Jamiroquai: lo tuyo es bailar

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Jay Kay no necesita de palabras extras ni gestos para la galería. Su lenguaje y el de la banda es estrictamente musical. Sus integrantes son virtuosos que juegan para un capitán que administra un pasado discográfico que les aseguró un lugar en la historia como símbolo de fiesta interminable.


Las posibilidades de la noche anglo fueron Stevie Wonder, Pet Shop Boys, Blondie y Ringo Starr, cartas superiores en trayectoria e influencia en comparación a Jamiroquai, artistas que realmente han hecho escuela. Aún más. Los mejores discos de la banda formada en 1992 en Londres están cada vez más lejos y son parte de la nostalgia por los 90, mientras dos de sus miembros claves -el bajista Stuart Zender y el tecladista Toby Smith- ya no figuran.

Todo eso dio lo mismo la tercera noche del festival de Viña.

Hasta ahora, el conjunto que es sinónimo del cantante Jay Kay (48), es lo mejor del evento, manteniendo la tradición del gran número anglo que en los saldos queda como lo más destacable de cada edición. Jamiroquai encarnó impecable la fiesta que se esperaba respondiendo a su categoría de clásicos de la música bailable de los últimos 20 años, que desde el funk y el acid jazz han construido una personalidad que permite identificar de inmediato sus canciones.

En estos tiempos en que una de las mayores quejas en contra del pop dominado por la música urbana es la ramplonería rítmica ejecutada desde máquinas, Jamiroquai es una experiencia que demuestra las posibilidades del ritmo cuando se trabaja puntillosamente. En las apariencias mantienen una sola línea, un pulso que coge una especie de trance, un movimiento continuo en medio de una sinuosidad que no se detiene. El armazón musical es tan compacto que deslumbra. Jamiroquai bordea la perfección en directo y prácticamente obliga a moverse. El bajo es una delicia, el pulso de metrónomo de la batería resulta impresionante, lo mismo la precisión en los coros y el colorido general de sus composiciones combinando elementos orgánicos y tramas electrónicas. Esa arquitectura tiene un solo destino: que Jay Kay imponga su carisma y la calidad vocal intacta.

Luce más grueso y algo menos bailarín que en sus clásicos videos que lo convirtieron en ícono, pero la estampa característica cortesía de sus sombreros extravagantes y la gestualidad mantienen el magnetismo.

Aunque en el papel el set pareció conciso -apenas 13 cortes-, Jamiroquai arrancó con "Shake it on" y hasta "Deeper underground" el público de la jornada anglo se mantuvo bailando sin intención de descansar. En hits como "Alright", "Cosmic girl" y "Travelling without moving" la quinta Vergara semejó una gigantesca discoteque a la que solo le hacía falta una bola de espejos.

Jay Kay no necesita de palabras extras ni gestos para la galería. Su lenguaje y el de la banda es estrictamente musical. Sus integrantes son virtuosos que juegan para un capitán que administra un pasado discográfico que les aseguró un lugar en la historia como símbolo de fiesta interminable.

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