13 Reasons why: una historia sin bencina

maxresdefault-2-900x600

Si bien la serie acierta en seguir atacando de frente temas complejos, como el matonaje, el abuso sexual y la indolencia de las autoridades escolares, tiene un gran problema: el misterio, esa bencina que obligaba a ver capítulo tras capítulo, ya está resuelto.


El año pasado la primera temporada de la serie 13 Reasons why se convirtió en un fenómeno en etapas. Primero vino el éxito, luego la polémica y, como consecuencia, más visibilidad, larga vida en los medios y las redes sociales, y una segunda ola de gente que llegó a ver qué era esta serie de la que se hablaba tanto. El escándalo venía por su temática: al centro de la historia estaba Hannah, una chica que, tras suicidarse, contaba su propia historia y los motivos que la llevaron a tomar la decisión final, a través de 13 casetes que iban revelando oscuros secretos de sus amigos y, en menor medida, profesores y padres.

Mientras algunos alegaban que hacía una apología del suicidio y que trataba temas demasiado delicados para un público adolescente, la serie era consumida de forma masiva, por esto y también por su buen ojo de convertir el drama en una historia de misterio, que en cada capítulo entregaba sólo una pieza del puzzle y obligaba a ver hasta el final para tener el cuadro completo. Y si bien no era una gran pieza de arte, cumplía en su misión de enganchar y forzar al espectador a ponerle play al capítulo siguiente.

Con el desafío de repetir el éxito se estrenó ayer la segunda temporada, mostrando ahora la demanda de la madre de Hannah contra el colegio, por su negligencia en controlar el bullying y los abusos que terminaron con su hija muerta.

Y si bien la serie acierta en seguir atacando de frente temas complejos, como el matonaje, el abuso sexual y la indolencia de las autoridades escolares, tiene un gran problema: el misterio, esa bencina que obligaba a ver capítulo tras capítulo, ya está resuelto.

Hay promesas de nuevas revelaciones, unas polaroids enigmáticas, amenazas anónimas a los que tienen que ir a declarar, pero no es suficiente. A diferencia del primer ciclo, que se movía a paso rápido haciendo constantes revelaciones, ahora ya conocemos a todos los personajes, sabemos una buena parte de sus secretos y también casi todo lo que pasó.

Sin eso, las opciones para los flashbacks que llenaban la primera temporada se vuelven pocas y se sienten forzadas, como que están ahí sólo porque ya funcionaron una vez. Es también la sensación que entrega esta nueva interrogante de quién está enviando las fotos y quién haciendo las amenazas. Son misterios introducidos a la fuerza en una serie que no logra ser lo suficientemente atractiva sin ellos y que aquí no tiene gasolina suficiente para repetir el fenómeno.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.