Las estrellas oscuras de Carla Mc-Kay

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Foto: Carla Mc-Kay.

La fotógrafa debuta con su primer libro, Ángeles de pelo negro, un poema visual de amor a la juventud.


Encuadre sabatino: Carla Mc-Kay, pelo negro largo, chasquilla emo, polerón con capucha, lentes de sol marca Jack, aritos con motivos de pentagrama, está sentada en la terraza del café Amadeus fumando un cigarro.

Mientras se toma un té, la fotógrafa, artista visual y profesora, me cuenta que no saldrá de Santiago para las Fiestas Patrias ya que el martes 24 de septiembre es el lanzamiento de su primer libro de fotografías (presentado por Óscar Contardo y Felipe Coddou) y la inauguración de una muestra de su obra en la galería Aquí en el barrio Bellavista.

Casada con el escritor Álvaro Bisama (a quien le dedica la publicación), Mc-Kay vive a pasos de Plaza Italia, en un edificio antiguo ubicado en el Parque Bustamante, donde confluyen estudiantes, parejas de ancianos que pasean tomados del brazo, indigentes que viven en carpas y skaters que realizan piruetas en la cancha de patinaje.

Esta ubicación privilegiada, que sirve para tomarle el pulso a la calle, es un símbolo para entender a una artista que no separa lo que hace de lo que es.

Artista pop nacida en el pueblo minero de Coya, cercano a Rancagua, admiradora del cineasta de culto John Waters y de la cultura del fanzine, hija de un fabricante de guitarras, hábil para las manualidades, dice que hace más de 15 años comenzó a retratar a su gente favorita, la que se viste de negro.

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Foto: Carla Mc-Kay.[/caption]

Chicos y chicas de distintas edades en diferentes ciudades como Valparaíso, Santiago, Puerto Montt, Ciudad de México, Oaxaca y Lima: metaleros, raperos, punks, thrashers, góticos, emos, vampiros o transformistas.

Ángeles de pelo negro, que estrena la colección Calle Florida, dedicada a la publicación de hallazgos visuales, editado por el sello Bastante, es un artefacto estético y literario de colección: 135 fotografías en blanco y negro acompañadas por textos de la escritora argentina Mariana Enríquez, y las chilenas Alejandra Costamagna, Carmen García y María José Viera-Gallo.

La publicación, explica, es un libro político porque se hace cargo del canon de la belleza latina, contraviniendo el cliché que los lindos son los rubios, tomando partido por los jóvenes que no se disfrazan, sino que viven cotidianamente vestidos con ropa negra y poleras de sus grupos favoritos.

Como apunta Enríquez en la contratapa del libro: "No hay nada que explicar. Nos vestimos así porque así nos sentimos por dentro".

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Foto: Carla Mc-Kay.[/caption]

-¿Cómo empezaste a tomar fotos?

-Partí con las cámaras estenopeicas, unas cajitas pequeñitas de cartón. En esa época ni siquiera me interesaban las cámaras. Pero en 2003 empecé a sacar fotos de manera autodidacta porque Álvaro (Bisama) me regaló su cámara, una Zenit, la típica que todos tienen. Ahí compré rollos, cargas en blanco y negro, y empecé a tomar fotos.

-¿Cuándo te diste cuenta de que querías ser fotógrafa?

-No fue una decisión estética. Lo mío fue casual. Yo andaba en la calle tratando de ver algo. Y en un momento me topé con la Cota y Pedro, una pareja de colegiales que estaban sentados en el suelo de la plaza Aníbal Pinto en Valparaíso. De ahí pasó un año hasta que, caminando por Viña, me los encontré de nuevo, y le dije a Álvaro que les tomaría fotos para toda la vida.

Carla comenzó a seguir a la chica que vestía calzas de leopardo y a su pololo punk por la Quinta Región durante varios años. "Así empezó esta historia de amor porque estuve casi cuatro años sacándoles fotos. Les debo todo porque fueron el motor para que yo empezara".

