Las tres caras del regreso de Madonna

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Madonna aún se siente obligada a estar a la moda y a estas alturas no parece necesario. Cuando es ella misma gusta más.


UNO. Quedó enfurecida cuando el pirateo se adelantó a la edición de Rebel heart (2015), tanto que pensó en no hacer más discos. Para una estrella de su categoría, fue un álbum un poco amargo que debutó en el segundo puesto con críticas tibias. Si se trata de cifras, es la mujer que más ha vendido en la historia. Si se trata de cultura, Madonna equivale a Bowie en el pop más comercial.

DOS. Tal como la leyenda británica, su éxito no fue inmediato. De la misma manera cuando el talento floreció, marcó pauta largos años de lo que se debía hacer en música para las masas. No solo es una compositora sino la creadora de un universo estético siempre cambiante con secuencias y atuendos icónicos a la manera de Michael Jackson caminando en reversa o Elvis batiendo las caderas por TV. Podría estar retirada pero es imposible. Tiene el mismo gen de los Stones y Cher. El escenario, los estudios y el negocio, su hábitat.

TRES. Madonna está sometida a un acuerdo 360º con Live Nation, que en rápido resumen le reportó muchísimo dinero (un acuerdo global de 120 millones de dólares). Ese nivel de trama corporativa, la misma suscrita por U2, tiene rúbricas en materia de producción. Los discos que este nivel de artistas ha lanzado en los últimos años se empecinan por incluir los efectos y texturas de moda en las audiencias juveniles, música filtrada una y otra vez hasta perder rastros de humanidad. Si en Rebel heart el autotune asomaba, en su nuevo trabajo, Madame X, disponible desde ayer, se trata de un festín entre otras intervenciones que a ratos tornan irreconocible su voz. Son herramientas válidas pero integran la falta reiterada de la cantante en los 2000: llega tarde, sigue a sus imitadoras, parece invitada en sus propios discos.

CUATRO. En Madame X hay tres álbumes en uno. Está la cara urbana, el rastro experimental electrónico y una faz de world music que toma elementos de las dos primeras, influenciada por su estadía en Portugal siguiendo la carrera futbolística de un hijo. La faceta urbana latina incomoda. Madonna tiene gran talento para la melodía y los buenos coros, pero en un formato donde lo importante es la base y un fraseo que no se desvive por dibujos memorables, no tiene mucho que aportar. La compañía de Maluma en el single Medellín y "Bitch I'm loca" es intrascendente y la más notoria concesión comercial del álbum. A cambio en las otras pistas afloran audacias. "Dark ballet" por ejemplo, transita por varios estados: una intro al piano cede a un cruce urbano interrumpido por el piano en cascadas hacia un segmento de sintetizadores con impúdico guiño a la banda sonora de La Naranja mecánica (1971) por Walter Carlos. Batuka se conecta con pulsos africanos de cedazo electrónico en un ambiente in crescendo para un cierre de violín perfecto. Las canciones que ofrecen pasajes en portugués como Extreme occident y Faz gostoso son refrescantes y resuelven con gracia los intereses de Madonna por la world music que se remontan al cliché latino de "La isla bonita".

CINCO. Madame X representa un avance en esta era de la reina del pop en que el millonario contrato obliga a ceder espacios creativos. Ha reducido el número de colaboradores, reflejado en un material más personal, inquieto y exploratorio que en las últimas entregas. Aún se siente obligada a estar a la moda y a estas alturas no parece necesario. Cuando es ella misma gusta más.

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