Llega el primer libro acerca de la vida internacional de Los Prisioneros

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Latinoamérica es grande repasa los shows que el trío dio fuera de Chile en toda su carrera. Con entrevistas a fans y músicos, muestra las críticas que recibieron en Argentina y la euforia en Perú.


Su primera vez frente a Los Prisioneros debió esperar más de lo programado. Cristóbal González -músico chileno que en los 90 encabezó el grupo Santo Barrio y que hoy es mánager de la banda de cumbia Santaferia- había pasado gran parte de su adolescencia en Venezuela y en noviembre de 1991 por fin tenía la oportunidad de ver al trío sanmiguelino, ya figuras continentales, en el Festival de Rock Iberoamericano Rock Music que se hizo en Caracas. Pero Fito Páez dijo lo contrario.

En la primera jornada, el rosarino exigió cerrar una noche y que nadie más apareciera después de él. Un arrebato que perjudicó a los chilenos, quienes simplemente debieron resignarse y no pudieron tocar. Pero, para respiro de Cristóbal y de un puñado importante de coterráneos en el evento, los hombres de El baile de los que sobran también estaban como invitados de la segunda noche, por lo que ahí pudieron timbrar su revancha, debutar en la capital venezolana y dedicar un par de palabritas a Fito: Jorge González, en un estilo que ni siquiera extraviaba con el aire del Caribe, lo llamó "diva histérica" en pleno escenario.

"Fito puso la máquina y los logró sacar del cartel de la primera noche en Venezuela. Fue una mezquindad de su parte y uno ahí entendió la rivalidad que tenían Los Prisioneros con las bandas argentinas. Pero finalmente verlos en la segunda jornada fue un premio, una emoción total, los había esperado por mucho tiempo. Y siempre me quedó la sensación que era una historia que había que contar", rememora el autor.

Y lo hizo. Desde hace dos años, el también comunicador social y productor se aventuró en la faena de escribir un libro que repasara en detalle la trayectoria internacional de Los Prisioneros, básicamente todos sus espectáculos en el extranjero, las reacciones de los fans y de la prensa en esos países, y cómo esas travesías foráneas fueron capturadas muy a la distancia por los medios chilenos. El resultado está en Latinoamérica es grande, libro que lanza este 16 de octubre en el Cine Arte Alameda, que a partir de esos días estará disponible en distintas tiendas del país y que funciona como una suerte de cartografía de anécdotas y revelaciones sobre uno de los costados menos difundidos de una historia en que ya parecíamos saberlo casi todo.

"Pese a que se ha escrito mucho sobre la banda, sentí que faltaba profundizar sobre eso, que era algo que no se sabía en detalle en Chile y que valía generar un relato complementario a toda la historia que más o menos conocíamos", plantea González.

Además, subraya otro ángulo. Para su investigación, no habló con ninguno de los tres miembros del conjunto y prefirió concentrar el relato en productores extranjeros que contrataron a los santiaguinos, en músicos de otras latitudes que trazaron vínculos de amistad con ellos y, sobre todo, en los fanáticos que pudieron disfrutarlos en su mejor era artística.

El inicio charrúa

Una narración que despega el 23 de noviembre de 1986 en Uruguay, para el festival Montevideo Rock, donde compartieron programación con Os Paralamas do Sucesso, Sumo, Fito Páez, GIT y diversas agrupaciones locales: fue la primera vez de Los Prisioneros fuera de Chile. Ahí el texto incluye una entrevista con Alfonso Carbone, responsable de la cita y posterior mánager de Jorge González.

"Lo interesante de esa salida a Uruguay es que ellos ya estaban en democracia y ven a Los Prisioneros como un grupo que hace cosas muy aguerridas en plena dictadura acá en Chile. Además, en Montevideo la escena era mucho más punkie que en Buenos Aires, donde los grupos sonaban más pop, por lo que los recibieron bastante bien. Les hizo bien estar en un festival y no en un show en solitario", comenta.

Y aunque la prensa uruguaya elogió las letras de la banda, no fueron igual de afables al calificar su sonido: "Musicalmente, no logran ennoblecer su eficaz poética descriptiva", reseñaron un par de crónicas de la época según cuenta el libro.

Pero en Argentina, la bienvenida fue muchísimo más áspera. Su segundo recital lejos de casa fue el 28 de marzo de 1987 en el festival Chateau Rock de Córdoba, donde debieron batallar contra la lluvia, los retrasos de horario, las enormes diferencias técnicas que existían en comparación con los músicos trasandinos y la indiferencia generalizada del público.

La revista Pelo lo ejemplificó así: "Los Prisioneros marcarían uno de los puntos más flojos de todo el evento. La única banda extranjera del festival demostró que su propuesta peca de localista. Fue, en cambio, admirable la paciencia cordobesa para aguantar el extenso set del trío chileno en condiciones no del todo cómodas".

González acota: "Tuvieron un panorama muy adverso en Córdoba, sobre todo tratándose de debutantes. Aunque en Argentina nunca lograron popularidad, sí fueron respetados por los músicos, como Santaolalla, Vicentico o Miranda! Hoy Corazones es algo así como un disco de culto para algunos en Argentina, su álbum más conocido allá. Pero ellos prefirieron entrar en otros mercados donde pudieron pelearla de igual a igual".

Clásicos del Pacífico

Por lo mismo, y según apunta Latinoamérica es grande, el verdadero estallido internacional de los sanmiguelinos sucede en septiembre de 1987 en Perú, para luego seguir por Ecuador y Colombia, esa ruta del Pacífico que siempre los abrazó sin mayores recelos. "En Perú había democracia, pero también corrupción y terrorismo. Por eso la juventud estaba muy desencantada y frustrada, entonces Los Prisioneros ocuparon un espacio vacante que nadie más estaba ocupando. Sus canciones reflejaban muy bien lo que pasaba en las calles de Perú y de gran parte de Latinoamérica", establece González.

Por lo demás, este capítulo incluye un texto del escritor peruano Martín Roldán, quien estuvo presente en varios conciertos de la banda en su país. "Los Prisioneros supieron llegar dentro de los que fuimos jóvenes en los 80. No hay momento en que no me emocionen sus letras. No hay recuerdo en que sus ritmos no estén presentes", escribe en la obra.

El caso peruano le sirve a González para realzar otro foco relevante de su libro: la prensa chilena -por la desinformación propia de la era pre internet o por prejuicio ideológico- casi siempre informó de manera sesgada o errónea de tales incursiones extranjeras. Por ejemplo, para la visita a Lima del 87, pusieron más bien acento en los incidentes aislados sucedidos durante el espectáculo (un par de piedrazos). Una visión que cambió con algunos hitos, como la participación de 1988 en el Concierto de Amnistía Internacional que se hizo en Mendoza y que los juntó con Sting, Bruce Springsteen y Peter Gabriel.

"En Chile hay una mirada de la vida de Los Prisioneros que aborda sus conflictos y sus quiebres, pero este aspecto internacional permite volver a verlos en la producción artística, en el contenido y en el impacto que tuvieron en otras partes, que finalmente es lo central", cierra González.

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