Andy Summers: "Estábamos felices de tocar en Viña, aunque eran días difíciles"

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El guitarrista trae los clásicos de The Police, ahora junto a dos brasileños. "Una banda tributo pero que me tiene a mí", dice el músico, de estrecha relación con Sudamérica desde los días en que debutó en la Quinta Vergara.


Cuando entró a The Police, en 1977, Andy Summers tenía diez años más que sus compañeros y una experiencia musical mucho más amplia. Guitarrista desde la adolescencia, tocó en la escena del jazz de Bournemouth, se perfeccionó en la UCLA y pasó por diversos grupos de rock -como The Animals y The Soft Machine- antes que el destino o la suerte quisieran que tomara el mismo vagón del metro londinense que Stewart Copeland, una tarde cualquiera de mediados de los 70. El baterista lo presentó ante Sting, quien impresionado por su talento lo convenció de unirse al trío que por entonces completaba Henry Padovani, guitarrista de recursos limitados y breve paso por la banda.

Así comenzó la década en que The Police dominó el mundo, antes de un quiebre en 1986 que para Summers fue prematuro, según declaró en sus memorias de 2006 (One train later). Tal vez por lo mismo, en paralelo a sus múltiples inquietudes artísticas -como la fotografía- nunca ha dejado de tocar los clásicos del trío, a veces solo, otras con sus excompañeros y ahora con Call The Police, el proyecto que creó hace dos años junto a los brasileños João Barone y Rodrigo Santos, baterista de Os Paralamas do Sucesso y exbajista de Barao Vermelho, respectivamente.

"Una banda tributo a The Police, pero que me tiene a mí", aclara con una carcajada Summers, por si no había quedado claro.

Con ellos regresa a Chile el 6 de septiembre, para presentarse en el Teatro Caupolicán. Una tierra que el británico pisó por primera vez hace 37 años, en el inolvidable paso de The Police por el Festival de Viña con la gira de Ghost in the machine. "Estábamos muy felices de estar en Viña del Mar, aunque eran tiempos difíciles por allá, eso lo recuerdo bien", rememora el guitarrista sobre el hito que marcó a una generación de chilenos, y que junto a su debut en Argentina, en 1980, fueron claves para la explosión del rock latino a ambos lados de la cordillera.

¿Fue extraño para ustedes participar de este festival televisado, perseguidos por la prensa, en un país bajo dictadura?

La verdad, todo era extraño para nosotros por esos días. The Police en ese momento era la banda número uno del mundo y todo lo que ocurría alrededor nuestro era loquísimo. Pero lo disfrutamos. Yo al menos lo disfruté.

¿Es muy distinto tocar esas mismas canciones ahora junto a otros compañeros?

Claro, es algo más o menos distinto y esa es la magia de la música, que no es una fórmula. Ellos son grandes músicos y Rodrigo es un gran cantante, pero las canciones tienen ahora una forma algo más suelta que me permite hacer solos de guitarra, podemos improvisar y ellos son muy buenos en eso. Tienen la capacidad de tocar libremente o seguirme si es que salgo de la estructura. Es algo bastante abierto y cada noche es más o menos distinta.

¿Cómo y cuándo se conocieron?

Trabajo hace muchos años en Brasil. De hecho, tengo una especie de mánager en Rio de Janeiro así que he hecho toda clase de proyectos musicales allá y he tocado rock, algo de bossa nova, de todo un poco. Este mánager empezó a trabajar con Rodrigo por lo que naturalmente nos terminamos conociendo, y de entrada me dijo que era fan de The Police cuando joven. Así comenzamos a hacer algunas cosas juntos, tuvimos un par de apariciones en televisión y todo fue creciendo de forma natural. Se fue volviendo evidente que podíamos hacer algo más y ahí surgió la idea de sumar a João de Paralamas, que le dio otro impulso al proyecto. De hecho, tiene sus propios fans.

Es llamativo su vínculo con la música latinoamericana. Ha tocado junto a muchos brasileños, grabó con Gustavo Cerati, fue uno de los pioneros en unir reggae y rock. ¿De dónde surge este interés?

Ya desde niño tocaba algunas cosas de bossa nova en guitarra y a medida que fui creciendo y la fui entendiendo mejor se transformó en una gran influencia. Musicalmente es algo muy importante para mí. Además, he tocado por muchos años en Sudamérica y siempre lo he disfrutado mucho. Pero no creo ser experto en folclor o en la música tradicional americana, simplemente creo que cuando te dedicas a esto y recorres el mundo haciendo esto, comienzas también a aceptar y recibir todo tipo de influencias. En ese sentido nunca he sido solamente un músico de rock, me interesan muchas más cosas.

¿Cree que ya pasó el tiempo del rock, de las guitarras?

Está esa visión más fatalista pero no la comparto. Me encanta la guitarra, ha sido siempre una parte importante en mi vida y creo que a la gente todavía le gusta, que todavía no logra ser reemplazada por un maldito iPad o un teléfono. Posiblemente ahora esté en un lugar distinto y eso obviamente es muy triste, para mí la guitarra siempre ha sido un refugio y un consuelo, ajena a lo que pueda estar pasando en mi vida. Incluso algo saludable. Es mucho más real que mirar la pantalla de un computador (ríe).

¿Cree por lo mismo que es importante seguir tocando temas como Roxanne o Message in a bottle? ¿Lo disfruta igual que antes?

Es que son grandes canciones, esa es la verdad. Y mientras las tocamos puedo hacer lo que quiera. Soy un músico creativo y me gusta agregarles cosas, tocarlas en mi estilo y con las habilidades que tengo y por las que he trabajado. ¿Qué mejor que hacerlo frente a gente que realmente disfruta escucharlas? En Chile siempre me ha gustado tocar y creo que es importante volver.

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