King Diamond: noche de brujas

King Diamond

No solo ofrece metal escandinavo interpretado con el rigor técnico característico de esa escena, sino un número teatral que se remonta a los días de The Crazy world of Arthur Brown y luego Alice Cooper, cuando el maquillaje y la teatralidad centrada en el horror se integraron con éxito a la estética del rock.


Kind Diamond (61) está tan inmerso en su personaje maléfico que es capaz de aprovechar un desperfecto técnico para hacer un chiste ad hoc, como sucedió la noche del domingo en el festival de heavy metal Santiago Gets Louder en el Movistar Arena prácticamente repleto. Cuando el sistema de luces dejó de funcionar y solo un pálido resplandor teñía el escenario, el cantante danés dijo que no podía continuar porque se derretiría como una bruja, aunque también argumentó que la gente merecía recibir lo que había pagado por ver. Tuvo razón en retirarse junto a su banda mientras arreglaban el problema, porque su espectáculo es completamente integral y los elementos musicales y extra musicales dependen entre sí. En su show todo suma en función de mantener cautivo al público.

King Diamond no solo ofrece metal escandinavo interpretado con el rigor técnico característico de esa escena, sino un número teatral que se remonta a los días de The Crazy world of Arthur Brown y luego Alice Cooper, cuando el maquillaje y la teatralidad centrada en el horror se integraron con éxito a la estética del rock. El escenario era como una dulcería para los viejos fans del metal: cruces invertidas a los costados, largas escalinatas conectadas a un segundo nivel con imágenes demoníacas, un gran pentagrama al centro, rejas como de cementerio, sarcófagos, y una actriz que interviene e interactúa con King Diamond como un personaje atormentado.

Por sobre esos elementos que capturan la atención de manera permanente, está la música robusta y aguerrida, combinación de black metal y heavy progresivo coronado por la voz extraordinaria de Kim Bendix Petersen, el hombre tras el artista. King Diamond, que superó un triple bypass, aún domina como quiere el falsete que le hizo famoso en el género. Transita desde de un fraseo grave siempre dramático y modulado como un cuento de terror, hasta elevar esos agudos que parecen sobrenaturales y que podrían hacer añicos una cristalería.

El público reaccionó enfervorizado no solo ante la figura de la estrella danesa con su maquillaje reconocible, los ropajes góticos y su legendario micrófono que parece sostenido por un par de huesos dispuestos en forma de cruz, sino también ante la presencia de Andy LaRocque, el histórico guitarrista sueco de King Diamond, único miembro estable de su banda y coautor de una buena parte de su material. El eje estuvo en Abigail (1987), el célebre álbum conceptual interpretado íntegro, más clásicos de Mercyful fate como "Melissa", el tipo de canción que para un adolescente metalero en los 80 significaba sumergirse en las aguas más oscuras del género.

King Diamond es un príncipe de las tinieblas alternativo al reinado de Ozzy Osbourne. Ha envejecido en extraordinaria forma y aún es capaz de asustar y entretener por hora y media con fantasías sobre horrores, embrujos y fuerzas siniestras a punta de chillidos espeluznantes.

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