Poco nervio y bellas voces femeninas

El caballero de la rosa 2019 TMS - Créditos Patricio Melo (9)

Considerada como una "comedia para la música", donde partitura y texto tienen valores autónomos, la obra El caballero de la rosa presenta una amalgama de elementos que van desde la visión agridulce de la sociedad a una fina comicidad.


Difícil es no emocionarse con El caballero de la rosa. Si no toca una fibra, algo anda mal. Un hecho que se advirtió, pese a tener elementos de gran connotación, en su estreno en el Municipal de Santiago, lo que redundó en que sólo fuera una propuesta correcta.

Después de 32 años, la ópera de Richard Strauss, con libreto de Hugo von Hofmannsthal, regresó al escenario santiaguino en una puesta en algunos aspectos sin mucho sabor, aunque con cantantes que lucieron, especialmente las mujeres, voces de gran belleza.

Considerada como una "comedia para la música", donde partitura y texto tienen valores autónomos, la obra presenta una amalgama de elementos que van desde la visión agridulce de la sociedad a una fina comicidad. En ese sentido, la régie de Alejandro Chacón es respetuosa con el libreto, aunque inexplicable el exceso de humor que le otorga a personajes que no debieran tenerlo (desmesurado y burdo en los borrachos o los supuestos hijos del Barón Ochs, por ejemplo). Pero es un buen trabajo, pese a la deslucida y sosa escenografía que no trasluce la pompa soberana que rodea la historia, donde la habitación de la Mariscala y la casa de Faninal se muestran pueblerinas más que de familias nobles del siglo XVIII. El vestuario de Adán Martínez sobresale por su buena factura; el único reparo es el desfavorable atuendo del tenor italiano que lo hacer lucir grotesco.

En lo musical, con una partitura de muchos matices, teñida de melancolía y dulzura, Strauss expresó e intensificó con claridad los sentimientos humanos, utilizó una serie de motivos y fue cercano al estilo lírico mozartiano, a la claridad de la época clásica. La batuta de Maximiano Valdés, frente a la Filarmónica de Santiago, fue moderada, aunque sin esa energía y variedad de colores que conduce a la emoción, al salero y a lo dulce y de agraz.

La gran figura de esta versión era la mezzo francesa Sophie Koch, y uno de sus caballitos de batalla es justamente el rol de Octavian. Ella, con una presencia que se impone y destila oficio, se viste y es el joven de 17 años, al que recubre no sólo con convincente y profunda actuación, sino también con matices vocales, musicalidad, emisión justa y ricos tonos. Las sopranos Celine Byrne y Elbenita Kajtazi asumieron a la Mariscala y Sophie, respectivamente. Ambas de hermosas y refinadas voces, aunque a la primera aún le falta madurez para afrontar y mantener su digno y melancólico personaje, y la segunda, de fraseo elegante, debe proyectar más sus agudos.

El Barón Ochs recayó en Jürgen Linn, un bajo-barítono sonoro y divertido -la régie lo mostró más grosero de lo debido-, al que le faltó una característica imprescindible: notas bajas sobresalientes. Patricío Sabaté hizo un Faninal impecable y con presencia y David Junghoon Kim (en el rol del tenor italiano) cantó con grato lirismo la exigente Di rigori armato il seno. El resto tuvo adecuadas intervenciones.

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