Muere Federico Luppi, el emblema del cine argentino

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El actor de Martín (Hache) y Lugares comunes falleció ayer a los 81 años por complicaciones de una caída. De personalidad franca, el actor también estuvo en películas de Guillermo del Toro y en la chilena Machuca.


Federico Luppi en el cine era apenas la extensión del personaje que en la vida pública también se irritaba o alegraba con facilidad pasmosa. En su última entrevista, en febrero de este año, Luppi hizo otra vez gala de su transparencia imbatible y dijo que últimamente se sentía "solitario, decepcionado, amargado, tristón". También que, con lo que ganaba como actor, apenas "llegaba a fin de mes". Dos meses después, un golpe en una mesa de luz le provocó un hematoma del que nunca pudo recuperarse totalmente.

Tal vez a la larga influyó su estado de ánimo y todo tuvo su triste corolario con su hospitalización en la Fundación Favaloro: ayer murió ayer en la mañana, como consecuencia indirecta de aquel golpe, a los 81 años. Este mismo 2017, con achaques y todo, dejó una película aún por estrenar (la cinta de horror Necronomicón) y la obra teatral Las últimas lunas, del italiano Furio Bordon. La pieza albergaba un extraño presagio: trataba sobre un hombre a punto de ser llevado a un hogar de reposo y fue lo último que hizo el actor italiano Marcello Mastrioanni antes de morir.

Es evidente que aquella percepción final de ser un tipo "tristón y amargado" tuvo que que ver en la elección de la obra (se sabe que Luppi la hacía tras enterarse del dato de Masstroianni), pero la verdad es que la imagen que perdurará del argentino será la de un actor con personajes más grandes que la vida, cargados de humanidad y, como también lo era en persona, capaces de viajar de la ira a la lágrima con desplante único. Ese registro venia de su formación teatral, un terreno que siempre quiso mucho y que hace un par de años lo tuvo en Chile protagonizando la obra El reportaje, en el Teatro Finis Terrae. Ahí era un viejo militar condenado por incendiar un recinto cultural en plena dictadura argentina.

Su conexión más directa con Chile había sido 11 años antes, cuando participó en la película Machuca (2004) de Andrés Wood, donde interpretó al amante de María Luisa (Aline Kuppenheim). Consultado por aquella experiencia, Wood la recordaba así: "Su participación en Machuca fue un regalo. Me quedé con la sensación de que ya venía de vuelta y a diferencia de otros actores reconocidos, tenía ganas de experimentar y arriesgarse en sus nuevos roles". Luego agrega: "Me comentó lo impresionado que estaba con la nueva generación (de ese momento) del cine latinoamericano. Muy generoso de su parte, siendo él el gran protagonista de las películas de la generación anterior. Una gran perdida".

La generación de Luppi

Nacido el 23 de febrero de 1936 en Buenos Aires, Luppi creció en una modesta familia de origen italiano y español. Estudió arte, pero su vocación actoral se formó como resultado de hacer de todo en la vida: empleado de banco, corredor de seguros, artista de boîte nocturna. Finalmente el bicho del teatro lo picó con pronóstico indefinido y empezó en las tablas. Poco después se pasó al cine y nunca dejó de militar en ambos partidos.

Empezó en 1965 en Pajarito Gómez (1965), que como su nombre lo sugiere era una parodia a los fenómenos estilo Palito Ortega. En 1967 protagonizó un clásico: El romance del Aniceto y la Francisca, largometraje de Leonardo Favio ambientado en Mendoza donde era el seductor de una inocente chica de pueblo.

Se puede decir, con facilidad, que Luppi fue el actor más recurrido del cine argentino entre los 70 y 80. Estuvo con los mejores realizadores trasandinos de su época y hay generaciones que crecieron viendo a Luppi como emblema de la cinematografía del otro lado de la cordillera. Lo que hoy es Ricardo Darín, fue antes Federico Luppi.

En la década del 70 protagonizó otro filme antológico. Fue La patagonia rebelde (1974), cinta de Héctor Olivera sobre la revuelta y fusilamiento de obreros en 1922 a manos del gobierno de Yrigoyen. El filme fue censurado y varios de sus responsables partieron al exilio. Durante los años posteriores Luppi volvió a ser dirigido varias veces por Olivera o por Fernando Ayala (por nombrar dos cineastas argentinos importantes), pero fue Adolfo Aristaraín quien aprovechó mejor que nadie su personalidad franca y empática, con guiones hechos a medida para su habilidad verbal. La dupla Aristaraín-Luppi era imbatible en películas donde el discurso social con historias humanistas.

Aristaraín lo dirigió en cintas de género emblemáticas como Tiempo de revancha (1981), sobre un empleado que le ponía un juicio a su empresa o Últimos días de la víctima (1982), acerca de un asesino a sueldo. Luego vinieron dramas idealistas como Un lugar en el mundo (1992), donde era un profesor rural de ideas progresistas; Martín (Hache) (1997), en la que interpretó a un guionista de cine cascarrabias que se reencuentra con su hijo rockero; o Lugares comunes (2002), especie de síntesis de las dos interiores, sobre un profesor de izquierda que le pide ayuda económica a su hijo, un yuppie que traicionó su vocación artística.

Lugares comunes fue lo último que Luppi hizo con su amigo Aristaraín, pero su inquietud lo llevó a actuar también en tres películas con el mexicano Guillermo del Toro: Cronos (1993), El espinazo del diablo (2001) y El laberinto del fauno (2006). Para Del Toro, como para muchos, el argentino fue un mentor y una figura entrañable. El lo recordaba así en su cuenta Twitter: "Fue nuestro Olivier, nuestro Day Lewis, nuestro genio. Mi amigo querido. Hombre bueno y leal. Adiós Federico".

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