El regreso triunfal de la millenial prodigio del pop

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Ayer se lanzó Melodrama, el segundo disco de la aplaudida neozelandesa. Con 20 años, la cantante se corona como uno de los grandes talentos de su generación.


Cuando Lorde -nacida como Ella Yelich-O'Connor en Nueva Zelanda- apareció en la escena con 16 años, era distinta a lo que se espera de una ídola adolescente: no era virginal, como la primera Britney Spears o Miley Cyrus, ni era rebelde, en el sentido de tomar al sexo como bandera del traspaso a la adultez. Lo de Lorde era un poco más oscuro, ayudado por su voz grave, pero siempre desde el punto de vista juvenil: era la que no encajaba en las fiestas, pero porque era más interesante que la bonita del curso. Pure Heroin, su disco debut, tenía sonidos que además no se quedaban en el pop chicle, sino que exploraban hacia el lado electrónico, con letras de extrema madurez sobre ver la vida como millenial. Fue un éxito de ventas en el mundo, se fue de gira -a Chile vino para Lollapalooza en 2014-, se ganó dos premios Grammy, incluido canción del año por "Royals", y se convirtió en la esperanza musical de su generación ante los ojos de la crítica.

Cuatro años después, Lorde ha regresado con su segundo disco, Melodrama. Y, nuevamente tiene a los especialistas gritando ¡aleluya! NME la describe como "la elegida", recordando que fue el mismísimo David Bowie quien la decretó como heredera musical. Rolling Stone anotó que Melodrama es "fantásticamente íntimo, una proeza de producción" (y eso es sólo el título). Y Jon Pareles, el crítico de The New York Times, le dedicó una positiva crítica: "Todavía tiene la cercanía de su voz, con su humo, melancolía y una ira apenas contenida, y se rehúsa a que sus letras se resuelvan en posturas estándares del pop".

Lo de Lorde ha sido recibido con fiesta, pues se ve una evolución; los sonidos han cambiado, ahora de la mano de Jack Antonoff como productor. El músico, de los proyectos Bleachers y .fun (y pareja de Lena Dunham), ha sido perfilado como el nuevo rey Midas del pop, ya habiendo trabajando con éxito en el último disco de Taylor Swift. Lorde y Swift, la superventas que pasó del country al pop, son amigas cercanas, aunque podrían parecer contrarias: tan rubia y perfecta una, tan morena y melancólica la otra. Pero se unen en un punto fundamental del reino de los menores de 30: el compartir la intimidad y transformarla en moneda de cambio. Para la generación de redes sociales, twittear el dolor de un corazón roto o subir una foto de instagram que retrata la melancolía de una noche solitaria, son parte del intercambio cultural; Lorde es una de las millenials que ha sabido empujar esa intimidad de manera natural en sus letras. Melodrama es un disco sobre fiestas, romances fracasados, noches de juerga y mañanas de resaca. Lorde ya no está en un rincón de la fiesta riéndose de los demás, sino que está al centro, porque hace años se transformó en la estrella. Pero eso no quita que se sienta incómoda, feliz, ansiosa, lujuriosa, indiferente. Y por sobre todo, infinitamente joven. "Todas las noches vivo y muero, conozco a alguien y me lo llevo a casa", dice, en Perfect Places. Y también, "Tengo 19 y estoy en llamas. Pero cuando bailamos estoy muy bien". La voz de su generación.

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