Ariana Harwicz, finalista del Man Booker International Prize: "No escribo pensando en el feminismo, en el antifeminismo o en la moda"

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Ya antes de su cuarta novela había llegado el reconocimiento con los premios y con su arribo a Editorial Anagrama. Harwicz es parte de una generación de escritoras trasandinas que está siendo traducida y premiada, aunque ella dice que esto excede a lo argentino y a lo latinoamericano, y que es un fenómeno mundial, un boom de la literatura escrita por mujeres. Degenerado, su última novela, trata de un pedófilo, a quien la autora decidió darle la voz de la narración.


Ariana Harwicz (1977) es una escritora argentina con cuatro novelas publicadas: Mátate, amor, La débil mental, Precoz y Degenerado. Con la traducción de la primera (Die, my love) fue finalista el año pasado del prestigioso Man Booker International Prize junto a las escritoras francesas Virginie Despentes y Laurent Binet; un año antes había llegado a la misma instancia otra autora trasandina, Samanta Schweblin, con Distancia de rescate. De este modo Harwicz se ha convertido, dentro del panorama de escritoras argentinas y latinoamericanas (Gabriela Cabezón Cámara, Selva Almada, Mariana Enríquez, entre otras), en una voz a tener en cuenta en el circuito internacional. Consecuencia de esto fue su llegada a Editorial Anagrama.

Esta autora estuvo casi un mes en Buenos Aires, promocionando su nueva novela, Degenerado, que trata de un pedófilo de un pueblo de Europa que es encarcelado y enjuiciado. Escrita de manera coral, la voz del victimario es la protagonista, cosa que refuerza el carácter provocador de la novela, en una época donde la sociedad cada vez está más intolerante ante pedófilos y violadores en general. De hecho, el escritor Martín Kohan, que fue uno de los presentadores de la novela en Buenos Aires, pasó un mal rato en las redes después de que se publicó el texto de la presentación en revista Ñ.

Harwicz es madre de dos niños, de los que al inicio de esta entrevista está pendiente, antes de que la abuela se haga cargo de ellos. Son momentos intensos para ella, son sus últimas horas en Buenos Aires antes de regresar a París, y está dando esta entrevista en el marco de la octava versión de la Feria de Editores. Por suerte, pese al invierno, hay buen clima y nos sentamos en el patio de la Ciudad Cultural Konex, a pocas cuadras del Abasto.

-Degenerado no sólo es una novela de un pederasta y de un maldito, sino que además le das la voz a él. ¿Cómo fue que tomaste la decisión de hacer hablar al victimario y no a la víctima?

Me pareció interesante, un riesgo literario, justamente por la época, dar la voz al victimario, porque ya hay muchos libros narrados desde el padecimiento de la víctima, del dominado, y pensé cómo puedo hacer para tomar el riesgo de construir algo de lo que ideológicamente yo no me siento identificada. Y no estar identificada ideológicamente con el personaje me parece que es lo mejor que le puede pasar a un escritor, y entonces me dije: Contalo desde el banquillo de los acusados, defendé al victimario. Y al hacer eso parecía que tomaba un riesgo político que iba un poco contra el sentido común.

-Habitualmente cuando se le da la voz a los victimarios, hay consecuencias para el autor. El poeta chileno Bruno Vidal publicó en 2004 un libro donde le daba la voz al victimario de violaciones de derechos humanos y fue muy polémico. En estos temas que son delicados entregarle la voz al victimario era igualmente complejo.

Toda escritura es política, lo que pasa es que unas son más evidentemente políticas que otras, pero el problema es la lectura; se lee mal, se identifica al narrador con el autor, pero son todas falsas identificaciones. Yo no sé nada de pedofilia, o no más que vos; yo no sé nada de maternidad [habla por Mátate, amor, que arranca con una escena que se inscribe dentro de eso], no más que vos; yo no sé nada de puerperio o infidelidad, es un constructo, es una mentira. Quiero decir que en la novela hay puesta una verdad literaria, una verdad artística, entonces es lo que yo siempre digo: mi comportamiento cívico, mi ética por así decirlo, no tiene que ver con lo que escribo; cuando escribo no me identifico con quién soy en la vida, porque no es lo mismo escribir que vivir. Entonces entiendo que a veces pasan esas confusiones, pero yo tomo el riesgo. De hecho creí que me iban a linchar con esta novela, así que entiendo lo que decís.

-Pero hay una cosa que te salva del linchamiento y es que el tipo no tiene redención, es culpable de principio a fin.

Sí, pero para mí también fue difícil construir, sobre todo por este clima de época que menciono, y llevar al extremo la verdad de este personaje, sin titubear, tratando de darle mayor rigor, la mayor verosimilitud, y sostener todo el rato el argumento del lado del victimario, nunca poniéndome en el lugar de las víctimas, que aparecen caricaturizadas, desvirtuadas, llorando, y sí, al final, lo linchan, lo ponen en la silla eléctrica, pero se nota un poco que es una burla, una ironía, porque una silla eléctrica en el siglo XXI en un pueblo es algo fantasioso, no es realista.

-El pueblo parece quedar en Europa, pero por cómo está narrado parece que estuviera en el interior de Argentina o en un algún lugar de Latinoamérica. ¿Fue premeditada la elección de un pueblito?

Sí, pero uno puede deducir que es Francia, aunque uno no está seguro si se trata de un país del este europeo o es España, o es el interior de algún lugar de Argentina, me interesaba cómo funcionaban los linchamientos públicos y ver qué pasa cuando a alguien justa o injustamente se le acusa de algo, y ver cómo reaccionan los vecinos, cómo funciona el coro griego, cómo reaccionan los que supuestamente son normales frente a un criminal, frente a un monstruo, en definitiva cómo se dan esas operaciones, me daba lo mismo que fuera de un pueblo de acá de Santa Rosa [provincia de La Pampa] o Rosario, o en un pueblito francés del medioevo. Entonces sí, fue a propósito que fuera un pueblo, donde además el linchamiento es peor, porque todos se conocen, son como una familia.

