La película que desnuda los abusos en la Iglesia francesa

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El 26 de septiembre se estrena Gracias a Dios, filme ganador del Oso de Plata en Berlín sobre el caso de delitos sexuales por el que fueron condenados un ex sacerdote y el arzobispo de Lyon.


Cuando en febrero de este año la película Gracias a Dios (2018) se exhibió en el Festival de Cine de Berlín, un anuncio antes de los créditos finales informaba que el arzobispo de Lyon aún esperaba su juicio para marzo. Era una película contingente en el más exacto de los sentidos, basada en hechos aún en movimiento. El cartel perfectamente podría haber dicho también "noticia en desarrollo".

Hoy, la noticia es ésta: el arzobispo y también cardenal Philippe Barbarin renunció a su cargo después de que la justicia lo encontrara culpable de encubrir los abusos sexuales contra menores de edad cometidos por el sacerdote Bernard Preynat. Y hay más informaciones, ocurridas recién en julio: a Preynat se le aplicó la pena más alta de la Iglesia Católica y fue despojado de su calidad de clérigo.

La película del realizador galo François Ozon (1967) pasó de ser una crónica impecable de la causa de las víctimas de los abusos de Bernard Preynat a ser parte de esa misma batalla. Algo así como untestigo revelador de una disputa judicial por esclarecer la verdad y aplicar la justicia. No por nada, la Iglesia Católica francesa intentó impedir infructuosamente su estreno comercial en ese país el 20 de febrero: sus abogados alegaban que su exhibición podría influir en la opinión pública justo a un mes del juicio contra el cardenal Barbarin. Bueno, al parecer influyó sobre todo el mundo.

Dividida en tres partes que al mismo tiempo retratan a tres de las víctimas de los abusos sexuales durante su niñez en los años 80, Gracias a Dios se toma su tiempo para contar una historia con evidentes paralelismos con el caso Karadima en Chile. La película, que se exhibió en la pasada edición del Festival Sanfic, se estrena el jueves 26 de septiembre en el país.

El largometraje es directo, ágil y efectivo, pero no por eso superficial. Por el contrario, hay cierta ironía en la descripción de algunos personajes vinculados a la Iglesia y el título sugiere algo al respecto: proviene de una expresión del propio arzobispo Philippe Barbarin cuando afirma que "gracias a Dios los crímenes del padre Bernard Preynat han prescrito".

Es la misma escena donde un periodista, en plena conferencia de prensa, lo increpa: "Acaso no se da usted cuenta que 'gracias a Dios' quiere decir 'afortunadamente'". Philippe Barbarin (François Marthouret), que al principio de la historia parece ir dispuesto a fondo en la investigación a Preynat, tiene una idea resbaladiza del lenguaje. En otra escena le comenta a una de las víctimas que no es apropiado referirse a Preynat como un pedófilo. Etimológicamente, le comenta, pedófilo quiere decir alquien que quiere a los niños.

Desde ahí en adelante, el denunciante trata a Preynat como "pedosexual". Al menos mientras busca que Barbarin castigue al cura abusador.

Tres caminos contra el abuso

Quien se comporta en forma tan obediente con Barbarin es Alexandre Guérin (Melvil Poupaud, actor habitual en el cine de Raúl Ruiz), un buen samaritano con cinco hijos que aún cree en Dios, pero quiere que el pedófilo pague. Es el año 2014 y al enterarse de que el sacerdote está vivo y sigue juntándose con niños, Guérin busca justicia dentro de la propia Iglesia Católica.

En su niñez integró los grupos de scouts del pederasta (Bernard Verley en su vejez e Yves-Marie Bastien su adultez), donde sufrió vejaciones sexuales mientras estaba en un campamento de fútbol en Portugal.

Se reúne un par de veces con el cardenal Philippe Barbarin, que primero le promete todo y luego lo decepciona: no hará nada contra el acusado. En ese momento, Guérin decide ir a la policía y el capitán Courteau (Frédéric Pierrot) se hace cargo de su caso.

La película abre y cierra cada una de las historias para ir mostrando tres actos con vidas bastante disímiles, pequeñas cápsulas representativas de las relaciones de la iglesia con la ciudadanía. Así aparece François Debord (Denis Ménochet), a quien interroga Courteau. A diferencia de Guérin, que no tuvo el apoyo de sus ultraconservadores padres, Debord sí tuvo a una madre que encaró a Preynat.

El sacerdote de los scouts se arrepintió en ese momento por escrito y esas son las pruebas que la policía y la justicia utilizará ahora en su contra. Debord, combativo y ateo, forma un movimiento que se llama La Palabra Liberada y que a la larga reunirá a más de 70 abusados por Preynat.

En este grupo también está la tercera víctima: se trata de Emmanuel Thomassin (Swann Arlaud), hombre en conflicto consigo mismo y con la vida, algo enfermizo y con una relación afectiva tormentosa. Su coeficiente intelectual es de 140, pero su inteligencia emocional es todo lo contrario. Para él, la herida que dejó Preynat es para siempre.

A todos los mueven las ganas de que el religioso se mida con la justicia y ninguno cree en los secretos y las puertas cerradas de la iglesia. Están hartos de las verdades a medias. Hace 30 años, después de cada encuentro sexual forzado, el clérigo les decía: "Quiero que éste sea nuestro secreto". En esta película ya no hay más.

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