Daniel Saldaña París: formas de decir yo

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Hoy se presenta La máquina autobiográfica, el primer libro del mexicano Daniel Saldaña París que se publica en Chile. Un texto fronterizo —poemas, fragmentos narrativos— en el que plantea una serie de inquietudes acerca de lo que significa escribir en primera persona.


Antes hubo otro libro, pero de ese libro no sabemos nada, ni siquiera su título. Es un libro fantasma, un debut que desapareció de las solapas biográficas en un minuto que no sabríamos determinar. Pero lo que hay es esto: un primer libro titulado La máquina autobiográfica, que el mexicano Daniel Saldaña París (1984) publicó en 2012 y que ha quedado registrado como el inicio de su carrera literaria, y ahora llega a librerías chilenas en una reedición a cargo de Los Libros de la Mujer Rota.

Entre 2012 y 2019 han pasado muchas cosas en la vida literaria de Saldaña París: publicó dos novelas —En medio de extrañas víctimas (2013) y El nervio principal (2018), ambas por Sexto Piso—, fue traducido al inglés, francés e italiano, y formó parte en 2017 de la lista Bogotá39, junto a escritores como Samanta Schweblin, Valeria Luiselli y Giuseppe Caputo.

Acaba de participar en Filba Santiago, y hoy miércoles 2 de octubre, a las 20:30 en Colmado Coffee, presentará la reedición de La máquina autobiográfica junto a los escritores Alejandra Costamagna y Gonzalo Maier. Un libro que atraviesa los géneros —la poesía, la narrativa, el ensayo— para darle forma a una serie de inquietudes guiadas por una voz que se acerca y se aleja de la primera persona y que indaga en todas sus posibilidades.

Saldaña París escribe en un momento: "Mi mañana comenzó viendo un cadáver en la esquina. Un muerto súbito, parece. (Me planchaste una camisa que olvidé en tu casa a mediados de 2008.) Tenía una manta blanca por encima y una veladora a cada lado. (Estoy confundido: ¿crees que debería guiarme por el deseo de hacer algo importante?) Había una señora llorando contra el pecho de un hombre. (¿Importante para quién, en todo caso?) (Ya escuché la letra de la canción que me dijiste.) Un muerto súbito, parece".

En ese ir y venir entre el mundo de afuera —un lugar violento— y lo que hay adentro de ese narrador —sus recuerdos—, La máquina autobiográfica funciona como un testimonio de esos cuestionamientos, de esos cruces que marcan a una vida.

"A veces basta con dejar caer las frases como quien filtra un rumor incómodo en un universo cerrado", anota más adelante el narrador mexicano, quien ya en estas páginas buscaba en la hibridez un lugar desde donde hablar.

"Extraño

sin haberla conocido

la certeza de estar

en el centro del mundo

y despertarme

con la cabeza fría

al interior de una casa

que es la única casa

conocida

y mirar los objetos familiares

sin buscarles la sombra

y no pensar ni un segundo en los cajones

ni en las cosas oscuras

y no pensar ni un segundo

en las sombras de adentro de los libros

en las sombras de adentro

de la cabeza

fría, que no piensa

en las sombras de adentro.

Sí. La extraño".

*

—¿Cómo fue la experiencia de volver a leer este primero libro? ¿Es una edición aumentada, editada? ¿Y no es tu primer libro, cierto?

—No, no es exactamente mi primer libro; antes publiqué un libro de poemas más lírico, a los 23 años, pero es un libro que no he vuelto a leer y en el que no pienso nunca (ni siquiera tengo ejemplares). La máquina… es el primer libro que sí reconozco como mío, y prueba de ello es que lo sigo escribiendo. A diferencia de lo que me pasa con las novelas, cuya unidad me parece siempre definitiva, como dictada por revelación, con La máquina… siempre he sentido que podría seguir escribiéndolo: quitando unos textos, añadiendo otros y borrando una coma aquí o allá.

—Un libro que podría no acabarse nunca, ¿no?

—Sí. Cuando lo publiqué en 2012 tenía muy claro que era un libro de poemas, pero ahora lo veo más como un libro de apuntes, de fragmentos, y ese me parece un género más abierto. Cada año escribo al menos tres o cuatro textos que podrían ser parte de este libro, así que en realidad nunca sentí que regresaba o que volvía a entrar en él, porque de algún modo nunca salí.

