José Sbarra: el escritor argentino y el VIH

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Autor de libros infanto-juveniles, de guiones de historieta y de radiotelevisión, Sbarra es un autor secreto dentro de la literatura argentina, que sin embargo se ha estado reeditando desde hace unos años. La intensidad con la que vivió quedó plasmada en la consigna: "Coger, drogarme y escribir".


La presencia del sida, o para ser más precisos del VIH, en la literatura argentina es algo que se puede rastrear, de distintos modos, en autores como Néstor Perlongher, Pablo Pérez, Ioshua y José Sbarra. Perlongher vino a un encuentro de poesía a Valparaíso, donde conoció a Francisco Casas y Pedro Lemebel; era principios de los 90 y ya estaba enfermo, pero eso no le impidió que registrara su visita en Informe sobre Chile, en donde da consejos para el turista gay. Por ejemplo, recomienda internarse por las empinadas calles de Valparaíso, "por el fascinante camino costero que lleva a la proletaria playa de Torpederas", aunque también recomienda Viña del Mar y Reñaca, especialmente "en la finísima playa de Reñaca, una boite 'mixta', llamada Topsy". En la novela Un año sin amor, Pablo Pérez, registra a modo de diario lo que fue la detección del VIH y su conducta posterior. En unos baños del popular barrio de Constitución en Buenos Aires, Pablo, el protagonista, se masturba y descubre que alguien lo está siguiendo. Sagaz, lo invita a charlar a una plaza, y una vez ahí se entera que quien lo ha estado siguiendo es un policía. "Mirá, yo no estaba haciendo nada, estoy enfermo de sida", le dice excusándose, con lo que evita la detención. Ioshua, de quien se está escribiendo una biografía, es otro más: poeta, músico, artista, periodista, pertenecía al mundo popular, de poblaciones o villas, y era pobre y homosexual. Se enteró del positivo tan joven como Pablo Pérez, pero a diferencia de él murió solo en su casa.

José Sbarra es parte de este grupo de autores que ha enfermado de VIH: en algunos la huella de la enfermedad ha quedado en su obra, en otros en su biografía. Quizá la importancia de Sbarra fue que la reveló en el programa de Susana Giménez y de paso anunció que no tomaría la famosa AZT por considerarla veneno.

Hace unos años se comenzó a leer la obra de Sbarra, que se había ganado la vida como guionista y escritor de libros infantiles, pero lo suyo era la literatura. Y sucedió esto gracias a una serie de reediciones y a un sitio web que difundió su obra a partir de 2011, entre estas reediciones destaca Informé sobre Moscú, que publicó Palabras Amarillas (por lo general son pequeñas editoriales las que revisitan su obra), y el trabajo que hizo después Dagas del Sur, que publicó Plástico cruel (1992) y El mal amor.

Sbarra es un autor secreto o marginal, y supo cultivar esa marginalidad. Informe sobre Moscú es un metatexto escrito en fragmentos, como entradas de blog, en una época en que hablar de blogs era vanguardia, porque ni siquiera existían, pero también Informe es el libro sobre sus peripecias durante el viaje de preproducción de la película Marc, la sucia rata, que un amigo había conseguido que se hiciera en Rusia, y que está basada en su novela homónima. En ese viaje Sbarra se droga, tiene relaciones con varones heterosexuales, vive intensamente, tal como lo hacía en Argentina. La intensidad de su vida no reconoce límites geográficos, donde va su deseo se abre camino. En cada una de estas entradas, este autor hace gala de una prosa precisa y juguetona que fluctúa entre el diario, la carta a un amante, la crónica sobre las peripecias de un escritor argentino en Moscú y el informe histórico.

Este libro, pequeño en extensión pero profundo, se sitúa momentos antes de que la URSS desapareciera y cuenta cómo los artistas se drogaban en una sociedad cerrada y también cómo un homosexual como él podía seducir a su traductor hetero de nombre Iracli: "Iracli me sorprendió pidiéndome que se la metiera despacio. No estuvo mal pero fue poco placer para mí que (si lo sabrás vos) me gusta coger estilo bestia". Y una noche antes de su partida le escribe a su novio en Argentina: "Ahora pienso en vos y me estoy masturbando mientras en la TV Gorvachof discute en un debate". Durante su estadía Sbarra se inyecta opio y cuenta que "el opio inyectado no parece haberme provocado ninguna alteración". El grupo en el que está se sorprende y le ofrecen otro pico de opio. "En cuanto sacan la aguja de mi vena", escribe, "empiezo a sonreír. Ahora sí".

