Amélie Nothomb, escritora belga: "Soy una autora política a escala atómica"

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La narradora habla con Culto sobre el monólogo inspirado en su exitosa novela Estupor y temblores, de 1999, que el 2 y 3 de junio se presentará en el Teatro UC.


Tiene todo en contra. Con 22 años, la hija de un reputado diplomático belga decide marcharse y probar suerte tan lejos como pueda. Una mañana toma un avión sin escalas desde Bruselas hasta la luminosa y laberíntica ciudad de Tokio, donde pronto consigue un trabajo en Yuminoto, una de las empresas más importantes de Japón. Se la pasa allí buena parte del día, indiferente al paso de las horas. Primero, sirviendo té y café y, cuando no, actualizando los calendarios de sus superiores o de pie ante una fotocopiadora, reimprimiendo una y otra vez el manual reglamentario de un exclusivo club de golf. No es la vida que quería, piensa, sino lo más parecido a una pesadilla en colores. Pero la joven filóloga Amélie Nothomb no imagina que todo puede ponerse aún peor.

Su jefa, la bella señorita Fubuki Mori (que en japonés quiere decir "tormenta de nieve"), la única persona en la que podía confiar y refugiarse, cambia bruscamente el tono con ella. Ahora le llueven retos, gritos y hasta insultos que muchas veces no comprende, y para peor la obligan a hacer el aseo en baños de hombres y mujeres. Ha descendido sin retorno hasta el último peldaño de la pirámide y sólo quiere gritar, patalear y repartir algunos golpes. Allí ve, algo resignada, cómo su extraña y femenina presencia se apaga cual alarido en medio de la noche.

Por las tardes, camino a casa y asqueada del olor a cloro que desprenden sus manos, Nothomb decide que lo escribirá todo. Está convencida de que esta cruel historia iluminará el lúgubre camino de varios que, como ella, fueron reducidos al estatus de peón en tierras lejanas.

Desde 1992, con la aparición de su primera novela, Higiene del asesino, la autora se ha vuelto una figura atípica y una de las plumas más irreverentes del mapa literario actual. Desde Bruselas, donde vive hoy a los 50 años, Nothomb dice a Culto que es raro el día en que escribe menos de cuatro horas, y que si hoy vive de la literatura es "gracias al trabajo duro, y sólo eso". Lo cierto es que su séptima novela, Estupor y temblores, publicada en 1999 y ganadora del Gran Premio de la Academia Francesa, fue la responsable de echar a correr su nombre entre los grandes: ese año se convirtió en uno de los títulos más vendidos en Francia y otros rincones de Europa.

"Escribí este libro para garantizar que esos sucesos ocurrieron, efectivamente, y para tratar de entenderlos. Esta novela sigue vigente: el mundo laboral es más que nunca el mundo del desprecio, no sólo en Japón, no sólo hacia las mujeres, sino sobre todo hacia las mujeres japonesas", agrega la autora de Acido sulfúrico y miembro desde 2015 de la Academia de la Lengua y de Literatura Francesa de Bélgica. No por nada, aclara, con su título hizo referencia a la forma en que el emperador exigía que sus súbditos se presentaran ante él, en el mismo Japón donde por azar fue a nacer en 1967. Fue allí precisamente donde, con 22 años, Nothomb vivió la experiencia laboral más cruda de su vida.

La misma historia, llevada al cine por Alain Corneau en 2003 ("Las adaptaciones al cine no pueden ser tan artísticas. No me ocupo del cine, dejo que el cine se ocupe de mí"), llegará convertida en monólogo este 2 y 3 de junio al Teatro UC. Presentado por el Instituto Francés, Migr'Artes y el Fondo Franco Alemán, el montaje es dirigido y protagonizado por la actriz franco-marroquí Layla Metssitane. "Virginia Woolf dijo: 'No ha pasado nada hasta que no se haya escrito'", afirma la autora. "Yo escribo sobre el misterio humano. Soy parte de esta temática. Es normal que lo autobiográfico surja regularmente de mi pluma, pero no por eso toda mi vida aparece en mis textos, ni mucho menos. Escribo desde cierta distancia sobre mis temas y esta distancia crea un tono irónico. Mi visión del mundo es necesariamente desfasada, por el lugar donde coloco la mirada. Creo que soy una autora política a escala atómica: se trata de política vista con microscopio", agrega.

Le urge aclararlo. En su última novela, Pétronille (2016), su protagonista encuentra al fin una compañera ideal para sus habituales borracheras. La crítica creyó que se trataba de ella misma: sabían de la peligrosa relación de Nothomb con la champaña, por lo que el personaje podía ser, al menos, un alter ego suyo. Pero ella dice que no. "Pétronille es la novelista francesa Stéphanie Hochet", cuenta, "pero me gustaría también ser otra persona, sobre todo alguien que no conozco. Este también fue el caso".

Sola sobre el escenario, Metssitane aparece envuelta en su nicab negro en el montaje estrenado en Aviñón, en 2010. Se desviste y maquilla el rostro de blanco, transformándose en una geisha, símbolo de la mujer japonesa alienada. Poco a poco, y ya convertida en otra, saca la voz para denunciar la condición de muchas mujeres víctimas de humillaciones.

"No vi aquella función en Aviñón", cuenta Nothomb. "Descubrí el trabajo de Layla en París, en 2011: fue una iluminación. Algunas veces adaptaron mis textos al teatro con menos talento y allí sufrí, pero en el caso de Layla, ¡ha sido un verdadero regalo!", agrega. Lectora voraz de Ionesco y Wilde, cuenta que siempre la ha atraído el teatro, pero que nunca había tenido un acercamiento a él. Aun así, en 1994 incursionó por primera y única vez en la dramaturgia, con su obra Los combustibles. "La regla en el teatro es la urgencia. Por ese motivo es difícil escribir teatro y es fascinante al mismo tiempo. Cuando uno escribe una novela puede permitirse desaceleraciones en el ritmo. E incluso, deberían ser obligadas. En el teatro eso está prohibido", opina.

Ha vuelto esporádicamente a su Japón natal, cuenta, aunque sólo como turista. "Vivimos una época de retraimiento oscurantista a todo nivel. Es muy preocupante. El retraimiento es un fenómeno mundial. Tenemos un doble discurso: todo el mundo declara que adora al prójimo mientras su conducta muestra lo contrario. Lo viví sobre todo en Japón, y ahora aquí, con esta Europa que nunca había estado tan cerca de la explosión", dice. "¡Me parece cada vez más extraña y ajena! Vivo en el eterno extranjero, como siempre. Basta con tomar el ejemplo de Trump: de un día a otro, todos caímos en una pesadilla. ¡Vertiginoso!".

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