Alfredo Castro: "Estoy convencido de que una obra de arte puede cambiar la vida de las personas"

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Será su regreso a las tablas: el 25 de mayo debuta en el GAM Los arrepentidos, la obra del sueco Marcus Lindeen dirigida por Víctor Carrasco en la que encarnará a un hombre que se retracta de haber cambiado de sexo.


Su padre fue un reputado urólogo del hoy cuestionado Hospital Barros Luco, y entre todas las historias que alguna vez le contó, Alfredo Castro retuvo una que hasta ahora, a sus 62 años, sigue dándole vueltas: "En 1971 él formó parte de un equipo que realizó una operación de cambio de sexo. El paciente era un chico muy pobre que había llegado ahí luego de ocho intentos de suicidio y de haber sido entrevistado por siquiatras, endocrinólogos y sexólogos, hasta que el mismo cuerpo médico decidió que si en esa persona había una estructura femenina absoluta, debía ser operado por el servicio público", relata el actor y director.

"Le dije a mi papá que quería conocer a esta persona y él aceptó, pero me advirtió que no se trataba de un zoológico. Y recuerdo haberme paseado por el hospital y por fuera de la sala cuando la vi sobre la camilla, recién operada", agrega. Pero nunca más volvió a verla, lamenta: "A los días volví a preguntarle a mi papá qué había pasado con ella y me contó que la habían dado de alta, pero antes quiso saber qué iba a hacer con su vida después de convertirse. Y en mi completa ignorancia sobre el tema, creí que me diría que prostituta o vedette o cantante, pero ella quería ser empleada doméstica. Era otro mundo y otro país, pienso ahora, porque no se tendía a farandulizar acerca de esto y porque en Chile sí se hacían operaciones de este tipo y desde el servicio público, que es lo que esta obra plantea", señala el intérprete, quien volverá a los escenarios con Los arrepentidos, la obra del sueco Marcus Lindeen (1970) que debutará en el GAM el 25 de mayo.

Bajo la dirección de Víctor Carrasco (La amante fascista), la historia que protagoniza junto al actor y director Rodrigo Pérez simula el encuentro real entre Orlando y Mikael, quienes intervinieron sus cuerpos en la Suecia de fines de los 60 y 90, respectivamente, y que años después echaron pie atrás, exigiéndole al Estado que subvencionara la operación de retorno. "Es una obra muy compleja y que además cae en un momento impactante en nuestro país, en pleno debate por la Ley de Identidad de Género, lo cual me parece fantástico. Sin embargo, la discusión que plantea el texto va mucho más allá de la que se está dando aquí en Chile", comenta.

Orlando, su personaje -cuenta Castro-, aún vive y sobrepasa los 80 años. "Lo que él vivió fue tremendo: después de operarse la primera vez y de haberse casado incluso, tuvo que ir a la junta médica más de una vez a decir '¿qué es lo que ven aquí, en este cuerpo?'. Y piensa que gran parte de mi carrera la he hecho en base a testimonios, por lo que es un lugar que conozco y me he sumergido nuevamente en él de manera muy natural", agrega el fundador del desaparecido Teatro La Memoria.

- Aunque este proyecto tiene ya bastante tiempo, ¿el Oscar de Una mujer fantástica y la historia de Daniela Vega le dieron otro espesor?

- Sin duda uno vuelve a preguntarse por el sentido de lo que hacemos, y quedó clarísimo con la película, que fue capaz de revertir y poner en primera plana un proyecto de ley al que tuvieron que asumir con la urgencia que tenía y sigue teniendo. Estoy convencido de que una obra de teatro, un libro, la música y, desde luego el cine, pueden cambiar la vida de las personas. E intentar hacerse el tonto con ese impacto es no tomarle el peso a lo que haces como artista.

- ¿Qué pasa con los sectores más conservadores y detractores, cómo cree que verán esta obra?

- Tengo la impresión de que en esta pasada los grupos conservadores son minoritarios, y realmente lo creo así. Son personajes públicos como José Antonio Kast o el arzobispo (Ricardo) Ezzati, además de unas tres o cuatro fanáticas, pero en general y de acuerdo a las encuestas que se han hecho y a lo que uno escucha también en la gente, se está más del lado de la libertad de elección y en una época de profundos cambios al respecto. La revista National Geographic acaba de publicar un número especial dedicado a todas las gamas de posibilidades de sexualidad que existen, y son, sin mentirte, más de 50. Eso me ha abierto los ojos, y por esa razón prefiero hablar más desde la singularidad. Desde dónde un padre decide que su hijo o hija sea feliz, y verá a los 14 o 16 años o cuando sea qué hará con su vida, pero cada caso es distinto. El error está en creer en la transexualidad y disforia de género como un todo, y más aún: en creer que después de intervenir el cuerpo no hay más vuelta, cuando puede que la transición no acabe nunca.

A este, su regreso a las tablas, el actor lo llama más bien un "paréntesis" entre las filmaciones que partieron a comienzos de año con El príncipe, ópera prima del director de arte Sebastián Muñoz (Los debutantes). Ambientada en una cárcel chilena de 1970, la historia basada en la novela de Mario Cruz lo tuvo en el set junto al argentino Gastón Pauls. A fines de este mes, en tanto, Castro viajará al sur del país para el rodaje de Algunas bestias, un drama de violencia intrafamiliar que coprotagonizará junto a Paulina García bajo las órdenes de Jorge Riquelme (Camaleón). También Blanco, la cinta de Theo Court en la que interpretará a un fotógrafo de fines del siglo XIX, quien viaja a la Patagonia para retratar a una menor de 14 años condenada a casarse con un inglés y dueño de hacienda.

- Desde 2015, con Trabajo sucio, que Ud. no subía al escenario. ¿Se ha replanteado su método de actuación después de hacer tanto cine?

- Al contrario, siento que lo he reafirmado porque estamos tratando el tema desde un lugar de la no-actuación y la más pura exposición frente al público, y en un tono extremadamente coloquial, haciendo el menor teatro posible. Y eso como actor implica poner en escena lo que he enseñado a mis alumnos siempre: que es más bien metabolizar un rol, pasarlo a la sangre y memorizarlo más que estudiarlo. Rodrigo (Pérez), quien fue mi alumno y compañero durante años, usa otro método en el que parte más bien por lo racional, hasta llegar a la emoción. Yo me tiré a la piscina como enfermo y ahora estoy rectificando textos, pero la obra abre la cabeza para decir que el mundo es más amplio de lo que uno creía, y que no es binario y que sin duda nunca lo fue.

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