Felipe Cadenasso: tranquilo por las piedras

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Introspectivo y detectivesco, Guni, el último disco del cantautor, condensa su rica historia personal y artística planteando un cruce de su pasión por la arqueología y los misterios con una serie de convicciones esencialmente rebeldes.


Matorral es uno de los pocos grupos chilenos que no da pudor comparar con Radiohead. Su guitarrista, Felipe Cadenasso, mantiene en paralelo una carrera como solista y productor que este año lo tiene entre los músicos con más nominaciones a los Premios Pulsar, evento en el que ya ha triunfado antes. Un presente auspicioso, nada que ver con el panorama de hace una década, cuando recién despegaba de su nave nodriza. El mismo 2009 en el que lanzó su debut, El movimiento, las tribulaciones de Matorral se hicieron públicas en el documental Estamos bien, un valioso archivo acerca de lo difícil que es dedicarse a la cultura en nuestro país.

"Con Matorral, nos costaba salir del estigma de ser una banda sesentera de rock con solos larguísimos", rememora Cadenasso. Mirando por el retrovisor, sacar sus propios discos fue lo mejor que pudo haber hecho por sí mismo. No solamente fue una reintroducción que le sirvió para mostrar una faceta distinta, más folkie si se quiere, sino que también le permitió descubrir su esencia: "Me dio la posibilidad de decir 'esto es lo que hago' y plantearme como quien soy". Por consecuencia, su música se iría volviendo cada vez más personal. Apenas tuvo lista la obra gruesa de su segundo trabajo, Un ejercicio (2013), la compartió con su padre, al que le quedaba poco tiempo de vida. Para Cadenasso, resultaba imperioso mostrarle las nuevas canciones al inspirador de varias de sus letras.

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Foto: Camila Cádiz[/caption]

Luego de un lustro en silencio, el año pasado sacó su tercera placa solista, Guni, donde convergen tanto su camino como el de su banda. Mientras recorre algunos de los pasadizos abiertos en Remoto control (2013) y Gabriel (2015), los discos que sellaron el prestigio de Matorral, mantiene como rasgo dominante la introspección y profundiza en ella. "Las cosas más particulares son al final las que más hacen eco en resto", asegura, aunque tampoco le interesa volverse un libro abierto. La obviedad es algo que evita: "A mí me interesa la ecología, pero me resulta difícil plantearlo con letras evidentes porque hay tanto de eso que ya ni siquiera logra impactar. Entonces pienso que, aunque las frases no se entiendan tanto, si la emoción de verdad está ahí, quizás se grabe de alguna forma en las canciones".

Su prioridad está totalmente clara: "Para mí lo esencial es lo que nos pasa a cada uno de nosotros, nadie escapa a eso. Las experiencias configuran el mapa del mundo psíquico, donde los recuerdos no están en orden cronológico y todo responde a las sensaciones. Como cuando sueñas algo y andas todo el día afectado. Tú sabes que fue un sueño, pero no logras escapar de los símbolos que contiene. Últimamente pienso que ser adulto, en parte, es reconocer ese mundo interno, sacar conclusiones propias y ser responsable en base a ellas".

Bajo el principio de que lo personal es lo político, Cadenasso insiste con vehemencia en su punto: "Sacar conclusiones propias es algo que hace falta. Por ejemplo, nos dicen que es necesario el progreso para que el país funcione. Y nos dicen que progreso equivale a economía. Pero eso hay que cuestionarlo, y los cuestionamientos pueden surgir desde sensaciones íntimas. No es necesario ser un experto para darse cuenta de que podríamos tener un eje centrado en otras materias. Que la economía sea una herramienta para lograr cosas, pero no un fin".

Su mundo psíquico es explorado en Guni. Basta ver las piedras de los videos de "Oficios" y "Esta roca", un díptico audiovisual que aborda una de sus pasiones más personales: "Siempre tuve ganas de ser arqueólogo, pero nunca creí que pudiese serlo en serio. Cuando chico, jugaba a ser minero sacando piedras del patio. Mi papá tenía una piedra tallada de la India y a mí me encantaba. Nunca se me fue el gusto por las piedras. Cuando voy a cualquier lugar, siempre me traigo una. Tengo una colección gigante, ninguna comprada, todas recogidas. Son mis tesoritos. Me encanta pensar en cómo se forman, en lo únicas y primitivas que son, en que vienen desde el principio. Me encanta poner las cosas en esa perspectiva, trato de vivir así".

