Cannes 2017: 70 años de cine en tiempos de cambio

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El próximo miércoles comienza el festival donde en su momento se consolidaron Fellini, Coppola y Scorsese. Realizadores como Polanski, Lynch y Michael Haneke le sacan lustre al encuentro que por ajustarse a los tiempos e incluir dos cintas Netflix provocó la ira en Francia.


Se suele decir que al Festival de Cannes van siempre los mismos directores y aquella queja puede ser tan verdad como que el encuentro es el único capaz de reunirlos a todos y hasta darse el lujo de descartar títulos. Su lugar de faro en el mar de la cultura europea le permitió en su momento tener lo mejor de Bergman, Fellini o Kurosawa, y 2017 no es la excepción. Llegan Roman Polanski con su nuevo thriller Based on a true story, Michael Haneke y su esperado retrato de Europa en tiempos de refugiados en Happy end o Fatih Akin con On the fade, donde Diane Kruger es una mujer que pierde a su familia en un atentado. También hay invitados  habituales más jóvenes: es el caso de Sofia Coppola y su cinta The beguiled, con Colin Farrell y Nicole Kidman.

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En estricto rigor Nicole Kidman siempre ha tenido en Cannes una presencia sólo comparable a la que se le prodiga a las estrellas francesas como Isabelle Huppert o Marion Cotillard. En 2001 Moulin Rouge! abrió el festival  y en 2014 el turno fue de Grace de Monaco, también con ella de protagonista. Ahora, sin embargo, su omnipresencia es inaudita: participa en nada menos que cuatro largometrajes. Es la regenta de un seminario de señoritas en The beguiled, de Sofia Coppola; la esposa de un desquiciado cirujano en The killing of the sacred deer de Yorgos Lanthimos; una líder del punk en los 70 en How to talk to girls at paries de John Cameron Mitchell, y la líder de una secta en Top of the lake, la serie de Jane Campion de la que se estrenará un gran adelanto.

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Cuando el delegado general del Festival de Cannes, Thierry Frémaux, anunció que este año se incorporaban dos películas producidas por Netflix a la Competencia, muchos creyeron que era el comienzo de una comunión entre la poderosa plataforma online y el epítome del cine de prestigio. La llegada de The Meyerowitz stories de Noah Baumbach y de Okja de Bong Joon Ho, eran el síntoma inequívoco de este abrazo que parecía fraterno: Cannes se hacía cargo de la irrupción de un nuevo jugador en el cine mundial y Netflix aceptaba pasar por la pantalla grande de un teatro. Todo, al parecer, ahora colapsó. Las quejas de los dueños de multisalas en Francia, enojados porque ninguno de los dos largometrajes serán dados en cines, lograron que éste sea el primer y último año que Cannes acepte a Netflix.

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En Francia se autofelicitan, entre otras cosas, por haberle dado importancia a Jerry Lewis y a Clint Eastwood antes de que fueran reconocidos en su propio país. Con David Lynch, aunque en menor medida, pasó algo similar: el Festival de Deauville fue el primero en acoger al realizador de Terciopelo azul fuera de su país. En 1977 estrenó ahí su ópera prima Eraserhead, ejemplo de la clásica película de culto, y en 1990 Cannes le dio la Palma de Oro a Lynch por Corazón salvaje. Fueron franceses también los productores que financiaron Mulholland Drive e Imperio, sus dos últimos largos. Este año Cannes exhibirá, adelantándose a la salida en TV, parte de Twin Peaks, el esperado retorno de Lynch a aquel peculiar microcosmos del noroeste de EE.UU. Para muchos, se trata del gran evento del festival.

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La historia de abucheos  de Cannes es antológica. Es parte de su naturaleza. El encuentro de la Riviera se echa al bolsillo todas las etiquetas al término de una función o en la premiación final: si la película no gusta, las pifias son infinitas. Todos los años hay al menos tres películas que sufren tal calvario y en su historia hubo casos clásicos que hoy parecen descolocados. En 1976, Taxi Driver de Martin Scorsese se llevó la Palma de Oro, pero en su función de prensa fue abucheada con ganas. Catorce años después, Lynch enfrentó alaridos de desaprobación  cuando recogió la Palma por Corazón salvaje. En 1960, el moroso ritmo de La aventura de Michelangelo Antonioni se hizo tan  insoportable para algunos que recibió un  chiflido en masa. El director y el elenco prefirieron irse antes de que acabara la función.

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Este año no hay Jodorowsky ni Pablo Larraín, dos cineastas chilenos que suelen estar en Cannes , pero sí Marcela Said, que participará con su segundo largo de ficción, Los perros, en la Semana de la Crítica. Protagonizada por Antonia Zegers, Alfredo Castro y Alejandro Sieveking, cuenta lo que sucede con una mujer al enterarse de que su nueva pareja tiene un pasado de torturador durante el régimen militar. Mitad chilena (en producción al menos) es La novia del desierto, cinta de las argentinas Valeria Pivato y Cecilia Atán que protagoniza Paulina García y que estará en Una Cierta Mirada. A la misma sección irá La cordillera, la costosa producción argentina, donde hay dos locales  en roles importantes: Paulina García hace de presidenta de Chile y Alfredo Castro es un médico siquiatra.

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