The OA: ¿genialidad o basura o ambas?

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La última serie original de Netflix es un misterio hecho para maratón, que pasa de lo sobrenatural a lo definitivamente New Age, y tiene tantas flashazos de brillo argumental como horrores en la trama.


Mientras se avanza en los capítulos de The OA, la serie de Netflix creada por Brit Marling y Zal Batmanglij, se pasa por todas las etapas posibles como espectador. Ay, esto me gusta; seguido de 'un capítulo más'; luego 'esto no es tan bueno como cuando partí'; a 'esto es lo MEJOR que he visto desde que nací; y 'uf, qué manera de rellenar'; '¡Nooooool'; etc.

Partamos con lo bueno: The OA es adictiva, una serie hecha con mentalidad de maratón. Ya no es solo que el último segundo del capítulo te engancha con el próximo, sino que la estructura entera, con idas y vueltas temporales, hace que sea más disfrutable siendo engullida, que catada con dignidad. La historia parte con una mujer saltando de un puente. Sobrevive. Luego nos enteramos que es Prairie (la misma Brit Marlin), a quien sus padres han buscado por siete años desde su desaparición. Ella los ve entrar al hospital y no los reconoce: cuando se esfumó era ciega, ahora puede ver.

Prairie vuelve a casa, pero algo le falta: alguien llamado Homer, que intenta contactar. Recluta a un grupo de desadaptados o solitarios para ayudarla, el matón del colegio, el chico transgénero, el mateo esforzado, la profesora triste (Phyllis Smith, te amamos)... los que se reúnen en una casa abandonada, y entrenan un ritual, mientras la recién llegada cuenta su historia.

Hay detalles muy bien logrados para mantener la tensión: Prairie le pide a sus seguidores que dejen sus puertas abiertas cuando salgan, para "dejarla entrar".

Uh, ¿por dónde? ¿cómo? ¿cuándo?

Lo malo, es que cuando termine la serie, jamás nunca se volverán a referir a eso, y no tendrá sentido, por lo que se convierte en un truco con nuestras pequeñas mentes, ávidas de misterios sobrenaturales bien resueltos.

La historia avanza y al final esto es una reflexión sobrenatural y new age: Prairie termina siendo secuestrada -¿por qué los personajes siguen bajando escaleras sospechosas a subterráneos de gente que recién conocen?- por Lucious Malfoy (o el actor Jason Isaacs), que tiene una colección de rehenes con algo en común: estuvieron clínicamente muertos y regresaron a la vida. Sabemos lo que experimentó Prairie cuando murió: entró en un cuarto lleno de luces de navidad tipo restaurante hipster en la terraza, encontró a una mujer de vestimenta y referencias asiáticas, y vuelve a la vida. Así termina llamándose The OA, o el Original Angel, y con sus compañeros buscará escapar y, al mismo tiempo, encontrar el secreto del paso entre vida y muerte.

Tranquilo.

Por eso The OA es buena: porque es ambiciosa. Funciona muy bien la narrativa de secuestro e intentos de escape, las jaulas de vidrio, el cómo Prairie se gana la confianza del captor; todo eso tensiona. Funciona muy bien que dudemos de Prairie después de todo lo que creímos, de la infancia rusa al amor a través del vidrio. Lo que no funciona es las partes que más que adorno, se sienten sinceramente bobas, como tanta espíritu hindú con mensaje críptico, y tanto cabo suelto: hablemos del personaje de Paz Vega, que van a buscar al caribe, meten a la fuerza en la historia, y después nunca más habla o ni aparece mucho. ¿Fue solo para ver a Jason Isaacs siendo sexy en locaciones de aire latino caluroso? O ¿qué diablos hacía esa especie de consejero sicólogo de Prairie en la casa de ella cuando la familia se había ido, justo para encontrarse al discípulo que se había colado por la ventana?

Y están, claro, los "movimientos": cada muerte en vida les va reportando a los secuestrados parte de una danza ancestral que puede resucitar muertos y sanar cuerpos. La coreografía es entre lo más cool que se ha visto en la pantalla -creada por el coreógrafo de Sia- y con la que de verdad quieres que pase algo, y lo más ridículo de este planeta, por ver a estos adultos en pijama haciendo una mezcla de danza moderna con la imitación de un pavo en celo.

Lo que nos lleva al final: quizás el más polémico en mucho tiempo en EE.UU. Y no porque se vaya a negro o era todo un sueño en una realidad paralela a la isla. Sino porque la coreografía de movimientos de pavo en celo termina "salvando" de un tiroteo a la escuela donde van nuestros protagonistas. Un tiroteo como tantos de los que se han convertido en la pesadilla del país donde la constitución te permite llevar armas. Es gratuito, porque aparece de la nada. Hay críticos gringos indignados por tocar el tema más sensible de todos, de manera oportunista y liviana. Pero cuando se mira la serie en reverso, quizás lo que pasa es que Prairie, sin saberlo hasta final, logra proteger a los solitarios para convertirlos en una fuerza que detiene al joven armado, probablemente otro solitario a su vez. Todos son huérfanos en The OA, algunos logran hacer las cosas mejor que otros, nada más.

Igual, es estirar el chicle. Porque entonces The OA no es solo una serie sobre la vida después de la muerte y el entre medio, sino que cómo se evitaron muertes entre los tiros de escopeta en una cafetería. Y puede que Brie Larson y compañía sean ambiciosos, pero quizás se les pasó un poco la mano en las ganas de abarcar tanto tema. Adictiva, pero lesa.

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