Paul Taylor Dance Company trae a Chile lo mejor de la danza moderna

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La compañía del más importante coreógrafo vivo de EEUU estará el jueves 21 y viernes 22 en el Municipal.


El 14 de marzo de 1974, a los 43 años, el bailarín y coreógrafo Paul Taylor colapsó en el escenario de la Academia de Brooklyn de Nueva York. Una inextinguible influenza, exceso de trabajo y cierta debilidad por el alcohol le pasaron la cuenta a quien ya en ese momento era una de las grandes figuras de la danza moderna. Aquella fue su última actuación frente al público, pero Taylor extendería su sobrevida profesional por 44 años más, esta vez sólo como coreógrafo. Fue a partir de esta época y tras la muerte de sus contemporáneos Bob Fosse (1927-1987) y Alvin Ailey (1931-1989) que Taylor alcanzó la gloria. Ahora, a punto de cumplir los 88 años, el coreógrafo acaba de anunciar su retiro absoluto.

Al mando de su prestigiosa Paul Taylor Dance Company quedará Michael Novak, un bailarín de 35 años de la Universidad de Columbia que para muchos ni siquiera estaba en la primera fila de las posibilidades. Novak, sin embargo, asumirá oficialmente e1 1 de julio y en la práctica, los espectáculos que la Paul Taylor Dance Company ofrecerá en Chile el próximo jueves 21 y viernes 22 de junio son dirigidos por quien es el más importante coreógrafo vivo de la danza moderna en Estados Unidos.

Las presentaciones de la agrupación neoyorquina en el Teatro Municipal serán las últimas bajo la directa supervisión de Taylor, quien tiene una vida solitaria en su departamento del East Side de Manhattan desde que murió su compañero sordomudo George Wilson en 2007. Su aleja miento de las luces del espectáculo ("ya no salgo a ninguna parte", contó hace tres años a The New York Times) no significa que lo haya abandonado el entusiasmo creativo. No al menos hasta que Novak asuma como director.

Amigo de figuras del porte intelectual del pintor Robert Rauschenberg (1925-2008) o el compositor John Cage (1912-1992), Taylor debutó como coreógrafo en 1954, el mismo año en que creó su compañía. La obra se llamaba Jack y las habichuelas mágicas y la recargada puesta en escena de Rauschenberg se componía, entre otras cosas, de gigantescos frijoles inflados con helio y huevos dorados que latían.

De cierta manera el verdadero Paul Taylor, el hombre que hizo del gesto cotidiano un arma coreográfica, llegó sólo en 1975 con la primera obra que creó tras su retiro del escenario. Se trató de Esplanade, algo así como su obra maestra, pieza irreemplazable e influyente que nunca deja de representarse.

Esplanade será una de las tres creaciones de Taylor que se presentarán la próxima semana en el Municipal junto a Piazzolla Caldera (1997), otro clásico, y Promethean fire (2002), que se da por primera vez en el país.

Correr tras un bus

La anécdota tras la creación de Esplanade explica el interés por reutilizar los gestos y objetos cotidianos que Taylor compartía con sus amigos pintores Rauschenberg y Jasper Johns (1930). Si el primero le daba categoría de arte a las botellas de Coca- Cola o el segundo deconstruía la bandera de Estados Unidos, Taylor decidió inspirarse en algo tan pedestre como una chica corriendo detrás de un bus.

Los pasos, caminatas y trotes de un usuario de transporte público están en la raíz de los movimientos de Esplanade. Como sucedería en muchas de sus obras posteriores la coreografía recurre a la música de J.S. Bach como correlato sonoro, en particular al Concierto para dos violines en re menor. Y tal como se exigía a sí mismo, Taylor le pide gran entrega física a sus bailarines.

Piazzolla Caldera, a la que Taylor ha llegado a relacionar con la poesía de Neruda, utiliza el tango moderno (el de Piazzolla y el del polaco Jerzy Peterburski) para contar una historia sombría y amarga que transcurre en un antro de mala muerte.

Finalmente Promethean fire recurre otra vez a Bach (pero esta vez orquestado por Leopold Stokowski) para ser el contrapunto de una coreografía donde todos visten de negro. Muchos vieron en esta obra la respuesta de Taylor a los atentados del 11 de septiembre de 2001. No es de extrañar: el artista, que no es dado a las grandes declaraciones políticas, ya había ironizado sobre George W. Bush en Banquet of vultures (2005), una pieza que se inspiraba en la forma de caminar del ex presidente.

Creación compartida

La danza moderna tendrá otra fecha importante la próxima semana cuando desde el 22 de junio se presente en el Teatro U. de Chile 1-2-3-4-5-6, la nueva creación del Ballet Nacional Chileno (Banch). La obra, tal como lo indica su título, alude a distintas formaciones danzísticas, desde el solo, pasando por el dúo o trío hasta llegar a los seis integrantes.

Se trata de una propuesta compartida: los coreógrafos Mathieu Gilhaumon (director del Banch) y Eduardo Zúñiga son los autores en conjunto. Destacan el Cuarteto del artista francés y Dagger y Archipiélago, solo y trío que Zúñiga presenta por primera vez en Chile. Estas dos últimas piezas marcaron un punto alto para la danza local el año pasado: con la primera el bailarín de Maipú logró la Medalla de Oro en la Competencia Internacional del Teatro Bolshoi de Moscú y con la segunda se quedó con la Medalla de Plata del IV Competición de Ballet de Beijing.

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