La ley de la calle: llega a Chile Los inocentes de Oswaldo Reynoso

Oswaldo-Reynoso

Alfaguara publica uno de los libros de culto de la literatura peruana. Cinco relatos que se leen como postales urbanas de una Lima urbana y roquera.


Lima en los años cincuenta. Una bulliciosa pandilla de púberes camina por la capital peruana; se llaman, o les dicen, Colorete, El Príncipe, El Rosquita, Carambola y Cara de Ángel: sus nombres son tan infantiles como sus deseos de ser mayores. Les gusta pelear, así como jugar pool, ir al cine, colarse en los bares.

"Mi campo es la calle. La collera… Ahí soy atrevido", dice uno de los "inocentes". Y otro lo apoya: "Porque en todo Lima está la tentación que te devora: billares, cine, carreras, cantinas".

Los personajes de Los inocentes –del peruano Oswaldo Reynoso y que por fin aparece en librerías locales bajo Alfaguara–, buscan entre humo, botellas y peleas formas de matar el tiempo. De alguna forma este libro se adelanta a películas latinoamericanas como 25 Watts o incluso Te creís la más linda (pero erís la más puta) y hasta la temática de ciertas canciones de Los Prisioneros.

Publicado en 1961, Los inocentes es un libro de culto en la literatura peruana. Contiene cinco cuentos, o postales narrativas, cada una con el nombre de un personaje. Hasta poco solo era posible hallarlo en tierras peruanas, pero ahora, gracias a esta nueva edición Reynoso, llega a otras partes de América Latina.

"Estos personajes secundarios o extras son tratados como estrellas y son filmados (perdón, escritos) a través de una mirada claramente gay, deseosa, fascinada, que eleva a sus jóvenes protagonistas como pequeños dioses", apunta Alberto Fuguet en el prólogo. El autor de Sudor, asimismo, describe a Reynoso como un "autor no académico que viene del sitio incorrecto y que pasaba más en los bares del centro de Lima que en las aulas universitarias americanas".

Nacido en Arequipa, el 10 de abril de 1931, así recordaría Reynoso su infancia: "Mis padres nacieron en Tacna, bajo la dominación chilena, y después de una serie de peripecias se encontraron en Arequipa. Tenían costumbres chilenas y un grupo de arequipeños les empezaron a llamar 'los chilenos'".

En 1955 la casa de los Reynoso fue invadida por fuerzas policiales, y a su padre lo tomaron preso acusándolo de espía chileno. Eso lo afectó mucho y antes de morir le agarró la mano y le dijo: "Oswaldito, recuerda que yo me muero sin patria".

"Eso me ha conmovido toda la vida", diría Reynoso años más tarde.

Luego de eso el autor peruano estudiaría en la Universidad Nacional de San Agustín de su ciudad natal, y después en Lima se titularía como profesor de Lengua y Literatura. Durante toda su vida fue maestro, tanto pedagógico como literario. Publicó un poemario, Luzbel, en 1955; pero sus dos obras más conocidas, y polémicas, son Los inocentes (que también fue publicado con el título de Lima en rock) y la novela En octubre no hay milagros de 1965. Ésta última fue criticada por el futuro Nobel Mario Vargas Llosa, aunque éste rescató el énfasis en el lenguaje juvenil, entre otros elementos.

A partir de este momento es cuando su vida da para una gran novela de viajes y aventuras: Reynoso parte a China, donde llega un año después de la muerte de Mao Tse-Tung. Ahí viviría por doce años. Reynoso era simpatizante comunista y homosexual. Y esto último, claro, no era apreciado por el régimen autoritario ("En China metían a los homosexuales en barcos y los fondeaban", recordó).

A su regreso se dedicó a enseñar en varias universidades. Y asimismo le toca la era de Sendero Luminoso en Perú. Abimael Guzmán comienza a colgar perros de los postes de Lima. Suceden atentados. Y se da un lucha armada desde las zonas rurales, además de una temporada de aniquilamiento de autoridades civiles y políticas. En todo caso no era la primera vez que Reynoso oía de Guzmán, con quien incluso llegaron a trabajar en la misma universidad: "Abimael era muy amigo de mi hermano", dijo. "Despertaba la atención de la gente por su forma de hablar, por sus análisis. Era un gran lector. Yo hablaba con él de Proust, de Joyce y de música clásica".

Todo eso –más una obra que se rebela contra los cánones académicos y también vargasllosianos– ha causado problemas en la crítica y una parte de la literatura peruana. Lo cual nunca molestó a Reynoso, quien así lo puso en un prólogo de uno de sus libros: "Me cago en los críticos del Perú y sin ninguna excepción".

Rebeldes con algo de causa

"Los inocentes es el descenso obligado al infierno de los anhelos pisoteados", apunta el autor peruano, residente en Madrid, Sergio Galarza en uno de los post-facios incluidos en esta edición. "Cada relato es un himno rock".

Por su parte el escritor y antropólogo José María Arguedas dijo, en su momento, que con este libro "Reynoso ha creado un estilo nuevo: la jerga popular y la alta poesía reforzándose, iluminándose. Nos recuerda un poco a Rulfo, en esto".

Hay algo instantáneo y vertiginoso en Los inocentes: sus personajes viven en la ciudad, como si solo la ciudad los entendiese. Asimismo, en sus páginas se busca reflejar el lenguaje de la calle (como lo hizo Saul Bellow con Las aventuras de Augie March). Palabras como chelfa, trome, gallada, patuto, enchatarse y chalacas, entre otras, aparecen en estas cinco postales urbanas y narrativas.

Oswaldo Reynoso moriría en su domicilio, en Lima, el 24 de mayo de 2016. Más de dos mil páginas inéditas fueron encontradas en su escritorio. A esas alturas ya era un autor de culto. Daba charlas en colegios y vendía sus libros por menos de 15 soles (3.000 pesos chilenos). Pero sus libros se publicaban en editoriales independientes. Y rara vez salían de Perú. Una vez Alberto Fuguet le preguntó que por qué no publicaba con una transnacional. Que así podría llegar a más lectores en América Latina. Reynoso respondió que iba en contra de sus convicciones.

"Pese a todos los obstáculos", dijo el autor en una de las últimas entrevistas, "me convertí en un escritor de la resistencia".

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