—Resulta muy interesante la lectura de La máquina autobiográfica hoy, cuando justamente el tema de lo autobiográfico se ha vuelto tan central en las escrituras actuales y en el mercado literario. ¿Cómo ves tú todo eso?

— Es un tema que me obsesiona y sobre el que regreso mucho, pero en general desconfío de algunas de las estrategias publicitarias en torno al asunto; me parece que simplifican. El tema de lo autobiográfico me interesa por el lado de los pronombres: la posibilidad de usar un Yo que en cualquier momento se desdobla en un Ella/Él: en la escritura autobiográfica que me interesa (por ejemplo, la de los diarios íntimos) siempre hay esa intercambiabilidad, esa distancia fluctuante respecto a la propia vida, esa exploración de los límites de la ficción. Me interesa la construcción del personaje autobiográfico, el artificio y también la confusión y el ruido que hay detrás de esas escrituras.

—Claro, en el libro indagas en muchas de la posibilidades que existen en la escritura autobiográfica y que van más allá de simplemente contar algo que te pasó.

—Que un escritor firme una novela y luego diga "todo lo que cuento allí es verdad" me parece mucho menos interesante, una postura medio ingenua que sirve más para cortejar al mercado que para hacer avanzar la lengua. Me siento más cerca de los planteamientos de Piglia ("La primera persona puede ser generada por la tercera persona, etc. La escritura produce una serie de transformaciones y desintegraciones, sea del yo que pone en escena al relato, sea por la materia o la experiencia que integra en su funcionamiento") que de la etiqueta, ya gastada y estéril, de la "autoficción".

—En el libro hay varios fragmentos en los se puede apreciar un ir y venir entre el mundo de adentro y el afuera, y que por supuesto muchas veces se mezclan y terminan siendo una sola cosa. ¿Esa oscilación era algo que te interesaba trabajar en el libro?

—Sí, es un libro muy caminado: lo escribí, en buena medida, dando paseos por distintas ciudades, y creo que el efecto de la caminata es ese vaivén entre el adentro y el afuera, el recuerdo y las cosas que se van encontrando al andar. En las peregrinaciones hinduistas se habla de una tirtha o un vado como el destino geográfico de la peregrinación, pero también como un punto de llegada interior. Me interesa esa duplicidad, siempre.

—Pensando en esos paseos, para un lector de poesía chilena, por ejemplo, el trabajo de Enrique Lihn, por ejemplo, resuena en algunos momentos de La máquina autobiográfica. Ese mismo año que publicaste el libro también publicaste en México la antología Doce en punto. Poesía chilena reciente. ¿Cómo te vinculas hoy con esa poesía chilena?

—Empecé a escribir La máquina… durante un viaje a Chile. Fui yo solo, esencialmente a comprar libros de poetas chilenos en un momento en el que no circulaban mucho en México, todavía. Después de ese viaje leí mucho a Lihn, efectivamente, y también a muchos poetas de mi generación o de generaciones precedentes que me marcaron en ese momento. A raíz de eso, supongo, la UNAM me pidió que hiciera esa antología para la FIL de Guadalajara, cuando Chile fue país invitado. Hoy me reconozco demasiado ignorante como para hacer un trabajo así, pero en ese entonces era más joven y arrogante, además de que necesitaba el dinero. En cualquier caso, leí cuanto pude y cometí esa antología con todo el cariño y la admiración posibles.

—En estos años publicaste dos novelas y uno tiende a pensar que eso significó que dejaste de escribir poesía. ¿Cómo es tu relación hoy con ese género?

—Tengo menos convicciones. Antes leía un poeta y podía decir de inmediato si era genial o una mierda (y sólo concebía esos dos extremos). Hoy no sé qué es la poesía, ni me interesa mucho definirla. Escribo líneas en cuadernos que no sé si son poesía o diario personal o simples ocurrencias. Y leo mucha poesía por mi trabajo: soy editor del Periódico de Poesía, una revista digital de la UNAM por la que tengo que estar en contacto con poetas y traductores de todo el orbe hispano. Pero me da miedo publicar nueva poesía; me dan miedo los poetas: sus pleitos y su vehemencia y todo eso.

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