John Carpenter: "El horror es bueno para la salud"

72nd Cannes Film Festival - The Carrosse d'Or (Golden Coach) award - Red Carpet Arrivals
72nd Cannes Film Festival - The Carrosse d'Or (Golden Coach) award - Red Carpet Arrivals - Cannes, France, May 15, 2019. Director John Carpenter poses before receiving the Carrosse d'Or (Golden Coach) award. REUTERS/Regis Duvignau

El maestro del terror estadounidense recibió este miércoles el premio Carrose d'or en el Festival de Cannes, donde además presentó una versión restaurada de su clásico La cosa (1982).


John Carpenter juega muy bien el rol de sí mismo en la vida. De mediana estatura, calvicie a medias y discreta cola de caballo cano, el cineasta y músico de 71 años es tan abierto y sencillo como honesto y directo. Agrada al público a pesar de su franqueza y de vez en cuando se sale del libreto de la falsa cortesía para sorprender con su sinceridad campechana. En eso se parece a los antihéroes incorrectos que Kurt Russell representó tan bien en sus películas.

El director de Christine (1983) estuvo este miércoles en el Festival de Cannes ante una audiencia compuesta de público fan, cinéfilos ochenteros y periodistas acreditados después de la exhibición de una copia restaurada de La cosa (1982), su ya clásico filme de horror y ciencia ficción protagonizado por el propio Russell.

Carpenter conversó con los jóvenes directores franceses Katell Quillévéré y Yann González en el Palais Stéphanie, reducto de la Quincena de Realizadores ubicado a 800 metros del Palais des Festivals. Horas después se le entregó el premio Carrosse d'or (Carro de oro) a la trayectoria de la Sociedad de Realizadores Franceses, el mismo reconocimiento que en los últimos dos años obtuvieron Martin Scorsese y Werner Herzog.

Llano y anti-intelectual, Carpenter respondió con cero pretensiones y gran fidelidad a sí mismo. No habían pasado diez minutos de preguntas sobre cuestiones como la "riqueza de la colaboración en el arte cinematográfico", cuando miró al público y preguntó: "¿No es esta acaso la conversación más aburrida que han visto en su vida? ¿Están acá por algún castigo?". Las risas estallaron desde la platea a los balcones, incluyendo a los propios entrevistadores.

La presencia de Carpenter en el Palais Stéphanie fue lo correcto para el autor de Halloween (1978), pues la Quincena siempre ha sido el lado B de Cannes, una muestra prestigiosa reservada a aquellas películas laterales que no entran en la competencia oficial y que suelen tener las mejores críticas del festival.

Pero Carpenter, hombre de lado B y de cine B, se llegó a preguntar a sí mismo que hacía acá: "Pensé incluso que estaban equivocados al premiar a un viejo como yo en un festival de este tipo".

Responsable de algunas de las mejores películas de horror y suspenso entre los años 70 y 90 (entre ellas Rescate en Nueva York, Príncipe de las tinieblas y Vampiros), Carpenter se refirió a algunos cineastas a los que admira, evidenciando una modestia que nunca es falsa: "Ayer me encontré con Dario Argento aquí. Creo que a él le deberían dar este premio. Como George R. Romero (La noche de los muertos vivientes) o Tobe Hooper (La masacre de Texas), Argento es uno de los grandes. Hice El príncipe de las tinieblas (1987) para tratar de encontrar la libertad que él mismo Argento logró en su película Inferno (1980)".

Pero también reflexionó sobre su propia obra: "La cosa fue la primera película que hice con un gran estudio y fue un fracaso absoluto de público y taquilla. No le gustó absolutamente a nadie. Por eso mostrarla en el Festival de Cannes es una especie de revancha para mí".

Carpenter añadió un dato curioso, casi tragicómico para un filme acerca de un mortal alienígena: "La estrenamos apenas un par de semanas después de E.T., el extraterrestre, que todos adoraron y con la que todos lloraron. Steven Spielberg siempre fue un maestro en manejar las emociones y yo, por otro lado, soy un anti-Spielberg".

Amante de los videojuegos, el básquetbol y la música (ofreció un recital con sus bandas sonoras hace tres años en el Grand Rex de París), Carpenter nunca pretendió más que causar tensión y miedo entre su público, siguiendo las lecciones del cine B.

Así lo resume él: "Yo no tenía otra opción en la vida. Tenía que hacer cine y tenía que ser de terror. Una de las experiencias más acongojantes que recuerdo es haber visto La mosca (1958). No la versión estúpida de los años 80, sino que la primera".

Luego, declaró su manifiesto sobre el miedo: "El horror es bueno para la salud. Todos queremos ser asustados de alguna manera en la vida, especialmente cuando no sentimos que haya un peligro cerca".

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