo nos entregáramos. Fue una cosa terrible. Yo decía: 'Si la llegan a retener, me voy para allá, da lo mismo lo que me pase'. Finalmente, la dejaron ir. Pero era por eso. ¿Por qué iban a detener a una niña, si no? Porque nosotros éramos unos padres a los que no habían podido matar".

"Me sentí muy culpable. La habíamos dejado venir sola. Y es algo que nunca me voy a perdonar porque pudo haberle pasado cualquier cosa -agrega-. Volvió a los ocho años y no hubo ningún problema. Pero es inconcebible que yo haya hecho algo así. Y dos veces. Es imperdonable".

Cuando Ana tenía 14 volvieron a Chile. "Fue horrible. Dejé aquel país, donde mi madre embarazada había ido a las marchas por el aborto, y llegué acá, donde el aborto hasta el día de hoy es un tema tabú. Todo el mundo era muy creyente y yo soy atea, y acá eso era sacrilegio".

*

Cuando terminó el colegio, entró a la Universidad a estudiar diseño. Nada raro para una hija de una pareja de intelectuales. Pero las tardes de hip hop en la plaza habían dejado una huella. Tuvo un fugaz proyecto junto a un joven Zaturno -quien haría fama en Tiro de Gracia- pero cuando conoció a Seo2 y Cenzi, en 1997, dieron forma al grupo que le daría notoriedad: Makiza.

Así llegó el debut con Aerolíneas Makiza(1999), uno de los trabajos fundamentales en la era de mayor exposición del hip hop en Chile. Tuvo un éxito rotundo gracias a temas como "La rosa de los vientos" y "La vida es como un sueño". Allí la lírica filosa y política de Ana (Anita por entonces) se asentó sobre bases musicales bien trabajadas. "Por que cuando viene un gringo se le da la mano/Pero cuando viene un peruano que es nuestro hermano/los rechazamos, lo devolvemos, lo humillamos", canta sin rodeos en "En paro".

Eran un grupo revelación. Tanto que fueron invitados a los últimos conciertos de Los Tres en Santiago. "Hay gente que me odia, hay gente que me ama, el pueblito Las Condes no se llama", cantó Ana en su intervención para "Somos tontos, no pesados". "Hey Anita! What's Up!?", le celebraba Álvaro Henríquez.

Pero el éxito no le hizo mucha gracia. "Yo estaba feliz rapeando, pero me pegó pésimo la fama. Me enajenó. Así que junté a la banda y les dije: 'Me voy'".

Y se fue.

"El anonimato era ultracómodo -cuenta-. Y al cabo de dos años supe que en China abrían unos templos para aprender kung-fu. Llamé a mi mamá y le dije: 'Me voy a China'. Y me contestó: 'Estás loca. Vente a Chile y pasa unos días'. Vine y nunca me fui. Y ahí empecé la carrera solista. Sin epifanía".

-¿Pero la música es tu vocación? 

-¿Vocación? No. Nunca me lo había cuestionado. Es mi terapia.

*

Es el cierre del verano de 2014. La tarde calurosa en el parque O'Higgins reune a millenials sedientos de agua, novedades y fotos para su Instagram. Cuando Ana se presenta en el Coca Stage de Lollapalooza ya es una celebridad. Gracias a su segundo disco en solitario, 1977 -alusión al año en que nació- ha entrado en la órbita de la gran industria de la música. Aquella que mueve ilusiones, dinero y proyectos como pelusas sobre el agua. La canción homónima fue elegida por Thom Yorke, de Radiohead, como una de sus favoritas. También sonó en Breaking Bad y las tardes de futbol virtual de Fifa 2011. Pero allí estaba. Los jóvenes le gritaron que tenía "cara de nana".

"Yo puse un tuit que decía algo así: 'Estoy orgullosa de tener cara de nana, de mujer trabajadora' -cuenta en el texto-. Y el asunto fue tema nacional durante tres meses. Hablaban de mí en los programas de farándula. Perseguían a mi familia".

"En enero de 2010 dije: 'Pucha, tengo un hijo, ¿cómo hago? Quizás me voy a vivir al sur, la vida es más barata'. Pero entonces me escribió Timothy Sibbig, un gringo que después fue mi mánager durante ocho años, y me dijo: "Hay un festival en Austin, South by Southwest, y te quieren invitar, pero no hay plata para pasaje". Le contesté: "No importa, tengo millas". Pero le dije que me armara una gira, que yo tocaba donde fuera. Y la armó".

Para 2011, mientras los universitarios y secundarios salían a las calles a protestar por las desigualdades del sistema educacional chileno, Ana lanzaba un álbum cuyo título no dejaba lugar a dudas. La bala. Uno de sus temas, "Shock", se inspiró en esa coyuntura y en las lectura de la teórica Naomi Klein. "La calle no calla, debate que estalla/Todo lo quitan, todo lo venden/Todo se lucra, la vida, la muerte".

Luego le siguió Vengo(2014). El tema homónimo de alguna forma sonaba a declaración. A buscar un lugar con las palabras. Un retorno a un punto. "Vengo como el niño que busca de su morada/La entrada al origen la vuelta de su cruzada". En esa placa también incluyó "Antipatriarca", "Mi verdad" y "Todo lo sólido se desvanece en el aire", tal como el ensayo de Marshall Berman, cuyo video fue realizado por el dibujante Malaimagen.

Desde entonces, nominaciones a los Grammy, reconocimiento de artistas como Iggy Pop, duetos con Julieta Venegas, Javier Barría, Jorge Drexler, Hordatoj, entre otros, la han posicionado como una artista de renombre continental. Tanto que es la primera mujer en ser reconocida con el premio Icono del Rock Chileno, en el marco del festival la Cumbre, en su edición 2019, que finalmente no se realizó.

"El escenario no es el único lugar de la música -cuenta a la hora de reflexionar sobre los costos de la fama-. Ahora tengo muchos temas para un disco. Estoy hablando con un pequeño sello digital. Una multinacional implicaría mucho ruido. No sé si quiero ser más conocida. Uno no hace este trabajo para que te admiren. No me dan miedo ni la pobreza ni el trabajo. Me da miedo la desolación.

-¿Qué sería la desolación?

-Estar un día en un palacio con piscina, la postal, y sentirme vacía. Al vacío le tengo miedo. Muchísimo miedo.

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