Charly García está agotado

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Charly García nunca ha inventado nada en materia de rock pero siguió como el mejor de los alumnos las instrucciones del género. Puso a prueba su resistencia, cruzó los límites de lo que el cuerpo y la mente podían aguantar quedando irremediablemente dañado.


El mail grita en mayúsculas CONCIERTO DE CHARLY GARCÍA AGOTADO por el regreso a Santiago del ídolo argentino el próximo jueves con la gira La Torre de Tesla. Rastrear imágenes, clic en videos de este año, registros de febrero en el teatro Gran Rex de Buenos Aires. Charly sentado al piano lleva unos audífonos de casco sujetos por un cintillo como los usaba Keith Moon de The Who para que no salieran disparados de su cabeza agitada. Los dos se dieron durísimo. Uno murió. El otro sobrevive.

En el video Charly canta "No llores por mi, Argentina". Se mueve entre dos micrófonos en esa especie de fuerte de teclados sentado en un sofá de mullido respaldo que lo guarece en escena como una estación de trabajo siempre caótica, una central energizada por canciones clásicas. El rostro luce abotagado. La voz es un espejismo, rasgada, irrecuperable. Hay coros que deja pasar mientras busca con la mirada a la cantante Rosario Ortega, la hija de "Palito" Ortega, el primer héroe del pop rock argentino que ha sido clave en su recuperación. "Me salvó la vida", declaró Charly en 2013 tras ser acogido en su casa para intentar limpiarse.

A pesar de la precariedad de la imagen y el sonido la filmación captura algo invisible pero palpable. Esos coros, esa voluntad de la gente por cantar junto al ídolo, es también una máxima expresión de compañía, feedback y cariño entrañable. La gente sabe perfectamente que Charly García ya no es el mismo. Sigue siendo un tipo extraordinariamente lúcido -"yo era un genio de chiquito", me dijo en una entrevista sin pizca de soberbia- pero el cuerpo ya no acompaña, cáscara de huesos y pellejo que reacciona tardía y marchita a una mente que se adelanta a sus reflejos.

"CHARLY GARCÍA AGOTADO" proclama el mail y las lecturas funcionan de ambas maneras. Charly está agotado y el público agota para verlo porque la intención es darle las gracias, cantar junto a él las canciones que ya no puede como si llevaran al héroe en andas, conscientes de que ya hizo cuanto podía y dio lo mejor de su talento. Charly abrió caminos para el resto y todavía hace el aguante, esa expresión tan transandina y tan cierta en este caso. Nosotros ya no tenemos esa suerte, por ejemplo, con Jorge González, un perfecto equivalente en nuestra historia musical.

"Los cantores de radio pueden desaparecer / los que están en los diarios pueden desaparecer", canta Charly en Los dinosaurios, sobre tantas posibilidades de giros radicales en la vida incluyendo la partida de la persona que amas y los amigos. Tiene algo de paradoja porque esa y tantas otras canciones suyas nunca se desvanecerán, tampoco su figura y cuanto representa en el cancionero latinoamericano.

Charly García nunca ha inventado nada en materia de rock pero siguió como el mejor de los alumnos las instrucciones del género. Puso a prueba su resistencia, cruzó los límites de lo que el cuerpo y la mente podían aguantar quedando irremediablemente dañado. Sin embargo se resiste a apagar los amplificadores y abandonar el escenario. Si eso no es rock & roll, entonces qué.

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