Pearl Jam abarrota y marca hito en Movistar Arena

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En un show que por primera vez abrió las localidades tras el escenario, la banda estadounidense que encabeza el próximo Lollapalooza Chile tocó por tres horas para un récord de público.


Jared Leto de 30 Second To Mars apareció una vez al otro extremo de la sala. Marc Anthony hizo algo parecido buscando alternativas en el montaje. Lo que está claro es que con Pearl Jam anoche en el Movistar Arena, el lugar se colmó como nunca al liberar las butacas tras la tarima. Al menos 17 mil personas presenciaron y vibraron con la quinta vez de la banda en Santiago, su primer concierto en tres años en la capital, y un retorno formal a la actividad en vivo tras 19 meses sin giras.

El grupo de Seattle, acostumbrado a producciones espartanas donde solo caben los amplificadores, los instrumentos, los efectos y el cableado, estrenó esta vez una puesta en escena mucho más cautivadora con paneles y una docena de esferas móviles que dieron dinamismo y ambiente al espectáculo.

Abrieron pasadas las 21:30 horas con "Release", una de las composiciones más clásicas y épicas de su insuperable debut Ten (1991). La voz monacal y caprina de Eddie Vedder, el líder indiscutido, colmó cada esquina. Pero al momento del coro el gentío -en un acto que se repetiría varias veces durante la larga cita-, superó largamente no solo el volumen del cantante sino de toda la banda.

Siguieron con "Of the girl", una especie de blues mal logrado de Binaural (2000), bajando de inmediato la emotividad del arranque. "Low light" de Yield (1998) recuperó algo la energía para reencauzar la vibra intensa con "Animal" de Vs. (1993), aunque se extrañó un poco más de fuerza en el filo contenido en el riff de ese tema. Nuevamente la audiencia haciendo karaoke superó al grupo a la hora del coro.

Antes de "Love boat captain" de Riot act (2002), una de las composiciones que tempranamente nos advirtió que la creatividad de Pearl Jam iba en descenso, Eddie Vedder se dirigió al público. Fue la primera de distintas intervenciones que leyó en español con mucha simpatía y cercanía. Antes que todo pidió a la gente que se cuidara porque la imagen del gentío apretujado y sudoroso en estos últimos días del verano era sencillamente impresionante. "Han pasado tres años desde la última vez y mi español sigue como la mierda", dijo el cantante. Sacó risas y aplausos.

El canto multitudinario continuó con un título imprescindible, "Corduroy", de uno de sus mejores discos como es Vitalogy (1994). La banda bajó la revoluciones para que la gente coreara aquella parte (la más emocionante del tema) que reza "everything has chains absolutely nothings changed". Mike McCready alargó el solo del final mientras el público seguía el pulso con las palmas.

Vedder presentó al baterista Matt Cameron. El músico se llevó un largo y emotivo aplauso porque, de alguna manera, su nombre y figura conecta con el fallecido Chris Cornell. Entonces el cantante habló de cuanto ha sucedido en estos tres años de ausencia. Luego aseguró haber repasado qué temas han tocado en las visitas a Santiago y cuáles no, y que la siguiente es una de las que faltaba, para entonces presentar "Dissident".

Siguió "Even flow", otras de las clásicas del primer disco, pero lamentablemente su versión siguió la costumbre que Pearl Jam arrastra desde que Cameron es el baterista, de acelerar innecesariamente los pulsos de las grabaciones originales. Así, aquel hit perdió su groove hace rato. Como sea, el solo de McCready inspirado en Jimi Hendrix, cosechó aplausos.

Antes de "Given to fly", Eddie Vedder volvió a la carga hablando en español y preguntado "¿puedo tomar una piscola?", para dar curso a aquel gran single de Yield, que también ha sucumbido a un beat más enérgico que no calza del todo.

El listado de Pearl Jam contempló para este regreso nada menos que 31 temas en casi tres horas de música incluyendo media docena de covers -entre ellos "Eruption" de Van Halen-, y el estreno de una nueva (e intrascendente) canción titulada "Can't deny". Pero su público no estuvo ahí por las versiones ni los títulos de este siglo, sino aquellas piezas de sus primeros álbumes cuando el grunge era la moda, y los jóvenes sentían al rock como la banda sonora de sus vidas. Otros tiempos.

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