Osadas y crudas

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Hay una literatura de mujeres dispuestas a correr riegos, revisar la tradición y a entregar obras que asumen la incomodidad contemporánea con una disposición desafiante. Eludir esta sorprendente y energética actitud cultural es de viejos vinagres.


Aparecieron, o más bien se impusieron con sus libros y obsesiones. Llegaron a renovar un panorama literario marcado por autores hablando de temas masculinos. Las escritoras que conforman la nueva generación literaria, menores de 40 años, son un fenómeno ineludible. Es insólita la cantidad de escritoras que publican libros con valor. Algunas son más inocentes que otras, unas más desprovistas de recursos, otras intuitivas y sagaces. La mayoría ha publicado uno o dos libros y pretenden hacer de la escritura una forma de vida, según dicen. No solo traen historias que contar, sino que nuevas perspectivas que abren el ángulo de la mirada hacia la sociedad. Y, por supuesto, lo hacen con un lenguaje particular y una visión política de lo que significa escribir. Pienso en escritoras como Paulina Flores, Camila Gutiérrez o Isabel Margarita Bustos, para mencionar a las que prefiero y he leído dentro de una serie de títulos inabarcable.

Por cierto, esta generación tiene antecedentes en prosistas que desde los años 80 y 90 vienen persistiendo con obras que tratan de mujeres y que se pregunta por el tema de género. A esos antecedentes históricos habría que sumarles otros, como la literatura norteamericana, el cine oriental, el animé, los estudios universitarios y los talleres literarios. Es decir, son autoras formadas en la academia y en el pop, que asumen la estrategia sin complejos ni miedos a la hora de inscribirse.

En los cuentos que componen Qué vergüenza, el primer y único libro de Paulina Flores, vemos retratada una nueva pobreza, una marginalidad que corresponde con el país actual. Son textos clásicos en su estructura. Son propios de una autora que ya encontró su voz y que tiene una conciencia social que está profundamente arraigada en su propuesta. Flores no solo apuesta por el realismo, además asume las implicancias de esta tradición con absoluta solvencia. Lo suyo son las intimidades desoladas y los caracteres afligidos. No hay humor ni delirio en estos cuentos. Sí ferocidad y aspereza. El deseo y los placeres de los personajes que habitan Qué vergüenza están bajo necesidades y apremios económicos. No hay complacencia en lo que escribe Paulina Flores: muestra con destreza cómo vive la mayoría de nuestro país, qué padecen y qué los angustia.

Camila Gutiérrez representa un caso radical. Su primer libro, Joven y alocada, fue un éxito de público y derivó en una película. Es autobiográfico y está escrito con soltura y total desparpajo para hablar de sexo y relatar episodios íntimos. Luego, Camila Gutiérrez sacó No te ama, una novela en donde el humor y estilo que había esbozado en su primer libro llegan a un nivel superior. El tema del deseo atraviesa la historia de este texto, cuyo uso del lenguaje está fuera de los códigos y costumbres literarias. No te ama está escrito en una lengua que suena a hablada y que da la sensación de no tener represiones. El humor y la melancolía están tan ligados en quien narra, que su lectura conforma una experiencia casi privada con la autora. Además, tanto Joven y alocada como No te ama, describen el mundo canuto, donde fue formada la autora. Sospecho que es primera vez que el imaginario de esta religión entra a la literatura, al menos de forma tan pop.

La publicación de la novela Jeidi de Isabel Margarita Bustos viene a establecer una línea narrativa distinta, más cercana a lo poético y a una ironía sutil. Su prosa es tersa y exacta para narrar hechos comunes pero que se vuelven enigmáticos sin estridencias. Al leerla tuve la sensación de haber rozado una experiencia leve e inaudita.

Las generalizaciones son vagas e imprecisas a la hora de los juicios. Nada más lejos de mis pretensiones que sancionar los libros que no he leído. De ahí que me limite a mis preferencias. En cambio, sí me interesa señalar lo nuevo que está sucediendo en nuestra cultura. Sobre todo cuando la novedad tiene connotaciones insospechadas que sería interesante dilucidar. Hay una literatura de mujeres dispuestas a correr riegos, revisar la tradición y a entregar obras que asumen la incomodidad contemporánea con una disposición desafiante. Eludir esta sorprendente y energética actitud cultural es de viejos vinagres.

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