A veces, encuentra piedras sin buscarlas. Un día, cuenta, se bajó de un taxi y vio en el suelo una caja de regalo abandonada que parecía estar esperándolo. Al abrirla, para su sorpresa y su deleite, encontró un cuarzo que aún conserva. En otra ocasión, viajó al norte y cuando se disponía a cavar para encontrar puntas de flechas, llegó de la nada un desconocido a obsequiarle una. Puede también que la búsqueda de piedras lo lleve a otros hallazgos. Cuando fue a la siga de conchales en Paposo, Antofagasta, descubrió que su padre también estuvo ahí.

"Muchas cosas en Guni remiten a la historia de cómo se conocieron mis papás allá en el norte", cuenta. No es de extrañar que lo inspiren los parajes de esas latitudes: "El terreno al descubierto trae al planeta en crudo, es como ir a la base de todo".

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La carátula de Guni.[/caption]

Investigador privado

Desde que Cadenasso empezó a tocar trompeta, el instrumento se ha convertido en una herramienta más de su repertorio. "El sonido que tiene me hace pensar en el mundo de los detectives privados. Me gusta mucho ese tipo de figura, ser un investigador", confiesa. De ahí que uno de sus nuevos pasatiempos sea recopilar frases sobre el misterio: "Leí un libro de entrevistas de Whitman donde dice que los verdaderos hombres de ciencia no dejan fuera de sus estudios la problemática del espíritu, las cosas del alma. Me hizo mucho sentido. Decía que el uso correcto de la razón conduce inevitablemente hasta el misterio y está totalmente en lo cierto. Preguntarte cosas te lleva hacia donde ya no hay más respuestas".

La racionalidad le parece digna de defensa: "Un logro macabro del mundo de hoy es que somos extremadamente irracionales, a diferencia de lo que mucha gente cree. Yo entiendo la frase bonita "más emoción, menos razón", pero cuando observas bien, estamos viviendo una cosa mucho más teenager, más adolescente, alborotada hormonalmente, más irracional. Así nos comportamos. Si fuésemos absolutamente racionales, sería imposible que un barrista de un equipo de fútbol le pegara al del equipo rival. La publicidad no vendería todo apelando al sexo o a lo emotivo".

Aunque habla con sosiego, hay cierta rebeldía en las ideas que expone. Ante el bombardeo de estímulos del que somos víctimas a diario, asegura responder concentrándose solamente en lo que trasciende: "Las tecnologías y las costumbres son solamente una escenografía que va cambiando. La música es un vehículo, por así decirlo. Me interesa lo más fundamental. ¿Por qué estamos aquí? ¿Qué es la muerte? Eso me llama la atención, las cosas que no van a cambiar nunca".

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Las decisiones que Cadenasso toma en Guni responden a sus arraigados principios: "El sentido con el que se hacen las cosas para mí es súper relevante. Desde una vida hasta las canciones. Desde mi punto de vista, quizás estás contaminando si no eres consciente de que te vas a morir y si no haces algo para que estar acá valga la pena. O si te vas de acá dejando nudos entre los vivos. Y tal vez también sea un tipo de contaminación llenar el planeta de canciones hechas porque sí".

A pesar del lugar que tiene, respetado entre sus pares, su mirada del presente que atraviesa no tiene una pizca de autocomplacencia: "Si observas la naturaleza, los frutos, te das cuenta de que tienen procesos, de maduración, de putrefacción. Uno como ser humano igual pasa esos procesos. Antes para mí era más fácil componer, hasta que empecé a hacerme preguntas, a darles vueltas y vueltas, a estar menos conforme. Ahora estoy mucho más incómodo, pero siento que esta incomodidad es algo que me he ganado. Dejé fuera las cosas que parecían respuestas y no lo eran, no me aferré a ellas, y la conclusión que saco es que no tengo ninguna respuesta. Vivir haciéndome las preguntas correctas, eso es lo que me interesa".

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