-¿Cómo les pedías que posaran?

-No sabía, poh. Ellos me decían, ¿posamos así? Y yo les decía que bueno, pero entre medio, cuando se hacían las pausas y ellos bajaban los brazos, yo les tomaba las fotos. O sea, de a poco me empecé a meter en los hoyitos, en los espacios que pillaba donde ellos no estaban posando para la cámara.

-¿Cuándo se acabó tu historia con ellos?

-Ellos se conocían desde que eran escolares, pero terminaron cuatro años después que yo les empecé a tomar las fotos. Estuve trabajando con ellos hasta el 2006. En las últimas fotos ella ya sale con el pelo tomado y él con la cara a la vista. Ese fue el final.

-En 2008 te viniste a vivir a Santiago. ¿Cómo seguiste con la fotografía?

-Se acabó la historia de ellos, se acabó nuestra vida en Valparaíso, nos vinimos a Santiago, y yo ya había comenzado a mirar para otros lados.

Guardianes del secreto

Carla le saca el cuerpo al concepto de las tribus urbanas porque le parece cursi y gastado. "Me compré dos libros de fotografías sobre tribus urbanas para no olvidarme nunca de que eso es lo que no me gustaría hacer. Son horrorosos. O sea, si vai una noche a la Blondie, te sale un libro altiro. A mí me gusta retratar a la gente que se viste de negro, pero que anda así por la calle todos los días. Las personas a las que yo les tomo las fotos no andan vestidas con un disfraz.

-¿Te identificas con ellos?

-Yo los veo y me identifico harto. Yo admiro su belleza, su actitud, la ropa que usan, sus miradas. En general, para mí, todos los jóvenes son bellos, algunos no tanto, pero yo los miro con los ojos de que ellos siempre son bellos. ¿Me cachai? Trato de buscarle la belleza a un gótico que está destruido, deprimido, triste. No sé. Creo que es una manera de ver la vida. La gente que se viste de negro a mí me gusta. Son de una rudeza falsa porque son todos súper vulnerables. Es gente joven que siente que guarda un secreto.

-El título es muy bueno. ¿Cómo se te ocurrió?

-Un día, en mi casa, estaba haciendo unos prendedores con unos angelitos que había comprado, y sin darme cuenta, les empecé a pintar el pelo de color negro con pintura de uñas. De repente, me dije: "¡qué lindos son los ángeles de pelo negro!"; y ahí casi me muero porque nunca antes se me había ocurrido un nombre ni un título para nada.

-¿Es este un libro político?

-Sí. Es un libro político porque es sobre gente que está en la calle. No son las personas más lindas ni cuicas ni taquilleras. Son personas que nadie va a mirar o que, a lo mejor, la gente les hace el quite porque se asustan con sus looks. Los escogí porque cada uno de ellos me enamoró.

-¿Ángeles de pelo negro es una especie de álbum familiar?

-Yo viviría entre medio de esa gente. Yo creo que el libro tiene una mirada política sin querer porque yo no ando con el discurso de estar haciendo fotos de verdad. Por ejemplo, el fotoperiodismo que aparece en el World Photo Press y que usa las fotos de niños llorando, no me gusta para nada. Para eso, mejor veo las noticias. Yo no soy técnica. No me importa si me sale una foto corrida. A mí lo que me interesa es que la gente que retrato esté viva.

-Claudio Bertoni saca fotos desde la altura del ombligo por timidez y tiene un encuadre errático. ¿Te gusta su trabajo?

-Me gusta mucho lo que hace Bertoni. La poesía, la fotografía y su trabajo como artista plástico. De hecho, yo hice mi tesis en él. Pero si tuviera que elegir una fotógrafa, sería Paz Errázuriz. Ella es la reina. Sus fotos son las imágenes más vivas que he visto. Además, el trabajo en conjunto que hizo con Diamela Eltit en El infarto del alma es precioso. Encuentro súper potente que un fotógrafo se encuentre con un escritor. Ese libro es como una biblia.

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