Pero además este escritor se sitúa en una línea de escritores como Carlos Correas y Osvaldo Lamborghini, donde lo sexual (anal/fecal en Tadeys, de Lamborghini, y en Los jóvenes, de Correas, aunque también en La experiencia de la vida, de Leónidas Lamborghini) se abre paso hacia lo literario y parece decirnos que debemos ir más allá de la mierda, más allá de nuestros prejuicios, en definitiva mirar la literatura como un territorio de libertad, deseo, compromiso y transgresión. Lo anal como metáfora de una transgresión literaria. Resulta obvio que Lamborghini es el único de estos autores que ha sido leído; Correas y Sbarra han debido contentarse con una marginalidad sin estridencias, que desembocó en una ignorancia de su obra. Además ninguno de ellos contó con un albacea literario como César Aira, que fue publicando la obra inédita de Lamborghini y ordenando su poesía completa. Al igual que Sbarra, también Correas ha sido revisitado: su relato Los jóvenes, quizá el más sucio de esta tradición, fue por fin publicado recién hace unos años por Editorial Mansalva.

¿Pero qué llevó a Palabras Amarillas a recuperar parte de la obra de Sbarra? Javier Fernández, editor del sello, señala que lo apasionó la leyenda de su vida, "esa cultura del reviente que tenía en convivencia con su manejo de las formas de la literatura infantil". Hay textos que aún no se han editado, como ¡Socorro! Nadie me quiere (1996) y Cielito (1986), que pertenecen a la categoría infanto-juvenil y que, según este editor, "son muy naif. Esa misma forma la aplica a los textos, temáticas y tópicos de la cultura del reviente: 'coger, drogarme y escribir', era la divisa de Sbarra". Divisa que recuerda a Oscar Wilde, cuando señaló: Vive rápido, muere joven y consérvate bello.

Para este editor, sorprende cómo su literatura ha perdurado: durante años sus lectores fueron casi adolescentes, y eso lo estimulaba el propio autor, cuando decía que no escribía para nadie que hubiera superado los treinta años. En términos de su aporte a la literatura, inventa algo en forma de diálogo "y hace intercalar un teatro de historias en caleidoscopio de voces", quizá muy influenciado por la historieta y el personaje que había creado, Frac Aso, y para el cual escribía los guiones.

Marc, la sucia rata, que es el pretexto de Informe, fue autoeditado en un sello llamado La Rata Ediciones en una época donde no era raro en Argentina pagar las ediciones, porque entre otras cosas los libros eran caros y la industria editorial no tenía la diversidad de hoy. Con respecto al sida, Javier Fernández dice que fue una forma singular en la que sobrevivió, ya que "no murió como toda esa camada de artistas víctimas de la llamada peste rosa de esos años, sino que no tomó el AZT y, según su hermana Pipi Sbarra, se volvió vegano, y sobrevivió muchos años con una forma de vida muy limpia". En la solapa de Informe sobre Moscú su hermana recordó que una noche intentó suicidarse en una plaza, "dejando una carta que en realidad es una poesía. Entonces nos cuenta todo su rollo y empezamos a ir al [Hospital] Muñiz, y de médico en médico y toda esa mierda. Decía que hay más gente viviendo del sida que gente con sida. Critica ferozmente el modelo curativo a la par que decidía poner sus cosas en orden".

Fernández vuelve sobre la obra de Sbarra y señala que por eso empezó con su editorial, ya que vio en sus personajes chorros, prostitutas, cínicos, enamorados, esperanzados, sabios, drogadictos, "las perturbaciones del afecto", dicho de otro modo "es el deseo el que atraviesa toda su obra y es todo menos un indiferente ante las manifestaciones del amor". José Sbarra murió en agosto de 1996, a los cuarenta y seis años. Sobreviven sus libros y también las películas basadas en ellos.

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