Mateo Iribarren: "Estuve ad portas de la muerte, y fue la peor tortura de mi vida"

Mateo-Iribarren
El actor y dramaturgo de 54 años, en un café muy cerca de su casa en la comuna de Ñuñoa. Foto: José Luis Muñoz

A fines de 2017 le diagnosticaron cáncer de colon, y acaba de retomar su trabajo: el actor y dramaturgo escribe el guion de una película sobre Jorge Peña Hen, una obra en torno al movimiento feminista y en 2019 encarnará al Divino Anticristo.


Quienes lo conocen más allá de sus desdoblamientos como actor, director, dramaturgo y guionista, saben que Mateo Iribarren (54) no es de los hombres que suelen taparse la boca o suavizar sus palabras para complacer al resto. Más bien dirían lo contrario; que es un tipo sin filtro y que dispara contra todo lo que no le parece, desde asuntos y comidillos políticos hasta las agitaciones sociales del Chile actual. Sin embargo, al mismo tiempo es sumamente receloso con su vida privada, y en mayo pasado dio prueba de ello cuando salió al escenario del Teatro UC como uno de los protagonistas de la obra Tribus: pocos sabían que, entre cada función, Iribarren iba de su casa a sesiones de radio y quimioterapia, y que a las pocas horas volvía a recibir el aplauso del público.

Llega a paso lento hasta un café a pocas cuadras de su casa en Ñuñoa. Luce bastante más delgado que en su última aparición en tablas, pide un vaso de agua y comienza a narrar todo lo que le ha tocado vivir en los últimos meses. "Me diagnosticaron cáncer de colon el 12 de diciembre del año pasado, y estrenamos Tribus en mayo de este año. Los primeros meses estuve en radio y quimioterapia, luego hice la temporada hasta junio y me operé el 5 de julio en la clínica Oncovida. El oncólogo y cirujano Alejandro Barrera me dejó súper bien. Ahora estoy sin tratamiento y con unos 20 kilos menos, pero más tranquilo y saliendo de todo. Ha sido un remezón fuerte... estuve ad portas de la muerte, y fue la peor tortura de mi vida", cuenta.

No había antecedentes de cáncer en su familia, y hacía tiempo llevaba una vida distinta a la de antes: "Dejé de fumar hace cinco años, y el alcohol y las drogas también. Por eso fue tan sorpresivo", dice. El 3 de agosto pasado, su hijo Vicente, de 14 años, echó a correr un mail para contar la situación por la que atravesaba su padre y convocó a un evento que se hizo a mediados de ese mes en la Batuta de Plaza Ñuñoa. A la cita llegaron, entre otros, los músicos Carlos Cabezas y Manuel García, además de actores y amigos.

"Fue un año pésimo para el país y para mí por la enfermedad, pero también uno de decisiones. Lo más difícil cuando tienes cáncer es tomar decisiones acertadas", apunta el actor, y agrega: "Cómo salir de esto y definir quiénes te acompañan y quiénes no, es fundamental. Y yo creo haber tomado decisiones acertadas, como el haber combinado la medicina tradicional con la no tradicional: zeolita, clorito y muchas yerbas naturales para desintoxicar el cuerpo y oxigenarlo. Tengo que seguir haciéndome exámenes al menos por cinco años, pero lo cierto es que si hubiese tomado malas decisiones, quizás me hubiese muerto".

Divino e indomable

Cuatro días después de la operación, Mateo Iribarren fue dado de alta y volvió a su casa. Allí sintió la necesidad de retomar su trabajo. "Escribir y actuar son mis dos fuentes laborales, pero en el estado en que estuve no podía hacer ninguna de las dos. Al principio escribía acostado y drogado por los analgésicos, pero ahora volví a trabajar de lleno: voy a hacer teatro de nuevo y estoy escribiendo un largometraje, una serie y dos obras", cuenta.

