Ricardo Darín: "El teatro jamás será reemplazado"

Ricardo-Darín

A fin de mes volverá por tercera vez a Santiago con la obra Escenas de la vida conyugal, en CorpArtes. Desde Buenos Aires, habla del éxito del montaje, de su nueva película, la crisis en su país y las acusaciones de "maltrato" en su contra.


Con "un desenlace un poco controversial". Así recuerda Ricardo Darín (1957) su última visita a Chile, en agosto del año pasado. El reconocido actor y rostro inconfundible del nuevo cine argentino venía por segunda vez a Santiago para presentarse con Escenas de la vida conyugal, la obra de Ingmar Bergman en la que trabaja junto a la directora Norma Aleandro desde el año 2014 y que ya supera las 500 funciones. Las entradas estaban agotadas, y a último momento la productora que traía el montaje anunció que reubicarían las funciones.

"Nos ofrecieron ir a Casapiedra, que no es un teatro sino un salón de actos", dice Darín a Culto, al teléfono desde su departamento en el barrio de Palermo, Buenos Aires. "Tuvimos problemas con algunos espectadores -que se quejaban de no ver ni oír lo que sucedía en el escenario- y yo hablé al público y expliqué nuestras razones. Me mostré tan sorprendido como ellos y la producción decidió reestructurar el lugar y hacerlo más acorde. El resto de las funciones salieron bien, pero no es lo mismo hacerlas en un ambiente que no es el adecuado", agrega.

Como el buen hombre de teatro que dice ser, el también protagonista de exitosas películas como Relatos salvajes (2014) y la ganadora del Oscar El secreto de sus ojos (2009), asegura que es parte del riesgo de plantarse sobre un escenario cada noche. "El teatro es vertiginoso, por no decir peligroso, que es un término que utilizo mucho y se me cuestiona. Todo está ocurriendo ahí, y si alguien tose de más o si suena un teléfono celular o si un actor olvida sus párrafos, nos afecta a todos. Está vivo, no es una repetición de nada. Por eso es que el teatro jamás será reemplazado y los actores jamás serán desplazados. Quizás sí de otros formatos, pero del teatro no".

A cinco años de su estreno, el montaje inspirado en la cinta de Bergman de 1973 volverá por tercera vez a Chile entre el 29 de mayo y 1 de junio, con cuatro funciones en CorpArtes. Allí Darín interpreta a Juan, un profesor casado con Mariana (Andrea Pietra) y cuya vida es aparentemente perfecta. La felicidad de ambos, sin embargo, se ve truncada por una dolorosa verdad que sale a la luz.

-¿Tiene otro proyecto teatral luego de Escenas de la vida conyugal?

-No tomo un proyecto teatral hasta que no me haya desenamorado del que estoy haciendo. Se produce una confusión interna con la que al menos yo no puedo. Más allá de que es mi medio de vida, sigo en ella porque me gusta esa crítica enmascarada de la estructura matrimonial. Hay una controversia que puso Bergman en el escenario, y que propone que las relaciones no tendrían que estar fortificadas por nada más que la verdad y la sinceridad. Que podamos decir exactamente lo que nos ocurre y no sea tomado como una traición.

Fue un cahuín a la argentina, de esos que se toman los encabezados faranduleros y son comentario obligado en el show televisivo de Mirtha Legrand. Dos actrices que compartieron antes el escenario con Darín en Escenas de la vida conyugal denunciaron al actor por "maltrato". "Trabajaba en situaciones muy tensas: con gritos y puteadas", dijo Valeria Bertuccelli. Después se le sumó Érica Rivas, con quien se presentó en su primera visita a Chile en 2016: "Hubo dos episodios de maltrato", señaló.

-¿Cómo enfrentó esas denuncias?

-Es una situación compleja y difícil. Muy dolorosa también y difícil de abordar. Debo ser muy cuidadoso, porque en un contexto como el de hoy, en que felizmente se están reconsiderando derechos femeninos que han sido pisoteados, cualquier defensa que esgrima en mi nombre podría ser tomada como un ataque hacia cualquiera de ellas. Yo he tomado la posición de esperar que el tiempo ponga las cosas en su lugar. Creí comportarme con la transparencia y las características de mi personalidad, y un día descubrí que dos compañeras lo habían pasado mal. Eso puede pasar. Uno puede tener desencuentros y peleas con un colega, pero llevarlo a los términos de la violencia de género me parece capcioso. Pienso que es absolutamente injusto lo que han dicho, pero les otorgo un espacio de credibilidad. Pude haber tenido una reacción intempestiva, fuera de lugar, y pedí disculpas, pero para que te lo enrostren y te pongan a la altura de Harvey Weinstein es un poco exagerado.

Revivir la crisis

En los últimos tres años, Ricardo Darín estuvo detrás de un proyecto cinematográfico que lo tendrá nuevamente en la pantalla grande. El 15 de agosto se estrenará en Argentina La odisea de los giles, donde volvió a trabajar junto al director Sebastián Borensztein (Un cuento chino). El filme se inspira en la novela La noche de la Usina, de Eduardo Sacheri (El secreto de sus ojos), y allí interpretará a un exfutbolista que pretende revivir una cooperativa agrícola en el 2001, mismo año de la crisis del Corralito. "Es una comedia situada en esos años, que de cómicos tuvieron bastante poco", dice.

-¿Cómo ve la crisis política y social por la que hoy atraviesa Argentina?

-Estamos acostumbrados a este tipo de crisis, lamentablemente. No es que lo tomemos con liviandad, pero tampoco nos asusta. Hemos aprendido que no se pueden bajar los brazos. Tienes que salir a pelearla todos los días, seguir adelante, porque los países no cierran, no son como las empresas. No bajan una cortina. Yo espero que estos señores que nos gobiernan y los que vengan tengan la suficiente lucidez como para hacer que este país sea lo que puede ser. Es indignante que tengamos que vivir cada 10 años una crisis detrás de la otra. Pensá que la economía argentina era una de las mejores del mundo. Tenemos capacidad de producción de alimentos para 400 millones de habitantes, y es inadmisible que siendo 44 o 45 millones tengamos niños en situación de desnutrición y gente revolviendo la basura. Eso no es por falta de posibilidades, sino por malas administraciones o por la cantidad de gente que ha metido la mano en la lata y que se ha quedado con lo que no le corresponde.

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