Ladrón que roba a ladrón

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La película está basada en una novela de Eduardo Sacheri, tal como lo estuvo El secreto de sus ojos (2009).


El solo hecho de que aterrice cada tanto una película argentina en la cartelera, a pesar de Marvel y de otros pesares, puede atribuirse a algo de lo que acá hay poco y allá, bastante: películas de cierto tamaño que operan conforme expectativas forjadas en torno a tal o cual género. Películas concebidas desde un saber hacer construido por décadas; consciente de sus límites, pero también de sus posibilidades, dueñas como son de una vocación popular más bien de vieja escuela. Al día de hoy, basta mencionar a Juan José Campanella (El cuento de las comadrejas) para ilustrar el punto.

La odisea de los giles, de Sebastián Borensztein (Un cuento chino) sabe tocar esas teclas, aunque su vocación es más bien populista. Lo que no quiere decir que no ande.

El último gran taquillazo del cine transandino tiene de productor -aparte de protagonista- al ubicuo Ricardo Darín, y de coproductor a su hijo, Chino Darín. En la película son también padre e hijo que se han vuelto a ver tras un día desgraciado, cuando los sueños de una cooperativa creada en el pueblo de Alsina se vinieron al suelo tras el "corralito" de 2001. Ahora ellos dos junto a un puñado de alsinenses son los giles del título: los que pagan sus deudas y cumplen sus compromisos, los que no roban, pero son los primeros faenados cuando se dan episodios como este. En la contraparte, hay un abogado que, gracias a información privilegiada, se quedó con todos los miles de dólares de la cooperativa. Pero estos giles, estos perdedores de cabeza gacha, no se van a quedar tan tranquilos.

Como dice el personaje de Darín padre, llegó la hora de decir "basta". En ese espíritu, la película gira permanentemente a cuenta de la rabia, de la impotencia, de la indignación de un público que verá algo de sus propias miserias en la pantalla. Es la idea, y en Argentina funcionó. Sin embargo, esa moral se hace rápidamente declamatoria, didáctica y rara vez inspirada.

La película está basada en una novela de Eduardo Sacheri, tal como lo estuvo El secreto de sus ojos (2009). Eso sí, donde esta última se mostró imaginativa, La odisea... recurre a viejos trucos, a metáforas rancias y a discursos voluntaristas con fondo de Spinetta y Charly García. Todo diseñado para vencer, aunque sin convencer.

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