Impresiones de la Filsa

FILSA

La Feria Internacional del Libro de Santiago (Filsa) es lo más parecido a un observatorio de la industria editorial, un espacio privilegiado donde se cruzan literatura, mercado, tendencias y, aunque no en último término, la humilde realidad de las editoriales chilenas. Éstas son algunas impresiones.


1- Hace años que los organizadores parecen haber renunciado a traer figuras internacionales de peso. Éstas, ahora, se pueden ver en ciclos como La Ciudad y las Palabras o en festivales como Puerto de Ideas, pero no en la Estación Mapocho.

2- La principal virtud de la feria sigue siendo la cantidad de volúmenes exhibidos y su precio, ligeramente inferior a lo habitual. Esta situación nos lleva de inmediato al punto siguiente:

3- Ciertas editoriales, a las que cuesta verlas desplegadas en una librería, ganan presencia. El ejemplo más significativo puede ser Fondo de Cultura Económica. El hecho de poder ver cinco libros de Bauman juntos, o de Carlo Ginzburg o Robert Darnton, refleja algunas de las mejores virtudes editoriales: la coherencia de su catálogo, la excelencia de sus títulos y la sintonía con su época. A menor escala, una impresión similar causa Tajamar Editores, un sello chileno que con paciencia y convicción ha venido rescatando toda la obra de Rubem Fonseca.

4- Italia piensa. Y narra. Qué bueno quedó el stand del país invitado, que además de contar con libros de autores ineludibles (Agamben, Vattimo, Calasso, Magris), tiene volúmenes difíciles de encontrar. El más entrañable, al menos para mí, es Un baúl lleno de gente, de Tabucchi, quizá la mejor introducción al mundo de los heterónimos de Fernando Pessoa.

5- Recuerdo la impresión que me produjo el local de Random House en Guadalajara: el solo muro dedicado a DeBolsillo transmitía la idea de que ahí se encontraba lo mejor del siglo XX. Y del XIX también. Era una muestra ineludible de calidad y concentración económica, así, todo junto. En el puesto de la Filsa, sin embargo, no hay mucho más que lo que ya está en librerías: un Canetti, un Chandler, un McCarthy… nunca la muestra significativa de la obra de un escritor determinado o de un catálogo.

6- Pocos sellos se han visto tan perjudicados como Tusquets al fusionarse con un gran grupo. Por política de la empresa, me imagino, hoy llega lo obvio: Mankell, Murakami, Almudena Grandes y algo más. En la Filsa están ellos, más unos pocos autores de fondo, como Marguerite Duras y Milan Kundera.

7- La desaparición de la nueva narrativa chilena. Cada vez se hace más evidente que fue producto del abrazo afortunado entre la coyuntura histórica y el marketing. Es muy probable que los jóvenes de hoy no sean peores. Y tampoco mejores. Son las condiciones de recepción las que han cambiado drásticamente y, más allá de cualquier etiqueta o movida (literatura de los hijos, literatura de mujeres, literatura del yo), la única verdad es que un buen escritor es algo que se da cada 10 o 20 años. Una excepción.

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