Sgt. Pepper, objetos empeñados y dieciocho meses sin levantarse: así fue la creación de Cien años de soledad

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No fue fácil publicar una de las novelas más famosas del padre del realismo mágico. Debió vender artículos domésticos, enviarla por partes y rogar que fuera exitosa.


La historia ambientada en Macondo, que da cuenta de las siete generaciones de la familia Buendía, es una de las más famosas de Gabriel García Márquez junto a títulos como El amor en los tiempos del cólera y Crónica de una muerte anunciada.

Fue la que determinó la fama del padre del realismo mágico, quien ya gozaba de la venia de ciertos editores que habían leído novelas anteriores como La hojarasca (1955). Una de ellas fue Carmen Balcells, una agente literaria de Barcelona, quien en 1965 decidió viajar a México para conocerlo.

En entrevista con Vanity Fair el 2014-mismo año de su fallecimiento-, Balcells explicó que la idea de representar a García Márquez surgió leyendo su obra y recordó que le comentó a Luis -su marido- que le parecía "extraordinario". Por lo que hizo una copia: "Nos entusiasmó; era de lo más novedoso, original, emocionante".

Carmen y Luis viajaron a Ciudad de México. Allí se encontraron con "la magnífica presencia del artista", en palabras de Balcells, quien los guió por la capital y en la noche los acompañó a cenar junto a escritores locales.

La agente literaria no necesitó más tiempo para decidirse a trabajar con él, y en la misma cena redactaron y firmaron un contrato que nombraba a Balcells como su agente en todo el mundo "por 150 años", detalle que Carmen asegura, fue más bien una broma.

Tras firmar el acuerdo, la agente regresó a Barcelona y García Márquez se fue de vacaciones a Acapulco con su familia a bordo de un automóvil de 1962. Fue en medio de la ruta que al escritor y periodista se le ocurrió su próxima novela. Se detuvo antes de llegar a destino e imaginó con claridad a un hombre a punto de ser fusilado que veía su vida pasar frente a sus ojos.

"La tenía tan madurada en mi interior que le podría haber dictado el primer capítulo, palabra por palabra, a un mecanógrafo", dijo el colombiano.

Durante 18 meses el autor se sentó frente a su máquina de escribir "sin levantarse". Vanity Fair describe que su dedicación llegó a la obsesión: llamaba amigos para leerles párrafos, consumía whisky y llegó a fumar unos 30.000 cigarros.

Su esposa Mercedes veló económicamente por la familia en el proceso. Y también fue ella quien lo acompañó en la venta de artículos domésticos para obtener dinero para enviar el manuscrito. La familia García Márquez se deshizo de su teléfono, la nevera, la radio y su automóvil, pero no fue suficiente.

"Cuesta 82 pesos", dijo el cajero de la oficina de correo, pero la pareja solo llevaba consigo 50 para enviar el texto a la Editorial Sudamericana de Buenos Aires. La solución fue enviar la primera parte y regresar otro día con el dinero -y las páginas- restantes.

En total invirtieron unos 120 mil pesos (10 mil dólares aprox)."Oye, Gabo, ahora lo único que falta es que esa novela sea mala", dijo Mercedes. Pero esto no se convirtió en realidad.

El 30 de mayo de 1967, Cien años de soledad de Gabriel García Márquez llegó a las librerías argentinas, país donde fueron vendidos 8 mil ejemplares la primera semana. Una reacción similar a la beatlemanía reavivada con el lanzamiento de Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band ese mismo mes.

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