Paulina García: "Quiero ponerme en lugares extraños e incómodos"

Pali 2© Daniel Hanselmann Bänziger

La ganadora del Oso de Plata volverá a escena el 5 de julio, al GAM, con su primer monólogo y concierto teatral: Idomeneo, del alemán Roland Schimmelpfenning, bajo la dirección de Manuela Infante.


Fue un regalo que le hicieron hace varios años, y que aún atesora: un ejemplar de Las venas abiertas de América Latina (1971), del ya fallecido periodista y escritor uruguayo Eduardo Galeano. Venía dedicado para ella, recuerda: "En la primera página se leía 'Salvarse solo no es salvarse'. Quizás no le tomé el peso que tenía entonces, pero he vuelto a leerla unas cuantas veces y ahora me hace mucho sentido, porque vivimos en un sistema que nos ha impuesto la macabra idea de salvarnos solos", comenta la actriz Paulina García, y subraya: "Esa es la manera en que vivimos y entendemos la supervivencia hoy, y creo que es muy reconocible en el capitalismo: ofrecer un sacrificio humano en el que morirá más de algún inocente".

La actriz de Gloria y ganadora del Oso de Plata en Berlín cuenta que la misma frase ha vuelto a enfrentarla, a sus 57 años, con la tragedia más pura; la de los griegos, la del rito y sus sonidos que inducen trances, además de la que tiende pactos entre humanos y dioses. Pero esta vez no quiso escarbar en La Ilíada ni Edipo ni Antígona ni en ninguna de las más celebres. Sentada en una oficina del GAM, donde el 5 de julio volverá a los escenarios tras su fugaz paso por Año Nuevo (2017), la obra que coprotagonizó junto a Jaime Lorca y de la que se bajó a dos semanas de su estreno (y que hoy recuerda como "un desencuentro artístico absoluto"), García cuenta que fue la historia de Idomeneo, el rey de Creta, la que más la sedujo.

"Lo interesante de la tragedia es que hay un lugar donde el hombre está eternamente instalado, y cuando uno la ve, reconoce ese lugar filosófico, ético y emocional", comenta. "Este texto en particular viene a contarnos el cierre de un largo viaje, que es La Ilíada, y en el que se embarcan por ir en busca de un deseo. Y para que ese deseo se cumpla, debe haber un sacrificio que siempre es humano, pues la intención de todo sacrificio es salvarse solo", agrega.

Idomeneo aparece en uno de los cantos de la gran tragedia de Homero, y ha inspirado poemas y óperas, incluida una de Mozart. También, un puñado de obras contemporáneas. "Un buen ejemplo es la del dramaturgo alemán Roland Schimmelpfenning" (1967), apunta la actriz, el texto que, bajo la dirección de Manuela Infante (Estado vegetal), la tendrá por primera vez en un monólogo y concierto teatral.

Estrenada en 2008, la obra propone que un coro compuesto por una docena de actores suba al escenario para reconstruir la tragedia: una vez terminada la Guerra de Troya, Idomeneo emprende el regreso a Creta junto a una flota de 40 naves cargadas de esclavos y riquezas saqueadas. Pero en medio del viaje, el mar desata su furia, y se deja caer una tormenta que lo pone de rodillas: si lo salva, le implora a Poseidón, dios de los mares, le dará en ofrenda la vida de la primera criatura que encuentre al tocar tierra.

"La tormenta se detiene de un momento a otro, e Idomeneo logra volver, pero Poseidón rompe el trato", advierte la actriz: "Al primero que ve caminar en la costa es a su hijo. Pero esa es, al menos, una de las versiones".

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Música y desdoblamiento

Acaba de filmar, junto a Alfredo Castro, la película Algunas bestias, de Jorge Riquelme. También, una versión cinematográfica y local de Medea, bajo las órdenes del dramaturgo Alejandro Chato Moreno (La amante fascista). Y dentro de pocas semanas, la también actriz de Cordillera y La novia del desierto volverá nuevamente al set de rodaje con El mandato, la nueva cinta del argentino Miguel Cohan (Betibú), un thriller familiar donde compartirá roles protagónicos con el actor Oscar Martínez (El ciudadano ilustre). En medio de todo, dice, ha estado ensayando junto a la autora de Prat y fundadora del desaparecido Teatro de Chile.

"Hace mucho queríamos trabajar juntas con Manuela, pero nuestros tiempos no calzaban", cuenta. "Me he sentido muy en sintonía con ella, que no es lo mismo que cómoda. Más bien me he dejado guiar a los lugares por donde ella puede llevarte como actor. Es muy clara, sorprendentemente clara y dirige hasta el más mínimo suspiro. Esa es la máxima distinción que veo en su trabajo: que una vez que entendió qué es lo que quiere de ese texto, no se detiene hasta tenerlo, y fue justamente a ella a quien se le ocurrió reducir este coro a una concertación de voces", agrega.

Nada más acompañada por el músico Diego Noguera, la actriz saldrá a escena casi sin maquillaje y con vestuario neutro para adoptar varias voces y "posturas narrativas", como les llama, que le ayudarán a hilvanar la cruzada de su protagonista. "Ante todo, vamos a preguntarnos '¿qué hubiese ocurrido si...?'. De alguna forma, es tumbar el mito y reescribirlo, para ver si aflora algún rasgo humano que hable de quiénes somos hoy. Y como es concierto, la música es casi tan primordial como la palabra. Tampoco hay caracterizaciones ni personajes, sino más bien un juego de máscaras e iluminación que coquetea mucho con lo ambiguo, con el dejar de ser algo y convertirse inmediatamente en otra cosa", dice.

- ¿Qué desafío enfrenta actoralmente entonces?

- Darme cuenta de que no necesito nada arriba del escenario. Ni una palabra más, ni una música, nada. No encariñarme con nada. Así me di cuenta de que puedo modificarme y adaptarme a esas ausencias, y como ejercicio actoral ha sido muy gratificante. Yo hago cine encantada y me gusta mucho construir personajes, pero este viaje es distinto.

- ¿Lo estaba buscando o simplemente se dejó dirigir?

- Cuando asumimos que esto era un monólogo, le dije a Manuela que me resultaba poco atractivo, en este caso, hacer un gran personaje. Y podría haberlo hecho, pero no me interesa para nada lucirme. No tengo ni un rollo con ese tema. No hay nada ahí para mí.

- ¿Ni ego?

- Ego siempre hay, pero ese lucimiento me devuelve pocas preguntas, no socava nada. Y me queda poco tiempo.

- ¿Cómo así?

(Ríe) Yo siento que es poco el tiempo que me queda para seguir socavando cosas... Hay un minuto en que uno tiene que parar. La vida es así. Entonces, quiero ponerme en lugares extraños e incómodos que me obliguen a buscar cosas distintas, más que crear un gran personaje. No es que esto sea fácil, de hecho es bastante difícil, pero las preguntas que ese lugar genera me resultan poco atractivas en este momento de mi vida. Yo buscaba una propuesta escénica más salvaje, más brutal y breve. Y creo que la hemos encontrado. Esa es otra condición que tienen los conciertos: mientras más breves, mejores son.

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