Álvaro Henríquez en 1997: "Este año ha sido guaaac"

lostres-1997

Alvaro Henríquez sacudió las telarañas de su corazón y conversó con La Tercera lo que fue su vida en 1997. Doce meses arduos, llenos de malos pensamientos volcados en las letras Fome, de los que salió airoso. "Me di cuenta que no me quiero ni morir, ni pegarme un tiro, ni nada. Quiero enamorarme. Quiero estar más feliz".


Un techo nos protege del calor en la oficina de Los Tres. En el refrigerador, un par de latas de cerveza van quitándole la sed a Alvaro Henríquez, mientras desenvaina una espada sin filo. Un blando colchón de sentimientos e ideas recogidas a lo largo de un año intenso, lleno de obligaciones para promover el cuarto disco de estudio de su grupo.

Al caer diciembre, la necesidad de una palabra amable de parte del vocalista de la banda chilena que se ganó el apelativo de "buenos, pero pesados", se hace urgente. Y aquí está él. Mirando fijo. Explicando las entre líneas de sus versos. Cantando como si le hubieran contado un secreto.

-¿Fuiste a ver a David Bowie?

-No pude, porque estaba en México. Pero lo había ido a ver antes, la primera vez que vino y que no fue nadie. Es ídolo mío desde chico. Incluso pensé alguna vez en ponerme vestidos como él. Me encantaba. A parte que lo encuentro, como ejemplar del sexo masculino, preciosísimo. Es perfecto. Qué ganas de envejecer así. Además pasó por todas, y eso me gusta. El tipo se machacó la vida y que esté ahora como está...

-¿Para qué sirve machacarse la vida?

-Los artistas o a las personas que se les ocurre hacer algo que antes no existía, son gente que tiene mucha curiosidad por todo. Por la vida. Hay algunos que se rayan con la naturaleza, hay otros que se rayan con las drogas, otros con el copete, etcétera. Yo me rayo por todo al mismo tiempo. He pasado por hartas cosas para llegar a tener una visión de vida distinta a la que pueda tener cualquier persona normal.

-¿Es como vivir en riesgo o arriesgando?

-No soy de los tipos que dicen que hay que vivir al límite, de hacer la ruleta roja, no, nunca tanto. Pero sí llegar al límite de algunas cosas es como tocar fondo. Eso sí me interesa.

-¿Es necesario?

-Para mí sí, porque responde a ese espíritu que tiene toda la gente que yo admiro. Es súper bueno darse cuenta que uno también lo tiene. No es eso de querer volverse loco, ni con ser un drogadicto o un súper alcohólico a los 30 años, no me interesa. Pero sí me interesa poder aprender cosas. No sé, de repente vas a un carrete y al tercer día te querís morir. Haces estupideces entre medio, tratas mal o te tratan mal, por ese estado en el que estás.

-¿Eso implica que tienes que cambiar?

-Claro, porque si no lo haces, es un círculo vicioso. No es que diga nunca más, sino que te tiene que pasar miles de veces para darte cuenta de que no conduce a nada, salvo escribir.

-¿Cuánto te demoraste en darte cuenta de eso?

-Me demoré años. Pero ahora me di cuenta. El otro día en México me compré el disco de Van Morrison The Healing Game, y me impresioné, porque llegó justo cuando yo lo necesitaba. Es el juego de la sanación, no de ser un monje, sino de sanarse mentalmente. Decir, ya estoy grandecito, y cuando el tipo dice Sing it out loud, dice, cántalo fuerte, cántalo en tu nombre, como si estuvieras orgulloso, canta el juego de la sanación, es súper revelador. Te das cuenta que en todas las cosas en las que creías hay muy poca gente que salva.

-Siempre dijiste que querías ser famoso. ¿Cómo se ve el asunto desde el lugar donde estás ahora?

-Estoy feliz de ser famoso.

-Pero más allá de estar feliz, ¿qué ves desde ahí?

-Básicamente las mismas cosas que veía antes. Tengo una cercanía infinita con mi familia, cosa que agradezco, porque son como un pibote importantísimo. Lo que pasa es, como diría Brian Wilson de los Beach Boys, no estoy hecho para vivir estos tiempos. Tenía una idea sobre la amistad, sobre el amor y todo eso se acabó. En Conce, mis papás están juntos, pero cuando llegué acá, vi que la mayoría tenía a los papás separados. Pensé que ver a mis viejos felices era normal, pero veo que no lo es. Lo mismo para el tema de la lealtad entre los amigos. De repente no me calza. No, no, no.

-¿Has pensado que, de encontrar eso que quieres, una relación de pareja, amigos, te esforzarías más por mantenerlo en el tiempo?

-Sí. De hecho encontré algo que me dijo: `esto es'. Al fin. En la música lo encontré desde que partimos, afortunadamente. Pero ahora encontré otra persona que es eso. Ya caché. Eso es.

-Enamorado...

-O sea no, es sólo la evidencia de que esto era. Calza todo, todo tiene sentido, ves las cosas de otra manera.

-Te sientes mejor.

