Federico Jeanmaire: "El lector siempre es un desconocido"

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Federico Jeanmaire.

El premiado escritor argentino visita Chile como invitado a la Cátedra Abierta en homenaje a Roberto Bolaño de la UDP, la que se imparte el martes 10 de septiembre (11:30 horas, Biblioteca Nicanor Parra). De identidad y del lenguaje, de minorías, de chinos, de enanos y diferencias hablan sus libros.


Voces, voces más o menos extrañas, voces que se cruzan sin alcanzarse, voces que parecen dialogar pero en realidad sólo una habla. En el confesionario una mujer le conversa a un sacerdote, pero su confesión se debe menos a la necesidad de absolución que de expresar su angustia por la soledad con la muerte de su pareja. Encarcelado, un enano debe explicar a las autoridades su participación en un incidente ocurrido en el barrio privado que ha creado con un amigo. Una adolescente china lleva un diario en un idioma que es y no es el suyo, de vuelta a la tierra de su infancia y de pérdidas dolorosas.

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Enanos strippers. Si tienen suerte pueden fundar un barrio exclusivo.[/caption]

Dicho así, podría sonar todo muy severo, pero la literatura de Federico Jeanmaire (1957) es cualquier cosa menos lúgubre y suele tender al desvarío. Por ejemplo, en Amores enanos (Anagrama, 2016) se cuenta, en la voz de uno de ellos, la historia de un par de enanos que quedan sin empleo. En un sorpresivo golpe de suerte, se convierten en las estrellas del espectáculo de strippers de un club nocturno (se disfrazan de Batman y Robin, dan giros por el escenario gritando batmanrobinescas expresiones como "santo calor" o "recórcholis") y se hacen ricos. Deciden usar el dinero para construir un barrio cerrado exclusivo para enanos, pero el diseño de sus normas (se prohíbe la palabra enano y la entrada de las personas altas, entre otras cosas) será fuente de conflictos. Hasta que la aparición de una alta periodista lo cambia todo.

O bien, un periodista jubilado de apellido Fernández va al lugar de los hechos para desentrañar un suceso policial en Fernández mata a Fernández (2011; Tusquets, 2019). Todos los personajes tienen el mismo apellido y todos hablan en sintonías diversas. El libro carece de narrador, pues está hecho de diálogos (diálogos para explicar lo que pasa o para no explicar lo que pasa) porque nadie escucha a nadie.

Por otra parte, Jeanmaire tiene un lado más "circunspecto" en su trabajo académico: ha sido un estudioso e investigador del Siglo de Oro y especialmente de El Quijote: ha escrito una introducción a su lectura, a lo que se suma una más juguetona autobiografía ficticia de su autor.

-¿Le gustaría que el espíritu cervantino soplara en sus novelas?

-Sí, claro. De hecho, sospecho que en cada una de mis novelas hay algo cervantino. O mucho, en el mejor de los casos.

-¿Qué opina de la literatura "seria" o de los autores que se toman muy en serio a sí mismos?

-Yo no me tomo muy en serio en lo personal. Creo que la seriedad es algo que tiene que ver con la práctica de la escritura, no con la figura del escritor. No, definitivamente no me gustan los escritores que se toman en serio a sí mismos.

-Un personaje suyo dice que al escribir no le importaban los lectores, lo que le importaba era inventar, crear. ¿Cuánto le importan a usted los lectores?

-Me importan los lectores. Me importa que los haya para mis libros. Pero no pienso en ellos a la hora de escribir. Ni en uno en particular ni en la posible totalidad lectora. Escribo lo que quiero de la manera en que puedo escribirlo. Sin pensar en nada que quede lejos de lo que estoy escribiendo. En el fondo, resulta imposible pensar en un lector cuando se escribe. El lector siempre es un desconocido.

-¿Es sólo coincidencia la actual proliferación de Fernández en la política argentina con el título de su novela Fernández mata a Fernández?

-La novela se publicó por primera vez en 2011. Y el motivo de que todos los personajes se apelliden Fernández tuvo que ver con el momento político: había Fernández tanto en el gobierno como en la oposición. Por supuesto, Tusquets acaba de reeditarla a partir de la fórmula Fernández-Fernández.

Lenguaje y diferencia

"Amamos y odiamos aquello que no conocemos, sólo pasa que el amor nos acerca y el odio nos aleja de ese otro desconocido", le dice su abuelo chino en el pueblo de Suzhou a la narradora de Tacos altos (Anagrama, 2016), una jovencita china de 15 años que vivió sus primeros 10 en Argentina, donde su padre tenía un supermercado. La muerte del padre (su supermercado es asaltado y quemado) la lleva a China, pero debe trabajar y una de las opciones, por su manejo del castellano, es como traductora para una negociación que la lleva de vuelta Buenos Aires. Allí escribe en castellano —en un desacostumbrado tiempo presente que correspondería al idioma chino— un diario. No es su única preocupación por la lengua. Ella anota: "Quizás escribir sea esto. Una enorme máquina que funciona con recuerdos y que dentro de su propio mecanismo interno, necesita recordar no solo los hechos que suceden sino también las palabras lindas, que la gente no utiliza demasiado".

Y la lengua, el idioma, es central en muchos de los libros de Jeanmaire. Así, para la protagonista de La creación de Eva (Tusquets, 2018) no es fácil lo que ella llama "el tema de las géneras". No, no es que tenga problemas de modulación ni sea un personaje del "Jappening con Ja"; lo que ocurre es que es una transexual que ha inventado una versión propia del lenguaje inclusivo: "Los hombres terminan sus palabras con la o y la mujeres las terminamas con la a", le explica a su confesor.

