Helter Skelter y los delirios de Charles Manson

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Charles Manson (1934-2017) vivió en un rancho californiano entre 1968 y 1969.

En 1969, los miembros de la 'Familia Manson' cometieron una serie de asesinatos que acabarían, entre otros, con la actriz Sharon Tate muerta meses antes de ser madre. Charles Manson, líder de la secta, señaló que encontró en el álbum blanco de los Beatles las señales que lo llevaron a organizar estos crímenes.


Hace poco se conocieron los escabrosos abusos que Tito Fernández cometió contra unas chicas que formaban parte de Tallis. Esta secta, suerte de reducto secreto al amparo del (sic) Centro Integral de Estudios Metafísicos, venía a ser un refugio con sórdidos rituales en el que Fernández fungía de Líder Espiritual, lo que sea que eso signifique. Lejos del "déjame bailar contigo la alegría linda del último vals" y más cercano a las oscuras ceremonias de Eyes wide shut, este adorable Geppetto folk resultó ser un pervertido de tomo y lomo. El Temucano, según se recoge en los testimonios de sus víctimas, las incitaba a "entregarles su energía sexual".

Sin embargo, las relaciones entre la música popular, el misticismo de cuarta y los abusos de todo tipo han gozado de buena salud desde los años mozos de la industria.

Quiso el azar que la re-edición del White álbum de los Beatles coincidiera en Chile con la traducción de Nevada, de la escritora norteamericana Claire Vaye Watkins. Vaye Watkins, en uno de esos desafortunados ejemplos de los que uno se salva por quién sabe qué milagro, es hija de Paul Watkins, mano derecha de Charles Manson.

Y todos sabemos que –para aumentar todavía más el nivel de relaciones desafortunadas— Manson y los Beatles quedaron vinculados a sangre y paranoia.

Pero vamos de la mano de Vaye Hawkins.

El Rancho Spahn fue un lugar situado en California, donde actualmente se encuentra el Parque Estatal de Santa Susana. Antes de quedar marcado por la ignominia, este montañoso y amplio páramo fue usado como moteadas de espinos. Atardeceres de un púrpura suave ciñendo un horizonte de cerros.

A este rancho llega Manson y sus secuaces en 1968. En este rancho, propiedad de George Spahn, comienza a despuntar la locura que terminaría con Sharon Tate muerta y Manson en prisión hasta su muerte en 2017. La tropa le ofreció a un envejecido Spahn, ayuda para cuidar el recinto. "George aceptó, tal vez porque no tendría que pagarles. O quizás porque el líder del grupo, un hombre llamado Charlie, ofreció dejar una chica o dos con George las veinticuatro horas del día, para preparar sus comidas, limpiar la casa, preocuparse de lavar la ropa y acostarse con él cuando quisiera".

La otra parte de esta locura –la parte que involuntariamente quedó ligada a esta locura— comienza en 1967 con McCartney leyendo a Pete Twonshend jactarse de haber grabado el disco de rock más desmadrado, estridente y divertido jamás escuchado. Y McCartney decretó que había que hacer algo mucho más desmadrado, estridente y divertido.

Puede que mientras los Beatles grabaran el álbum blanco, Manson ya estuviese completamente fuera de sus casillas. Puede que el zeitgeist de la época haya producido esa clase de monstruos entre la revolución de las flores y el espíritu hippie.

Difícil saberlo.

Para cuando el disco comenzó a circular, las fantasías del Charlie encontraron en las canciones un mapa para llevar a cabo sus planes. Los Beatles le hablaban a Manson. Cuesta imaginar cómo cuatro tipos de apariencia tan ingenua podían ser los portadores de un mensaje cifrado que lo llevaría a ordenarle a su 'familia' a perpetrar un par de asesinatos.

Pero Los Beatles le hablaban a Manson.

Y Manson encontró en los tracks del disco un minucioso plan aceleracionista para que la gran conflagración –en su cabeza, el levantamiento de afroamericanos contra el hombre blanco norteamericano—tuviera lugar. Eso y sus infructuosos intentos por ser reconocido como músico terminaron con algunas lujosas mansiones llenas de sangre y las palabras Helter Skelter escritas en las paredes.

No era primera vez que los tracks de los ingleses funcionaban, contra cualquier pronóstico, como banda sonora de alguna macabra escena. Cuando Ian Brady, que junto a Myra Hindley fueron conocidos como Los asesinos del páramo, torturaba a chicas adolescentes hasta la muerte, solía poner canciones de los Beatles, tomar fotografías y grabar los gritos de sufrimiento.

Ninguna de estas cosas habla de la calidad musical del disco ni de la importancia de la banda en la música popular, como tampoco dice nada sobre el El guardián entre el centeno de Salinger que haya sido el libro que Mark David Chapman llevara el día que mató a Lennon.

Para Vaye Hawkins, la vinculación de su padre con Charles Manson significó ser una especie de morboso objeto de interés para periodistas y productores musicales. En el caso de los Beatles, los delirios mesiánicos del pobre Charlie aparecen como una anécdota cruel. Acaso una advertencia para las generaciones del futuro: chicos, no confíen en nadie que les hable con ahínco de la energía sanadora del cosmos, forme comunidades en lugares alejados o presida centros de investigación metafísica.

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