Edgardo Cozarinsky: "Escribir ficción me revela aspectos de mi carácter que tenía encubiertos"

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El reciente ganador del premio Hispanoamericano de cuento Gabriel García Márquez, participará este sábado en La Furia del Libro. Además, publica en Chile su novela Maniobras nocturnas y exhibirá su película Carta a un padre.


Suspicaz ante toda forma de pureza, la de los géneros tampoco parece preocuparle demasiado al cineasta y escritor argentino Edgardo Cozarinsky (1939), en cuya obra se mezclan biografía e invención, meditación íntima y fantasía. Ajeno a toda veleidad de la moda (no es raro que en algunos relatos suyos los personajes rechacen las obediencias de este tipo), todo lo suyo tiene una impronta personalísima.

Tras dejar Buenos Aires por París en 1974, Cozarinsky se dedicó principalmente al cine, realizando varias películas, muchas de ella combinando documental, ficción y reflexión. Mantuvo postergada su obra literaria, pues su primer libro (o el primero en que se reconoce) fue Vudú urbano (1985), conformado por lo que llamó "tarjetas postales": testimonios, lecturas y relatos. Desde 2001, se han sucedido los libros, los últimos de los cuales han reunido artículos de prensa (El vicio impune, Monte Hermoso, 2017) y, especialmente, cuentos. En el último trago nos vamos (Tusquets, 2017) -con el cual ganó el último premio Hispanoamericano de cuento Gabriel García- considera desde la vida después de la vida de alguien que ha muerto atropellado, con sus muy particulares reglas, hasta búsqueda y encuentros tanto en Asia (Camboya) como Estados Unidos (Brooklyn).

En Chile ha publicado Huérfanos (Lecturas, 2017), que reúne tres relatos vinculados por las relaciones filiales conflictivas, en que un hijo adulto recuerda o se encuentra o se despide de su padre. La más reciente de las películas de Cozarinsky, Carta a un padre (2014), indaga en una serie de recuerdos en torno al suyo (se exhibirá el día 12 en el marco de la Furia del Libro). La misma editorial chilena Lecturas recupera su novela Maniobras nocturnas (2004), que une hechos separados por 40 años y vinculados al recuerdo involuntario del narrador en relación a su servicio militar a fines de los años 50, cuando más o menos al mismo tiempo, muere su padre.

"La realidad se forma en la memoria", cita un padre en uno de sus cuentos.

La memoria es el mejor montajista, en el sentido cinematográfico. Selecciona, guarda y descarta, establece continuidad entre fragmentos aislados.

La figura del padre, o su ausencia, parece haberle preocupado particularmente.

Así parece ser. No me lo propuse pero sin duda era algo dormido que despertó con la edad.

No es raro que sus narradores compartan ciertos datos biográficos suyos. ¿Qué distingue la invención de lo vivido?

Todo lo que escribo es ficción pero está inevitablemente alimentada con experiencias, sentimientos, pesadillas propias. Es lo que le da peso, densidad, a lo puramente imaginado.

A veces muestran disgusto por lo que está en boga. ¿Participa de eso?

Puede parecer una forma de esnobismo pero en mi caso resulta meramente asfixiante la reiteración de usos momentáneos en la ropa, el pelo y el vocabulario.

En Carta a un padre señala que en todas sus películas incluye imágenes de películas anteriores. ¿Por qué?

No sé dónde leí que en el antiguo Egipto se incluía en los cimientos de un templo un resto de un templo anterior: una forma de dar permanencia y continuidad al culto.

Allí afirma, como en algunos textos, que el detective siempre acaba por descubrir algo sobre sí mismo...

Escribir ficción me revela aspectos de mi carácter que tenía encubiertos. Raymond Chandler y más aún Ross Macdonald son arquetipos de toda narración.

En Maniobras nocturnas hay referencias a Miguel Serrano.

El personaje me fascinó desde que tuve noticias de él. Más tarde indagué en sus fundamentos ideológicos más que su obra.

Y se mencionan dos grandes pasiones argentinas: la anestesia y la amnesia. ¿Siguen siéndolo?

Más que nunca.

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