Superhéroes sin tanta seriedad

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El resultado de esta nueva historia de superhéroes es divertido, liviano y acotado, y logra reencauzar el desbarajuste en el que se estaba quedando estancado este mundo de seres con poderes extraordinarios.


A pesar de los pobres resultados obtenidos en términos de calidad por Hombre de acero y Batman vs. Superman, había esperanzas en el estreno de Liga de la justicia. Estas esperanzas residían básicamente en el acierto que había sido Mujer maravilla, el filme anterior del Universo DC, y en el hecho de que la post producción de la cinta fue asumida por el guionista y director Joss Whedon (Los vengadores), luego de que el director original, Zack Snyder, dejara el proyecto por motivos familiares. El resultado de esta nueva historia de superhéroes es divertido, liviano y acotado, y logra reencauzar el desbarajuste en el que se estaba quedando estancado este mundo de seres con poderes extraordinarios.

La historia que narra el filme no rompe esquema alguno: presenta a un villano extraterrestre muy poco memorable, que viene a conquistar y destruir el mundo. Conocido como Steppenwolf, su poder es inmenso, por lo que Batman y la Mujer Maravilla comienzan a reclutar aliados, y pronto Aquaman y Flash se unen al equipo.

Lamentablemente, el malvado es más poderoso que todos ellos juntos, y para vencerlo la presencia de Superman (muerto en la entrega anterior) resulta vital.

No es un spoiler decir que el hombre de acero reaparece, lo que sí sorprende es que sea uno de los mejores elementos de esta historia. A pesar del reducido rango actoral de Henry Cavill, su superhéroe se muestra más concentrado y menos serio que en entregas anteriores. También es una grata sorpresa que el grupo de justicieros funcione como conjunto y logren buena química y cuotas de humor en pantalla.

Aun con sus aciertos, Liga de la justicia también cuenta con una serie de desatinos, el peor de los cuales es la absoluta cosificación del personaje de la Mujer Maravilla por parte del director de la cinta, quien la filma con total falta de decoro y entrega una inusitada cantidad de planos que resaltan su físico.

Tampoco están bien resueltas las escenas de batallas, a ratos imposibles de comprender por un mal montaje y peor trabajo de cámara. Aun así y con una primera mitad de metraje que lucha por tomar ritmo, esta historia logra su simple cometido: entretener y expandir este universo con nuevos personajes.

En tan sólo 120 minutos -una minucia en comparación a los monstruosos 153 minutos de Batman vs. Superman- asistimos a invasiones, resurrecciones y batallas, todo hecho con la liviandad necesaria para divertir al espectador.

El peor pecado en el que DC había caído era creer que confiriendo a sus historias un halo de oscuridad y gravedad, todo adquiría mayor relevancia. No hay que ser tan graves, especialmente con superhéroes

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