Sonrisa idiota

Mickey

No parece extraño que Netflix haya confirmado una segunda temporada antes de lanzar la primera, algo que solo había ocurrido con el caballito de batalla que es House of Cards. Por mientras eso ocurre, seguimos teniendo Love. La enorme serie escrita y protagonizada por Paul Rust, con Judd Apatow y Lesley Arfin.


Hay algo en Love, cuando acaba la primera temporada, que te mete en la piel de los treintañeros en situación de soltería, al punto de reflexionar sobre qué significa encontrar el amor. Algo que imagino más o menos así: un tipo esquivando las fotos de parejas y matrimonios en Facebook, mientras camina siempre como Neil Armstrong caminó la luna: sabiendo que no pertenecía allí, que la gravedad interna era otra, pero al mismo tiempo maravillado del lugar.

Love, la serie de Netflix, va sobre semiadultos en crisis, personajes imperfectos, desbordados o temerosos de ese amor cursi que nos cambiará la vida; y el miedo a demostrarlo y vernos sobrepasados por él: no vaya a ser que dejemos de ser serios y desinteresados. No vaya a ser que nos enamoremos mucho y que de repente nos hagamos maduros y responsables.

Otro asunto importante de la serie es Mickey (Gillian Jacobs), quien dotó a esta primera temporada de algo mágico: credibilidad. Por alguna razón creemos en cada quiebre emocional, cada golpe bajo y la imposibilidad que tiene para domar sus impulsos. Nos parece lo más genuino que alguien que atraviese su camino se enamore de ella, la chica impredecible y directa que acaba de echar de su casa a su última pareja. Por otro lado, Gus (Paul Rust) es un tipo torpe y tierno que terminó una larga relación. Lo importante es que, de alguna forma, antes de conocerse en una estación de servicio, los protagonistas ya tienen apuntes sobre su visión del amor: un motor con demasiado mantenimiento; un artefacto binario que siempre termina por ser reversible.

Ambos se mueven como dos astronautas atados por un cable llamado trabajo. Ahora, la serie no es como Girls, que también lleva la firma de Judd Apatow pero sigue a un grupo de chicas en busca de sus primeros empleos. Love está filmada en Los Ángeles y se parece más al siguiente peldaño: tipos con sueldo, que pagan cuentas y cumplen horarios (Tal vez el piso de arriba sean los personajes de Master of None y How I met your mother.) Entonces aparecen los cortocircuitos entre personas que no quieren estar solas, y que, en algún minuto de supercordura, deciden dejar de vivir en el borrador de la juventud salvaje.

Como ocurre en todo el universo Apatow, el humor alcanza ramas insospechadas: desde los comentarios que traen los Blu-ray, a las películas sin canciones y el paternalismo en el mundo de la magia. También la música es muy importante en Love. Al final de cada capítulo, como una narración paralela, las canciones guían la historia: escuchamos "Play the game" de Queen, seguida de "Lovers walk" de Costello y la tremenda "I'll fight" de Wilco. Por supuesto están las bromas estúpidas, los silencios incómodos, las posibilidades de las redes sociales y esa creatividad que aparece cuando dos desconocidos deciden conocerse y compartir el tiempo.

No sé si Love es una serie necesaria, sí es recomendable porque va sobre personas, sueños, esperanzas y lo complicado que puede ser ocultar quién eres y que luego, poco a poco, se vayan dando cuenta y no les guste nada. Es, si me permiten la imagen, como lanzar un búmeran. Algo que también podría ser el amor: una crisis para llegar lejos, crecer, cambiar, escuchar quejas, pasarlo bien y también hundirse.

Lo interesante, el mensaje cifrado por así decirlo, es que en algún minuto de la juguera emocional los personajes se dan cuenta que algunos son tal para cual y que el verdadero amor es posible. Ahí está la profundidad de Love, cuando Mickey evade su inseguridad con el desprejuicio, lo que suele terminar en escenas como la del piscinazo (que recuerda el de Almost famous), o cuando llama a una amiga con familia a las cuatro de la mañana solo para hablarse a sí misma. No es casualidad que lea Cujo, de Stephen King, o recomiende La canción del verdugo, de Norman Mailer: siente miedo. Tal vez la escena del metro, promediando el sexto capítulo diga bastante: «Este tipo es bueno y gracioso y dulce, y yo soy un pedazo de mierda y solo quería salvarlo de mí. Pero es todo mentira, solo tenía miedo».

No parece extraño que Netflix haya confirmado una segunda temporada antes de lanzar la primera, algo que solo había ocurrido con el caballito de batalla que es House of Cards. Por mientras eso ocurre, seguimos teniendo Love. La enorme serie corta que parece larga. Soñando con esa Mickey que responde los mensajes y aparece como los mejores asuntos: sin aviso, particularmente distinta al resto del planeta diminuto que has levantado a punta de rutina y aburrimiento, como esas pocas cosas que te dejan una sonrisa idiota en medio de la cara.

https://www.youtube.com/watch?v=Ym3LoSj9Xj8

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