La vida interior de Paul Auster

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Paul Auster estuvo también en el Malba con su amigo JM Coetzee.

"Escribir es una forma de volverme más parte del mundo", dijo el autor en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, la semana pasada, donde conversó sobre su nueva novela, el proceso de escritura y sus obsesiones literarias.


Alto, elegante, vestido con un saco y pantalón oscuros, Paul Auster (1947) entró a la sala de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno, en la capital porteña. Un aplauso sostenido fue el cálido recibimiento del público que colmaba el auditorio para escuchar la conversación entre el escritor y la periodista Raquel Garzón. Era la tercera visita del también poeta, ensayista, y director cinematográfico estadounidense a Buenos Aires. Llegó para participar de la 44ª Feria Internacional del Libro y presentar su novela 4, 3, 2, 1. Un poco cansado por los días tan intensos de feria -estuvo también en una conversación en el Malba con su amigo, el Nobel sudafricano JM Coetzee-, sin perder su humor en ningún momento, hasta bromeó con su incursión en el uso de las nuevas tecnologías, como el de un cigarrillo electrónico, que extrajo de su bolsillo y probó ante el auditorio. El otro elemento, que lo libró de ser "el dinosaurio que era", fue un iPad que le regaló su mujer, la escritora noruego-estadounidense Siri Hustvedt. "Lo uso, a veces. Cuando estaba investigando para 4,3,2,1, podía buscar ediciones antiguas en el New York Times, o de la Universidad de Columbia. Me ayudó también para buscar cosas casi imposibles de encontrar si no iba a bibliotecas. No tenía que preguntarle más a Siri, ella me lo dio para que la dejara de molestar", explicó riendo el escritor, ganador del premio Princesa de Asturias, quien -a pesar de estos coqueteos con la tecnología- aún escribe a mano y tipea en su vieja y querida Olympia, recién reparada. "Le salvé la vida", afirmó.

En la charla, el lunes pasado, recorrió la escritura de su nuevo libro, su gusto por filmes de los años 30 y aseguró que no hará más películas: "Es muy exigente y estoy demasiado viejo para hacerlo". Y no faltó la crítica al gobierno de Donald Trump, al que irónicamente nombra por su número de presidente: "Simplemente lo llamo 45".

Luego de siete años sin publicar, Auster entregó el año pasado 4,3,2,1, muchas novelas en una sola. Narra cuatro versiones paralelas de la vida de un mismo personaje, Archibald Ferguson, a través de 950 páginas, el libro más extenso de toda su obra y que admitió escribir sin un plan determinado: "No tenía idea de lo que estaba haciendo, tenía este personaje, tenía múltiples personajes, y tenía la forma, que era explorarlos de manera equivalente. Lo improvisé. Me iba al escritorio, y me decía: 'Ok, qué vamos a hacer, qué pasa hoy'. Y empezaba a surgir, sentía que el libro estaba ahí, lo estaba buscando, el libro me encontró, y seguí el camino".

El único hecho inmutable en la vida de Ferguson es que nació el 3 de marzo de 1947 en Newark, Nueva Jersey (sólo un mes después, en el mismo año y sitio que el propio Auster). Y, aunque cada una de las cuatro versiones de Archie se mueven entre la literatura, la poesía, periodismo, y comparten geografía y cronología con la vida del escritor, la especulación de un texto autobiográfico es derribada por el mismo Auster: "Los cuatro Ferguson son muy precoces, pueden hacer cosas a una edad muy temprana que muy poca gente la puede hacer. Yo no soy precoz, me desarrollé muy tarde, yo no estaba en el rango de los chicos normal. Me llevó mucho tiempo encontrar mi camino, los resultados de mis primeros esfuerzos fueron terribles, como escritor, realmente era espantoso. Y estos Ferguson tienen un don y yo creo que eso va más allá del realismo. Esta novela no es una novela realista, está anclada en observaciones muy cercanas del mundo real".

Empezó a escribir 4,3,2,1 a los 66 años, la misma edad en que su padre murió a causa de un infarto, sin haber estado enfermo nunca. "Cuando uno se pone más viejo, y es mayor de lo que su padre o madre fue, parece que algo que no es natural sucede. Algo está mal, fuera de órbita. Entonces, me sentí, como de alguna manera, poseído. Así, que pensé: '66 es la edad en la que uno se muere, eso me va a pasar a mí'. Estuve como ocho meses viviendo con esta idea estúpida. Y, cuando los cumplí, empecé el libro de una manera casual". Calculó siete años de trabajo y se puso a escribir contra el tiempo, siete días a la semana; rechazó invitaciones, no viajó, no hizo lecturas, no dio entrevistas. "Así que logré escribir el libro en tres años y medio".

El autor de Trilogía de Nueva York, de 71 años, recordó el primer poema que escribió a los 9. Caminaba por un parque cerca de su casa, era el primer día de la primavera, el sol brillaba. Estaba tan feliz que escribió un poema. "Posiblemente, era horrible, pero estaba pletórico de esos sentimientos y quería expresarlos", rememoró Auster, y agregó: "Y, eso es lo que pasa cuando yo escribo, y no me sucede en otras circunstancias. En esos momentos, me sentí conectado con el mundo alrededor de mí, una sensación extraordinaria. Y ahí entendí que escribir no era una manera de aislarme del mundo; al contrario, era una forma de volverme más parte del mundo. Y esto se ha quedado conmigo todos estos 62 años".

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