Viudas: cuatro mujeres y un golpe

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La ganadora delOscar Viola Davis protagoniza Viudas, de Steve McQueen.

Basada en la primera de las dos temporadas de la serie británica Widows, la película rescata el nudo argumental.


Subgénero duro de matar, las "heist movie"s son un gusto adquirido y una tentación por defecto. El suspenso, la violencia, el timing y los otros factores trenzados en una película de asaltos, lleva a alimentar las expectativas de cualquiera. Su mera subsistencia, en tanto, es elocuente respecto del atractivo que genera, y el que respetados nombres de la realización acudan a él (por encargo, por necesidad, por gusto), solo ha hecho más esperable un largometraje como Viudas.

El cuarto filme del británico Steve McQueen (12 años de esclavitud, Vergüenza) es una de atracadores -de atracadoras- , con todo lo que ello supone en cuanto a estándares de entretención. Pero, como muchos de su especie, tiene algo que decir y mostrar sobre un tiempo y quienes transitan por él; sobre una geografía urbana y quienes la habitan.

Basada en la primera de las dos temporadas de la serie británica Widows (1983), la película rescata el nudo argumental. Su intriga se despliega en Chicago y es la de tres mujeres cuyos esposos mueren horriblemente tras concretar un golpe. El líder de la banda era Harry Rawlings (Liam Neeson), cuya viuda, Verónica (Viola Davis), advierte que Harry le ha dejado secretamente una libreta donde está todo lo que ha hecho y visto, además de un instructivo para dar un golpe por US$ 5 millones. Acosada por la necesidad (un candidato a concejal, negro como ella, la amenaza por un dinero que Harry le robó), convoca a dos de las "ex" de la banda perecida, una de las cuales aporta a su vez un chofer: ahora son cuatro y se van a graduar de asaltantes. Ojo, sin embargo, que hay sorpresas en el camino.

"Nuestras vidas están peligro", sentencia Veronica ante las suyas, en la primera mitad del metraje. "Nuestros esposos ya no están. Estamos solas". Así como las canta claras el personaje, la película es precisa y ocupa todos los espacios, incluyendo aquellos relativos a los sesgos raciales, al empoderamiento femenino y al poder político, como lo redondea el personaje de Robert Duvall, cuando conmina a su hijo concejal (Colin Farrell) a aferrarse a su cargo. Por eso, si bien no separará aguas en la historia del subgénero, su urdimbre político-social es más que un mar de fondo. Es, también, junto a los planos que escrutan y a los gestos decidores, la materia de la que se hace un thriller de nivel.

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