Detrás de la aproximación con no poco de cómico aparece algo que no lo es: que el lenguaje muestra lo mismo la aparente protección o cuidado que el temor a lo diferente.

-¿Le intriga el problema de la identidad y las minorías? Aparecen la identidad sexual y la minoría transexual en La creación de Eva; la identidad cultural y de idioma en Tacos altos; la identidad, cómo llamarla, de estatura en Amores enanos….

-Me interesa mucho el tema de la identidad y también el de las minorías. Aunque quizá sea más correcto responder que me interesaron mucho en un determinado momento. Tengo momentos. Me interesan determinadas cuestiones y escribo apasionadamente sobre ellas. Ahora, por ejemplo, estoy interesado en la vejez y en la muerte.

-También hay implicaciones idiomáticas. En Fernández mata a Fernández alguien corrige a otro que lo llama "portero": es "encargado"; en La creación de Eva, la protagonista desarrolla su propia versión del lenguaje inclusivo.

-Sí, en casi todos mis libros se plantea alguna disrupción respecto de la lengua. Es mi manera de decir, de algún modo literario, que la lengua funciona como una máquina, que por lo general no pensamos en lo que decimos. Llamar la atención sobre el asunto. Y hacer reflexionar al lector acerca de ese uso. Instalarle un problema, a partir de quitarle cierta comodidad a la lengua que utiliza casi sin pensar.

-Y en Amores enanos el narrador afirma que los enanos son una minoría que no ha logrado derechos ni cambios de lenguaje para no ofenderlos, como otras minorías. Entiendo que hay quienes hablan de "gente pequeña".

-Gente de baja estatura es la manera en la que quieren ser llamados. Pasa hace muy poco tiempo en el castellano. En otros idiomas, por ejemplo en alemán o en holandés, ya lleva más tiempo, está más cristalizado. Pero en castellano está costando un poco más. Luchar por un cambio en las palabras que los marcan, me parece el inicio de una transformación del trato social que reciben. Apenas un inicio.

-En sus libros suelen figurar aparentes conversaciones que son en realidad monólogos o diálogos de sordos. ¿Piensa que en nuestra era hay problemas de comunicación?

-La soledad y la incomunicación aparecen, de una u otra forma, en casi todos mis libros. También creo que la gente no suele dialogar, que prefiere monologar. Que los diálogos, por lo general, sólo son una suerte de choque entre monólogos. Pero no lo atribuyo a la era en la que vivimos, me da la impresión que es algo que ocurrió siempre y que esa incapacidad, muchas veces, suele terminar en más soledad y en violencia.

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Barrio chino en Buenos Aires. [/caption]

-En Fernández mata a Fernández, un personaje se entera de un crimen comprando en el supermercado atendido por un chino. En Tacos altos la narradora es una china criada en Argentina donde su padre manejaba un supermercado. ¿Tiene usted una obsesión con los supermercados, con los chinos o con ambos?

-Obsesiones tengo muchas, pero no creo que esta sea una de ellas. El hecho es que en Argentina habitan más de doscientos mil chinos y la mayoria de ellos son supermercadistas. La presencia china, en mi país, es cotidiana, constante, por eso, supongo, aparecen en mis novelas.

-Le pregunto por los chinos también porque en la novela en que todos los personajes se apellidan Fernández, uno de ellos recuerda que en su familia se decía que los Fernández son dueños del mundo. Si se suma: todos iguales más dominar el mundo, imposible no pensar en los chinos…

-Es cierto. En realidad, Fernández mata a Fernández se me ocurrió durante un viaje a China.

-Tacos altos está contada en un presente continuo. La narradora afirma que en la lengua china no existen los tiempos verbales. ¿Es esta información efectiva o es parte de la ficción?

-No, es una información efectiva. El chino no tiene tiempos verbales, sólo tiene palabras que avisan si el hablante está refiriéndose al pasado, al presente o a futuro.

-La narradora del mismo libro escribe "sospecho que hay un momento de la vida en el que cada hombre o cada mujer descubren quienes son". Hay también una venganza familiar. Ambas cosas recuerdan a Borges, ¿o es sólo una impresión?

-Me encanta esa impresión. No lo había pensado. Claro que Borges está tan metido en lo que uno escribe, que bien puede ser. Uno escribe con muchos escritores a su alrededor, en mi caso, Borges, Cervantes o Sarmiento son algunos de ellos.

-¿Le simpatiza la madrastra de Blancanieves?

-Madrastra es una de esas palabras que han quedado viejas. Las madrastras eran una excepción, hoy son casi la norma y se las llama "la pareja de mi padre". Blancanieves fue importante en la escritura de Amores enanos. La pareja del padre también, aunque no sé si me gusta.

-¿Y Batman y Robin?

-Batman y Robin son una pareja fundamental de mi infancia. No podían no aparecer en Amores enanos. En tanto niño, yo también fui una "persona de baja estatura".

-¿Considera a Fuentes y Vargas Llosa unos gigantes literarios? Entre los pequeños inquilinos del barrio referido en Amores enanos figuran un Carlos Fuentes y un Mario Vargas.

-Me parecen dos grandes escritores. Por eso forman parte del barrio. Y también, quizá, porque ambos se han tomado la figura del escritor con demasiada seriedad.

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