Jorge González estremece al Nacional con el último show de su vida

El artista ofreció anoche en la Cumbre del rock chileno lo que, según su propio anuncio, es su adiós de las presentaciones en vivo. En el Estadio Nacional de Santiago el músico dio un espectáculo evocativo, marcado por su esfuerzo para cantar y por una fusión de temas nuevos con clásicos.


Jorge González a los 20 años hablando desafiante del futuro esplendor que espera por Los Prisioneros en los 80. Jorge González una década más tarde revelando en TV sus contradicciones. Jorge González en Viña 2003 pidiendo irónico más pifias. Jorge González iracundo desparramando micrófonos en aquella memorable conferencia. Finalmente, Jorge González de pelo cano, sentado, rostro rígido, mirada hacia el horizonte, luchando por pronunciar cada una de sus palabras: es el final del camino y la noche de esta sábado su show en la Cumbre del rock chileno, el último de su vida según sus propias palabras, se inició con imágenes que evocaban todas sus fases, para rematar en un montaje iluminado con su figura escudada por su grupo de músicos.

Es el hasta siempre de los escenarios de una figura irrepetible en la cultura popular chilena, alguna vez con estampa de invencible y fama de intimidante, pero hoy magullado por las secuelas motrices del infarto isquemico cerebeloso que cambió para siempre su existencia en 2015. El público lo sabe, lo ovaciona y, por primera vez en toda la jornada de este sábado, los 35 mil presentes escuchan con reverencia y solemnidad, respetuosas de un trance histórico no solo para el sanmiguelino, sino que para todo el rock local. Pero como toda fiesta del adiós, abundan los nervios. La presentación del cantante se atrasó casi media hora, luego que el número que lo antecedía, los ex La Ley DIACERO, cometieron el desacierto de aparecer 30 minutos después de lo pactado debido a sus altos requerimientos técnicos. Fue el único bache del evento.

Pero poco importó. El protagonista era otro e incluso se dio el gusto de concentrar la primera parte de su show en los temas de sus títulos más recientes, Libro (2013) y Trenes (2015). El mismo le había comentado a su equipo en los ensayos de la semana que no quería que su retiro fuera sinónimo obligado de nostalgia, sino que, por el contrario, una nueva oportunidad para exhibir vigencia. Por lo demás, sus composiciones más recientes no exigen en demasía su voz, son temas casi recitados, rasguñando el susurro, con letras de escalofriante actualidad: "A veces veo a Jorge/ en el parquecito aquel/ la mochila media chueca/ la chaqueta negra fiel/ le soplo 'coleguita, nos vamos a morir/ tú y yo en estas tormentas del fin'", canta en "Trenes trenes trenes". Tras la primera mitad —donde pasaron "Nada es para siempre", "Hombre" y "Nunca te haría daño", entre otras—, turno de viajar al repertorio que inmortalizó su legado en Los Prisioneros. "Brigada de negro", ese testimonio de los sombríos sábados por la noche de los 80, es el primer mazazo. Luego pasan "Mi casa en el árbol" y "Amiga mía", bajo la ovación apabullante del respetable. En ese minuto, se abre una pausa: el Ministro de Cultura, Ernesto Ottone, le entrega la Orden al Mérito. Pero el cantante no emite palabra alguna, solo regala una sonrisa de gratitud. En los días previos, su equipo le aseguró a los encargados del galardón que el ex Los Prisioneros no hablaría, para no exigirlo en un instante de alta intensidad y para no exponerlo en un diálogo con un personero político: incluso en su hora final, González sigue siendo González.

De hecho, cuando volvió a tomar el micrófono, solo dijo: "Tren al sur", introduciendo el tema siguiente, el que regaló un nuevo polvorín de emociones en el recinto. Y para el cierre, no podía ser otra: "El baile de los que sobran", la composición que mejor resume las penurias del chileno medio en plena dictadura, el tema que alguna vez dijo que le parecía "triste" y que nunca se explicó por qué había adquirido una estatura mitológica, se convierte en su última postal en un escenario. El inicio del resto de su vida.

Aunque había algo más. Para mitigar pifias y saludar a su amigo de décadas, el propio González le entregó a Alvaro Henríquez el premio Ícono del rock. Fue una secuencia extraña (el sanmiguelino en su adiós, las pantallas mostrando imágenes de Los Tres), pero daba igual: a partir de este sábado Jorge González concluye para siempre su vida en escena, pero inicia el despegue definitivo de su leyenda.

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