Stranger things: la tole tole

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Es una temporada sin dudas entretenida -mucho más que la anterior-, con referencias pop constantes, buena banda sonora y una historia que tras los primeros tres episodios se mueve rápido y atrapa.


Desde que Netflix tuvo esa idea de entregar las temporadas completas de sus series en un mismo momento que la tentación y la posibilidad está ahí: sentarse toda una tarde o una noche, seis, ocho o diez horas sin parar y verlo todo de una vez hasta que no haya nada más.

Una advertencia. Hacer esto con la tercera temporada de Stranger things es buscarse un pequeño mareo. Es un ciclo tan entretenido y cautivante como absurdo. Lleno de hoyos que hace que se acumulen preguntas tipo "¿De dónde salió esto?", "Eso no era así en las temporadas pasadas (¿o sí?)"… "en serio, ¿rusos?".

La historia se retoma en medio del verano de 1985, mientras se prepara la gran celebración del Día de la Independencia estadounidense. Los niños, ahora adolescentes, han pasado meses en paz luego del cierre del portal, Mike pololea con Eleven, Lucas con Max y los problemas que tienen son más de película de John Hughes que de Steven Spielberg: amigos creciendo a velocidades distintas, jóvenes en trabajos que odian, adultos tratando de poner reglas a sus hijos en crecimiento al mismo tiempo que lidian con sus propios problemas.

Pero claro, esto es Stranger things, entonces no pasa mucho tiempo hasta que esa paz ha desaparecido y las amenazas del otro lado están de vuelta, con furia renovada, ayuda rusa y capacidad de tomarse los cuerpos y las mentes de los habitantes de Hawkins para hacerse más fuertes y acabar con todo.

Es una temporada sin dudas entretenida -mucho más que la anterior-, con referencias pop constantes, buena banda sonora y una historia que tras los primeros tres episodios se mueve rápido y atrapa. Con un monstruo más malo, fuerte e inteligente, lo que asegura una batalla final épica. Además, en su lado no fantástico muestra que también puede ser interesante en la exploración de los dolores de crecimiento de los adolescentes y jóvenes.

El asunto es que junto con todo esto, hay un desorden total y una sensación de todo vale, porque después de dos temporadas en que esta extraña amenaza tenía conexiones con Eleven y con Will por motivos específicos y razonablemente explicados, ahora la audiencia tiene que aceptar que se trata de un ser que se toma cuerpos a voluntad y los controla como zombies con fuerza sobrehumana. Y claro, si fuera solo eso quizás estaría bien, pero resulta que además hay que aceptar que el pequeño pueblo donde ocurre todo ha sido invadido sin que se den cuenta por cientos de soldados, científicos y trabajadores rusos; que un ser que era "sólido" ahora puede liquidificarse cuando quiera para pasar por rejillas y debajo de puertas; que una adolescente puede descifrar frases en ruso (idioma que no habla) en unas pocas horas, y así… una tole tole, una juguera de acción, romance y ciencia ficción que a pesar de todo esto, funciona.

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