Conversaciones de Culto: una historia chilena del rock

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Si hay algo que une a Tilo González, Miguel Tapia y Pablo Ilabaca es la actitud del rock. Precisamente los tres músicos que han dado forma y fondo a bandas icónicas como Congreso, Los Prisioneros y Chancho en Piedra, protagonizan un nuevo capítulo en que repasamos la historia de un género que tomó forma en la Región de Valparaíso y se consolidó en lugares como Concepción y Santiago.


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Hubo en Chile, a fines de los año 50, bandas dedicadas a imitar canciones provenientes del rock and roll estadounidense, particularmente en inglés, o bien desde versiones dobladas al español, en lo que se conocería más adelante como la nueva ola chilena.

"Traído por marineros en los años 50, aprendido por orquestas de rock and roll para el Mundial del 62 y luego por conjuntos de rock a secas, antes y después de Woodstock, imitado y adoptado, en sus primeras tres décadas el nuevo ritmo quedó prensado en apreciables discos de los Diablos Azules, Los Mac's, Los Vidrios Quebrados, Embrujo, Los Jaivas, Los Blops, Combo Xingú o Congreso entre muchos otros", escribe el periodista David Ponce en Prueba de sonido: primeras historias del rock en Chile (1956-1984) (2008).

"Cuando se editó el primer disco de The Beatles en Chile, el público aún vibraba con una réplica local del primer rock and roll de la era de Elvis Presley conocida como la Nueva Ola", escribe el músico y periodista Gonzalo Planet en el volumen Se oyen los pasos: la historia de los primeros años del rock en Chile. Del beat y la psicodelia al folk rock (1964-1973) (2004).

Sin embargo, el rock chileno que conocemos actualmente fue forjado por bandas como Los Mac's y Los Vidrios Quebrados, inspirado por discos que llegaban a través de los puertos, hasta decantar en la consolidación de un sonido propio.

Ocurrió con la aparición de bandas fundamentales como Los Jaivas y Congreso, ambas de la Región de Valparaíso, así como Los Ángeles Negros de San Carlos y Los Blops de La Reina.

"Blops, Congreso y Los Jaivas son los primeros hermanos mayores del rock chileno", escribe David Ponce en su libro.

"De tan mayores desbordarían para siempre los márgenes de esa palabra: rock. Iniciados en la imitación del original en inglés, cuando no en la orquesta bailable, derivan a una experimentación lanzada y hallan finalmente en la tierra el llamado telúrico del sonido latinoamericano y la intuición del folclore, que los transforma en santos patronos de sucesivas generaciones", añade.

Según Ponce, "no desenchufan sus guitarras eléctricas, pero ya tienen trutruca, cultrún, charango y leña en su equipaje"

Quedar mal

"Desde sus primeros días, el rock and roll había adoptado el espíritu rebelde como bandera de crítica ante el orden establecido mediante sus frenéticos bailes que exacerbaban la sexualidad históricamente reprimida, y luego con el cuestionamiento directo a las estructuras de poder a través de las letras de las canciones", anota Planet en su investigación.

Luego sigue: "Este sentimiento contracultural rockero surge en Chile con los grupos beat (...) No es casual que muchas letras de Los Beat 4 aludan a la incomprensión juvenil, así como Los Vidrios Quebrados lanzan sus dardos contra el conservadurismo y la pacatería de cierto sector de la sociedad chilena de esos años, promoviendo el respeto por las diferencias. El sexo y las drogas también están presentes en textos de Los Mac's, así como la protesta social".

"Existió canción nueva, canción valiente, ya en los inicios de nuestra república. Son cientos las cuecas, los cantos a lo humano y las tonadas anónimas —sin más registro que el recuerdo oral— que fustigan los conflictos del trabajador con su patrón, azuzan a autoridades indolentes o saludan a determinados candidatos políticos confiando en sus promesas de justicia", escribe la investigadora musical Marisol García en Canción valiente: 1960-1989, tres décadas de canto social y político en Chile (2013).

Luego agrega: "El vocero musical como altavoz generacional es un arquetipo frecuente en la tradición rockera extranjera, pero de muy escasos ejemplos en Chile. De hecho, no existe otro con la lucidez y el arrojo de Jorge González, el joven de la comuna de San Miguel que antes de cumplir veinte años ya indicaba frente a un micrófono por dónde avanzaría la voz de aquella década que él marcó con su canto".

Ya entrados en los años 80, Jorge González, de la mano de Los Prisioneros, lideraría una escena —que contemplaba a Upa!, Aparato Raro y Viena, entre otros proyectos— que viene a actualizar el repertorio del género con la dictadura de Pinochet como sempiterno y sombrío paisaje de fondo.

"Los Prisioneros encauzaron la queja de una generación pisoteada por los militares, pero también la rebeldía personal de quienes no se iban a conformar con un simple cambio de administración política, pues adivinaban la traición agazapada también en quienes se decían aliados", escribe Marisol García en Canción valiente.

Un escenario diametralmente opuesto a lo ocurrido en la década siguiente.

Recordando el Edén

La bonanza económica de lo que podríamos denominar la "industria musical chilena" (sellos discográficos, estudios de grabación, productores musicales, medios especializados, circuito de bandas, etc.), vio en el rock un fenómeno comercial, masivo y corporativo, que decidió explotar de la mano del talento de bandas como La Ley, Los Tres y Lucybell, dando inicio a una etapa dorada en los años 90.

Hasta antes de su colapso, con Los Bunkers como último eslabón, el fenómeno de masas del rock chileno alcanzó ramificaciones inesperadas como el exitoso disco Unplugged de Los Tres —que puso de moda una cueca y un foxtrot— o el éxito de bandas de rock con base funk como Chancho en Piedra y Los Tetas, a mediados de los 90.

"Los Tetas son mucho más que una banda derivada del soul, funk o hip-hop, pues constituye un conjunto rockero en el más amplio y profundo sentido del término, ya que, desde su mismo nombre, sus integrantes se inscriben como un corrosivo destacamento antisistema", anota el músico y escritor Tito Escárate en Canción telepática: rock en Chile (1999).

Si le preguntan a Cristián Moraga, líder de la banda, por lo más destacado de la música de raíz negra en Chile, él, desde el libro de Tito Escárate despeja cualquier duda: "Chancho en Piedra, de todas maneras".

El compositor y baterista Sergio "Tilo" González (Congreso), junto al baterista Miguel Tapia (Los Prisioneros y Travesía) y el guitarrista y compositor Pablo Ilabaca (Pillanes, Jaco Sánchez y ex cerebro de Chancho en Piedra), son los protagonistas de un nuevo capítulo de Conversaciones de Culto, esta vez tras la historia chilena del rock.

Nada mejor que conversar desde los estudios TOC Música —ex Bellavista— en Santiago de Chile, lugar donde alguna vez, en el año 1995, el legendario productor chileno Gonzalo González grabó el seminal Peor es mascar lauchas, el disco debut de Chancho en Piedra. O donde, hace poco más de un año, una banda como Congreso grabó partes de La canción que te debía, su premiado y último trabajo de estudio.

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