Valenzuela Llanos y su legado pictórico, 150 años después

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Fue el artista más reconocido y premiado de los maestros de la pintura chilena. Las Condes exhibe ahora más de 70 óleos, varios inéditos.


La muerte de Alberto Valenzuela Llanos, el 23 de julio de 1925, podría marcarse como el hito con el que finaliza la pintura del siglo XIX. Eventualmente, junto con él comienza a desaparecer también esa tradición paisajista tan ligada a la mirada europea: aquella que persiguió la luz en espacios naturales y que mantuvo estrechas relaciones estéticas con el posimpresionismo.

Una nueva camada de artistas, conocidos como Grupo Montparnasse, vino a valorar la subjetividad, rechazar la figuración, explorando nuevas técnicas pictóricas. Luis Vargas Rosas, Henriette Petit, Camilo Mori y Julio Ortiz de Zárate eran algunos de los jóvenes que traían de París ideas de recambio.

Valenzuela Llanos tuvo su momento 15 años antes, cuando becado en la ciudad luz supo introducir su pintura en los círculos artísticos de la época. A diferencia de muchos artistas que murieron esperando el reconocimiento, Valenzuela Llanos pudo disfrutarlo en vida.

A punta de medallas en los salones oficiales y exposiciones celebradas en el momento justo, el pintor nacido en 1869 fue el que mayor reconocimiento internacional tuvo entre los artistas de su época. Con el tiempo formaría parte de los cuatro maestros de la pintura local sindicados por el historiador Antonio Romera en los años 50: junto a Pedro Lira, Alfredo Valenzuela Puelma y Juan Francisco González.

A 150 años de su muerte, el Centro Cultural La Condes exhibe su mayor retrospectiva hasta la fecha: La conquista de la luz reúne más de 70 óleos, entre ellos varios inéditos, hasta el 26 de mayo.

Dentro de las obras provenientes de colecciones privadas, se cuentan las de su nieto Javier Beytía, quien además prestó para la ocasión objetos personales de su abuelo, que por primera vez se exhiben a público. "Tengo varias cosas interesantes, sus 14 pinceles, su maletita con pinturas, paletas, diplomas, medallas y bocetos en carboncillos y tiza que dan cuenta de su proceso de creación", cuenta su nieto, de 73 años. "Nunca en mi vida había visto una exposición de mi abuelo de esta magnitud. Es un esfuerzo grande y me gustaría que mucha gente lo apreciara", agrega Beytía.

Sin fatigar el espíritu

Como escribe el académico Pedro Maino en el catálogo de la muestra, Valenzuela Llanos logró equilibrar las distintas tendencias pictóricas que se sucedieron durante la segunda mitad del siglo XIX gracias a un carácter templado y poco beligerante, que lo mantuvo siempre ocupado pintando a su propio ritmo e interés. Si bien no suscribió a ninguna vanguardia de su época, su estilo sí tomó prestado las maneras de la avanzada impresionista: le gustaba pintar in situ y capturar los vaivenes de la luz natural.

Durante su estancia en París, becado por el gobierno chileno, entre 1901 y 1906, se abocó a recorrer los alrededores de la capital francesa buscando esa atmósfera serena que luego replicó en Chile, buscando siempre los lugares suburbanos a la hora del atardecer. "Elijo siempre esa hora. Me gusta la serenidad en general. Creo que esta pintura no cansa, no fatiga el espíritu ni la vista", consignó en una entrevista para Revista Zig-Zag de 1909.

En Chile sus escenas favoritas las pintaría en su fundo en Lo Contador, en el Cajón del Maipo y en los balnearios de la costa central como Algarrobo, Cartagena y Las Cruces.Esos paisajes en la madurez de su carrera lo hicieron conquistar la luz de forma definitiva.

En 1913 ganó la segunda medalla en el Salón Oficial de París con Puesta de sol en los Andes y en 1915 el Museo Nacional de Bellas Artes le dedicó su primera retrospectiva.

Afectado por el estallido de la I Guerra Mundial, Valenzuela Llanos enviaría cuadros para que fueran subastados en ayuda a las víctimas del conflicto, por lo que luego, en 1923, fue nombrado Caballero de la Legión de Honor de Francia.

Entre 1922 y su muerte en 1925, a los 56 años, Valenzuela Llanos expuso en París, Buenos Aires, Madrid y Santiago. Varias de sus pinturas (cuyos precios pueden alcanzar los $ 20 millones) están en colecciones en el extranjero e incluso una de ellas, Romero en flor, se encuentra dentro del acervo del Museo D'Orsay, junto a la mayor colección de impresionistas del mundo.

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