Lo primero será el reestreno de Tribus, de la británica Nina Raine y dirigida por Manuela Oyarzún, que tendrá dos funciones en el Teatro UC el 18 y 19 de enero para el Santiago a Mil. Mientras pasa gran parte del tiempo en su casa, Iribarren sigue cerca la contingencia, sobre todo la irrupción del feminismo. "Estoy escribiendo una obra que aún no tiene título, y que habla sobre ese movimiento que me impacta por su fuerza a nivel mundial y por cómo ha cambiado la conducta de las personas en tan poco tiempo y tan radicalmente. Ha obligado a hombres educados de otra manera a replanteárselo todo, porque este es un problema que trasciende al género y que se mete con la raíz cultural de una sociedad", comenta.

En la ficción, una médico forense asume la autopsia del cuerpo de otra mujer que acaba de morir. "Todas las preguntas que la forense tiene se las hace al cadáver, y el cadáver le responde. Es una comedia negra llena de contradicciones", agrega.

El movimiento feminista vino de la mano de los abusos que han salido a la luz, ¿cómo los ha visto Ud.?

No sé cómo será en televisión, y en cine no lo he visto nunca. A Nicolás López no lo conozco ni he trabajado con él, pero le creo a las mujeres que lo acusan. En el teatro, en cambio, se da y bastante, y así ha sido siempre. Es un comportamiento que se normalizó, y no era raro ver a directores haciendo fiestas en sus casas que terminaban en seducciones masivas y acorralamientos. A Fernando González le costó el puesto (en la Universidad de Chile) y yo diría que la carrera, y con Raúl Osorio pasa lo mismo. Fue sistemático en ese comportamiento, y está mal que un director ocupe su poder para seducir a otro. Es como el cura Precht, que fue tan comprometido en dictadura y tenía todo lo demás guardado. Osorio hizo muchísimo por el teatro chileno e hizo una carrera digna de elogios, pero es una lástima que la haya ensuciado con todo esto.

Los personajes chilenos, históricos y más recientes y populares, habitan la nueva producción de Iribarren. Está escribiendo un largometraje que dirigirá Javier Domínguez sobre la vida del músico y compositor chileno Jorge Peña Hen (1928-1973), el padre de las orquestas juveniles en Chile y que fue fusilado a un mes del Golpe de 1973. "Me centraré desde la creación de la primera Orquesta Sinfónica Infantil en 1964, hasta su muerte, que junto a la de Víctor Jara retratan Chile de cuerpo entero: fueron dos músicos que vincularon la música con los movimientos sociales, y les pagaron con balazos cobardes. Es una historia absurda y macabra", señala.

Lo vio varias veces dando vueltas por el barrio Lastarria, arrastrando un carro de supermercado y escribiendo poemas y textos sueltos que solo a veces compartía. La madrugada del 14 de octubre del año pasado apareció sin vida el cuerpo de José Pizarro (64), más conocido como el Divino Anticristo, uno de los personajes callejeros más populares de Santiago. El próximo año, Mateo Iribarren se pondrá la misma falda hasta la rodilla y el pañuelo en la cabeza que él usaba, para interpretarlo en un montaje que debutará en el patio del GAM y que será escrito y dirigido junto a Trinidad González.

"Estoy hecho para ese personaje", dice el actor. "Además, me permite hacer varias preguntas sobre el Chile actual. En sus textos uno podía leer mucha incoherencia y coherencia a la vez, y a mí me encanta meterme en el mundo de las contradicciones". Será un montaje sencillo, con música, y otra actriz (María Constanza Abarca) representará a las distintas mujeres que hubo en su vida: su madre, su hermana y su pareja.

"Fue un tipo normal hasta los 30 años, cuando se le desató una esquizofrenia producto del incendio en la casa de sus padres. Ahí escogió la calle como su lugar de vida", dice. "Será una obra corrosiva y sin concesiones, porque él era así: mujerísima, mucho más allá de los géneros y profundamente incorrecto. En más de algún sentido se parece a Trump, que también es una especie de travesti ideológico que no se sabe bien quién es. Curiosamente, todos los personajes que hoy tienen poder, Kim Jong-un, Bolsonaro y hasta Piñera, parecen sacados de un freak show. Pasa también con el Divino, pero él les dispararía a todos".

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