-Hay una cosa que podría disculpar a este tipo, a este monstruo, y es que supuestamente él también fue abusado cuando chico, entonces como que se plantea el interminable ciclo del abusado-abusador.

No se sabe a ciencia cierta si efectivamente fue abusado, pero se deja entender, se da como una de las pistas, que es además parte de toda su argumentación: "Yo hice esto porque... me violaron, estuve en la Guerra, mi madre fue abusivo, mi madre fue mi…". Siempre el criminal tiene su defensa, sus atenuantes. Más que ser una realidad es parte de su argumentación.

-Me pareció que Magnetizado, de Carlos Busqued, y Degenerado, ambas publicadas en Anagrama y ambas escritas por argentinos, están emparentadas, porque abordan la figura de un paria y también porque le entregan la voz al victimario. Claro, se puede decir que Busqued lo hace más desde la no ficción, porque el criminal existe, y tú desde la ficción.

Sí, leí la novela, pero además vi muchos documentales, muchas películas, que tienen en primera persona a un criminal, a un demonio, a un monstruo, pero Busqued usa el procedimiento de la entrevista, lo mío es mucho más fantasioso, más teatral, es una opereta, porque es una primera persona desbordada en un monólogo, entonces no hay una entrevista ni nada, es una pura subjetividad, tampoco hay alguien que medie. Ahora siempre la figura de los pedófilos en el arte ha sido algo problemática, desde Lolita, de Nabokov. Cito Lolita por esto que te decía al comienzo, que se tiende a confundir la moral que debe tener un ciudadano en la vida pública y la moral que se debe tener en el arte. Para mí, lo único que hay en el arte es una gran libertad y lo que cuenta es el rigor y las leyes que lo rigen a ese arte. Pese a haber visto películas y leído algunos libros, no me basé en eso para hacer Degenerado; lo mío, reitero, es más teatral.

-Y a la vez lo tuyo es un barroco contenido, por estas voces que se cruzan en la narración. Hay una oralidad, que no son diálogos, porque esa oralidad es la prosa de la novela. ¿Hubo un trabajo de montaje con esta oralidad?

Yo creo que todas mis novelas –Mátate, amor y Precoz, pero esta tal vez más– tienen esa intromisión dentro de esta alocución o monólogo infinito, esto de infiltrarse estas otras voces: la madre, la amante. No sé, quizá es porque no me salen los diálogos ordenados, siempre es una única subjetividad que está cruzada por muchas voces, como si la mente le hablara a esa subjetividad, pero él, me refiero al protagonista de esta novela, no reconoce a los que lo acusan o al pueblo o a las víctimas como una otredad, todas son provocaciones de su mente.

-Tú vives en Francia, tu lengua es el castellano, eres argentina. ¿Cuál es tu tradición literaria hoy día?

De algún modo hay algo raro. Como yo me formé en Argentina, todos los escritores que hacen a nuestra tradición de años, décadas, siglos pasados, son mi formación académica, pero hoy leo a los contemporáneos de acá de Argentina. Sin embargo, en Francia voy hacia siglos pasados, hay como un desfasaje temporal que también es propio de la experiencia de vivir afuera. Estando allá leo a los contemporáneos de acá, pero de los franceses leo cualquier cosa de siglos pasados, por lo que no estoy al tanto de lo que escriben contemporáneamente en Francia.

-Perteneces a una generación de narradoras argentinas muy potente: Samanta Schweblin, Gabriela Cabezón Cámara, Selva Almada, Mariana Enríquez. Generación que está siendo reconocida internacionalmente, se les traduce y a veces se le premia. ¿Cómo evalúas este fenómeno?

Me parece que ocurre algo con las narradoras mujeres no diría que latinoamericanas o argentinas, porque es un fenómeno que también pasa con narradoras africanas, asiáticas, hay un montón de ellas siendo traducidas, publicadas, premiadas, oídas, visibilizadas. Parece entonces que no es propio de Argentina, sino de las mujeres, y tal vez para darme cuenta de esto ayuda que yo viva allá, hay cierto cosmopolitismo que me hace ver que esto atraviesa a otras culturas.

-¿Cuál es tu visión entre la escritura y el feminismo y el modo en que se conectan?

Yo no leo hombres o mujeres, no estoy siempre pensando: Uy, estoy leyendo una mujer. No, a mí me interesan determinados libros, determinados sistemas de pensamiento, determinadas poéticas, determinadas estéticas, pero no pienso en términos de sexo, género, tampoco de época. Entonces mi deseo sería no ser leída con esos patrones, que no se acceda a mi escritura desde ahí. No escribo pensando en el feminismo, en el antifeminismo o en la moda, no escribo pensando en eso, trato de que todo eso no entre en la escritura, trato de desecharlo, ir en definitiva hacia un territorio de mayor libertad.

-Por último, ¿Anagrama ha sido importante en esta nueva etapa con esta nueva novela?

Para mí ha sido muy importante. Yo elegí Anagrama, me interesó, porque todos hemos crecido con el catálogo. Era como un lugar muy deseado y me parecía que era un catálogo que daba una enorme libertad, una enorme amplitud de literatura, y creo que no me equivoqué, que ahí voy a encontrar un lugar para mis libros en España y en América Latina. Me dan además una enorme libertad a la hora de corregir, de pensar la lengua, porque no se estandariza para poder publicar en todos lados, se respeta la lengua de cada autor, sea cual fuera.

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Degenerado de Ariana Harwicz.[/caption]

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