La chica ruda y el tipo tierno

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En Love, la serie de Netflix que estrena su segunda temporada, dos seres humanos se conocen, se gustan y, cuando empiezan a tomar ritmo, comienzan las dudas y malentendidos. Esa es la estructura narrativa de una relación para jóvenes de treinta y tantos, que mientras buscan lo que quieren, descubren que no lo tienen claro.


Mickey (Gillian Jacobs) va a una pequeña tienda en una estación de servicio, solo quiere comprar un café para superar la decepcionante noche que tuvo. Por alguna razón creyó que podría arreglar las cosas con su ex, pero solo reafirmó que seguirá siendo eso: un ex. Se acerca a la caja a pagar y al oír el precio del café su mirada ojerosa por la falta de sueño se desorbita. Casi tres dólares por un café que necesita para reactivarse y la billetera olvidada en su casa no le permiten beberlo.

La joven implora al vendedor que acepte un tardío pago recordándole que ella es cliente frecuente, a lo que él se niega rotundamente. La discusión comienza a agarrar vuelo hasta que entra Gus (Paul Rust), quien va directamente por una bebida que empieza a ingerir apenas la saca del aparador. Cuando va a la caja, Mickey sigue discutiendo, por lo que Gus decide cortar el problema ofreciéndose a pagar. Mickey duda unos segundos, pero acepta, agregando una caja de cigarros a la compra.

Lo natural era que el ofrecimiento a una extraña solo quedará allí, pero Mickey y Gus solo estaban comenzando a conocerse. Poco importa si el que dio el primer paso fue él al ofrecerse a pagar, o ella al insistir en que la acompañe a su casa, ambos tenían que conocerse. A lo largo de 10 capítulos, Love, serie producida y distribuida por Netflix, presenta a dos adultos jóvenes que comienzan a vivir su tercera década y lidian con lo laboral, ser dueños de casa y encontrar pareja en una era en que enviar un emoji se interpreta como un gesto de amor.

Mickey da fin a una relación con un hombre mayor que ella, aún dependiente de su madre, con el único interés de mirarse el ombligo cuando no se está drogando. Gus, por su parte, terminó con su novia luego que ella le confiesa haber sido infiel y lo acusa de ser una persona que falsamente se hace el bueno («fake nice»). Cuál de los dos más infeliz en el ámbito de las relaciones amorosas.

«Hey, it's Gus, sup?» es la forma en que Gus luego de escribir y borrar varias veces un mensaje de texto, decidió comunicarse nuevamente con Mickey tras haber pasado gran parte del día con ella. Llega a ser un tanto desesperante cómo ella se demora prácticamente todo el día en enviar una respuesta del mismo estilo, y así sin más, los dos comienzan a hacer clic.

Los capítulos duran entre media hora y 45 minutos, pero aún los capítulos más extensos hacen que el tiempo pase volando por medio de sus protagonistas. Mickey y Gus viven un continuo tira y afloja, recreando las clásicas etapas en una relación, en un increíblemente breve periodo de tiempo. El encanto de esta ficción radica justamente en eso, en que retrata sin pelos en la lengua la realidad de muchos que, con sus defectos y las facilidades —o dificultades— de la era digital, aún persiguen el cuento de hadas.

Es por medio de esta persecución camuflada del final feliz, que los personajes mutan. La chica ruda no tiene corazón de piedra ni planea que todos sus días sean una aventura y el tipo tranquilo que bordea lo fome, se da cuenta que sí es capaz de hacer cosas nuevas y tomar riesgos.

Tal vez son las canciones en los créditos las que dan a entender cómo puede seguir la historia, quizás es el aire de realismo sin maquillaje de las relaciones de pareja, o lo simple y a la vez complejo que es conectar en la era de las comunicaciones, que hace de Love una serie que se disfruta y se sufre. Mickey y Gus son capaces de transmitir la sensación de "yo no soy así" y al mismo tiempo decir "me pasó algo parecido".

No se necesita un culebrón del Caribe para sufrir, una «sitcom» gringa para reír, o una ficción de corte intelectual para analizar la vida. La producción de Netflix, que estrena su segunda temporada, es tan simple que permite tener otra perspectiva de la vida, sin moverse del living de tu casa.

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