Día del Soldado: una intensa segunda parte

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En un medio tan atiborrado de historias en las que nada queda para la interpretación, donde se busca complacer a un espectador deseoso de que le den de comer en la boca con un babero, sorprende una película como esta, ambigua, densa e implacable.


El filme Día del Soldado comienza con una impactante secuencia de atentados explosivos suicidas que ocurren en EEUU. El gobierno de ese país culpa a los inmigrantes ilegales mexicanos y busca una represalia. El plan es crear una guerra entre carteles de la droga para que se aniquilen entre sí, para ello cuenta con Matt Graver (Josh Brolin), quien llama a Alejandro (Del Toro) para comenzar la operación.

Son muchos los méritos que posee Sicario: Día del Soldado; sin duda, el más importante es entregar a uno de los mejores actores de su generación, Benicio del Toro, una franquicia que se encuentra a su altura. Pero la cinta no solo se presenta como un sólido thriller político y de acción, es también una historia de ambigüedad moral, en la que nadie es absolutamente bueno ni malo y en la que nada de lo usual ocurre.

Por supuesto que esta película no alcanza la originalidad de su predecesora, Sicario (Dennis Villenueve, 2015), pero la potencia de la historia se mantiene intacta y el filme sabe moverse de manera quirúrgica en el universo que ya conocemos, el cual amplía y profundiza, entregando nuevas aristas de la sicología de sus personajes.

En un medio tan atiborrado de historias en las que nada queda para la interpretación, donde se busca complacer a un espectador deseoso de que le den de comer en la boca con un babero, sorprende una película como esta, ambigua, densa e implacable. El filme posee elementos gruesos, como ese mexicano que vive en el desierto que se llama Angel o un final que concede demasiado; pero independiente de eso, este thriller adulto y gris nos deja exhaustos pero con ganas de más

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