Rodolfo Opazo, el artista que pintó la dimensión metafísica del ser humano

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Retirado del mundo del arte, el Premio Nacional 2001 murió a los 84 años de una infección al endocardio. Su funeral será este viernes al mediodía en el Parque del Recuerdo.


Casi no daba entrevistas y no le gustaba figurar. Rodolfo Opazo Bernales no quería siquiera ser candidato al Premio Nacional de Arte, cuando su galerista Tomás Andreu se lo propuso en 2001. Ese año recibió el galardón. "Me dijo que por ningún motivo le hiciera campaña, lo hice igual. Al final me perdonó", recordó este jueves Andreu, mientras los restos del pintor eran velados en el Museo Nacional de Bellas Artes.

Hace dos meses, el artista fue diagnosticado con una infección al endocardio que su cuerpo no pudo enfrentar. Falleció el miércoles a los 84 años y este viernes al mediodía se realizará su funeral en el Parque del Recuerdo. "El había cumplido su deber como artista. Vivía en una residencia y tenía una vida tranquila, dedicada a sus pasatiempos, a ver cine, a escuchar jazz y música clásica, a leer a Proust y a TS Elliot. Estuvo muy lúcido hasta el último tiempo. Tuvimos la suerte de despedirlo, sus cuatro hijos y tres nietos", contó el fotógrafo Rodrigo Opazo, uno de sus hijos.

Rodolfo Opazo Bernales fue uno de los artistas más destacados de la generación del 60. Inició su trayectoria a los 22 años, como grabador en el Taller 99, pero luego un viaje a Italia lo marcó como pintor, teniendo como referentes la obra de Modigliani y de los chilenos Roberto Matta y Enrique Zañartu.

En 1961 obtuvo la beca de la Unión Panamericana que le permitió perfeccionarse en el Pratt Graphic Center de Nueva York. A su regreso ingresó como profesor de pintura en la Universidad de Chile, hasta 1993, donde influyó sobre todo en pintores de los 80 como Samy Benmayor, Bororo y Matías Pinto D'Aguiar.

"Era una persona muy generosa y que compartió sus conocimientos, no solamente de pintura ni arte en general, sino de literatura y música", dice Samy Benmayor. "Nos formó culturalmente a varios", agrega.

Otro artista que recibió influencia de Opazo fue el pintor radicado en Nueva York, Jorge Tacla. "Fue un maestro, pero también un gran amigo, el que más me impulsó a irme de Chile. Lo solía visitar mucho y pasar tardes enteras conversando, jugando al tenis, discutiendo sobre jazz, algo que los dos compartíamos", recuerda.

El Premio Nacional de Arte 2003, Gonzalo Díaz, también destaca al artista en su faceta de docente. "Opazo era muy crítico del "antiguo régimen" que imperaba en la Escuela de Bellas Artes, antiguo régimen que se conformaba mediante un símil provinciano de la bohemia decimonónica europea en general y parisina en particular. Era discursivo y erudito. Propuso en su taller de pintura, creo, una declinación progresiva de los modelos miméticos hacia los artefactos de simulacro exigiendo actitudes concientes del uso y de la manipulación del lenguaje pictórico. Su frase favorita fue "estúpido como un pintor". Llegamos a ser bastante amigos y después, adentrada ya la dictadura sin remedio, nos distanciamos por discrepancias políticas. Mucho más tarde, sin embargo, siendo él parte del jurado que me otorgó el Premio Nacional, defendió el valor de mi obra pasando  -como era por lo demás su aristocrática costumbre-  por encima de esas niemiedades del valle de lágrimas".

Imaginario local

A pesar de su fama de ermitaño, la mayoría afirma que le gustaba invitar a sus amigos a su casa-taller en Lampa, conversar y bromear en el tono irónico que siempre lo caracterizó.

En 2008 tuvo una caída en su casa que le provocó un derrame cerebral y que casi le cuesta la vida y la pintura. Colgó por unos años los pinceles; cuando volvió a retomarlos, no fue con la misma intensidad. Hace más de un año se retiró por completo del mundo del arte.

Durante su carrera, eso sí, tuvo una obra prolífica, al inicio marcada por el surrealismo y siempre relacionada con sus reflexiones espirituales y metafísicas en torno al devenir humano. "Era un ser independiente que resistía las convenciones y el éxito. No buscaba el agrado del público, sino conectarse con algo mucho más personal y que fuese universal en lo profundo", agrega Tomás Andreu.

Para el director del Museo de Arte Contemporáneo, Francisco Brugnoli, Opazo "puso en escena una pintura que podríamos llamar surrealista pero que luego fue llegando a los conceptos metafísicos más próximos a los lineamientos de Magritte, siempre ligado a un colorido y a un imaginario locales".

Cabezas derrotadas, seres blancos casi espirituales, rostros desencajados y bocas con la lengua afuera, atiborraron sus pinturas, al igual que el mural Imágenes de barrio, que pintó en 2006 para la Estación de Metro El Golf, quizás una de sus obras más conocidas. "Teníamos en común el interés por el surrealismo, la distorsión de los cuerpos, la poesía. El tenía una mirada muy particular, nunca llevada por las modas. Siempre fue fiel a su propia búsqueda y eso siempre es lo ideal en un artista", dice Mario Toral.

Foto principal: Tentación de San Antonio (1994) óleo perteneciente a la Colección del Museo Nacional de Bellas Artes.

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