-Me siento mucho mejor. Me siento aliviado. Es lo que te decía de Van Morrison, The Heiling Game, me siento sanado. Te llega. Además que este año ha sido, guaaac... Quiero que se acabe luego este año.

-¿Por qué?

-Porque todas las cosas de las que estoy hablando, me han pasado en este año no más. Eso de sentirse defraudado. Entonces, de repente estai aburrido de toda esa mierda y, cabrito, la suerte golpea tu puerta. Todo eso que tenía lo vacié en Fome, por eso es un disco tan cara dura.

-Parecías viviendo un proceso algo autodestructivo...

-Ese proceso me aburrió. Me di cuenta que no me quiero ni morir, ni pegarme un tiro, ni nada. Quiero enamorarme. Quiero estar más feliz, más contento. Por eso cuando me preguntan si en el Toco Fondo estaba realmente tocando fondo, o sea, qué más quieres que te exlique. Obvio que toqué fondo. Y esa canción lo dice todo.

Pesados

-La fama de pesados tiene carácter internacional. Ultimamente hasta el diario El País de España lo consignó.

-Y en México también.

-¿Es necesaria esa actitud?

-No puedo hablar por el resto del grupo, pero lo que te decía antes es que no estoy hecho para estos tiempos porque la gente no habla con la verdad y parece que ser honesto o decir la verdad de lo que piensas es casi un pecado. Si ser pesado es decir la verdad, entonces soy pesado.

-¿No hay forma de decir la verdad y no ser pesado?

-Es que la verdad duele. No es que yo sea justiciero y venga a decir, esta es la verdad y yo te la muestro. A mí la gente que me gusta es la que me provoca un poco. No en el sentido violento, sino que me mueva. No digo que hay que mandar todo a la mierda, pero sí, uno tiene su espacio irreductible para hacer sus cosas y para planteárselas. Si me preguntas cómo me cae Mauricio Redolés, que debe ser uno de los más odiados junto conmigo, me cae súper bien. Lo encuentro un híper talento además. Te juro que me trato de comunicar con los otros en buena también. Tengo amigos que me conocen desde chico y piensan que soy casi un pan de dios. Y me pregunto cómo puede ser esta esquizofrenia que algunos me encuentran lo máximo y otros me encuentran último, soberbio.

-Quizás el público está acostumbrado a que los artistas se planteen de una manera mucho más melosa.

-Mucho más. Exactamente. Por eso fuimos los más pesados en Viña, porque cómo no vamos a serlo si te preguntan puras estupideces. Prefiero las entrevistas un poco más profundas, por eso rechazo el 90 por ciento, porque no me interesan. No me interesa abrirme frente a alguien que te va a defraudar de nuevo.

-Los encantos de Fome han pasado desapercibidos por toda esta carga negativa que tienen Los Tres. Tampoco le hace bien a la música este tipo de enredos.

-Eso no lo entiendo. ¿Cuál es el daño que hemos hecho nosotros, como para que alguien no escuche nuestra música?.

-No es daño, es un tratamiento agresivo que te distancia.

-Eso es una cosa de periodistas, pero no del público. Todos los que me hacen preguntas giran en torno que suavizáramos un poco la onda y, más o menos te dicen `pídele disculpas a tu público'. ¿Disculpas de qué? Creo que el Fome es un disco adelantadísimo a su época. Yo me debería pegar un tiro, aparte de que el disco vendería quíntuple platino, ahí dirían `ah, estos la cagaron'. Si la gente no se da cuenta de eso, no la desprecio, pero ya pasará. Si eso es soberbia, que lo sea, porque es lo que pienso.

Me voy

-¿Te dan ganas de irte?

-De hecho me voy.

-¿Para siempre?

-No. Por un rato, pero me voy, por ahí. No porque no soporte la atmósfera de Chile, sino porque odio la comodidad y para mí estar acá, en Chile, en mi casa es...

-¿Poco arriesgado?

-Claro, sueldo seguro, es como estar contando los billetes.

-Convertido en un burócrata.

-O sea, aquí el setenta por ciento de los músicos son todos unos burócratas. A mí no me va ni me viene eso, porque yo necesito moverme. Si no lo hago me muero.

-¿Es un viaje solamente?

-Sí. Aunque de repente me dan ganas de vivir en otro lado. De ser otra cosa.

-¿No músico?

-Sí, claro. Pero también pescador, entonces en la mañana estás en la caleta y en la tarde eres músico. Quiero ver otra gente que no me conozca. Como volver a ser lo que era antes. Y no es que me moleste que ahora me consideren un compositor, eso me encanta, pero necesito el riesgo permanente. Me gusta el riesgo de la simpleza. Don Robert, cuando lo acompañaba al hospital me dijo: `es linda esa canción que hizo', por el Déjate Caer. `Me gustó, pero usted tiene que llegar a hacer canciones con dos acordes no más'. Y en eso he estado. Dándole un hilo conductor a la simplicidad. Cuando el arte se nota, ahí dejó de ser arte. Pero cuando no se nota y te toca y te salen las lágrimas, eso es.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.